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Entrevista de Olivier Bault, para Visegrad Post, con Inna Kochetkova, periodista bielorrusa que dimitió en octubre de 2020 por negarse a ser silenciada tras haber trabajado durante veinte años en el Komsomolskaya Pravda de Bielorrusia, incluidos cinco años como redactora jefe de la edición semanal del periódico.
Inna vive en Minsk. Olivier Bault habló con ella el 23 de marzo para preguntarle qué ha pasado con el movimiento de protesta masiva de 2020 y qué piensan los bielorrusos de a pie de que su país esté del lado de Rusia en la guerra contra Ucrania.
Cuéntenos algo sobre su trabajo como periodista en Komsomolskaya Pravda Belarus y las razones por las que perdió su trabajo en octubre de 2020.
El nombre exacto es «Komsomolskaya Pravda en Bielorrusia», y empecé a trabajar allí como periodista hace 20 años. Durante los últimos cinco años, fui redactora jefe de la edición semanal y subdirectora de todo el medio de comunicación, ya que nuestro periódico tenía cuatro ediciones diarias y una gran edición semanal. Era un medio de comunicación bastante grande: teníamos unos 80 empleados y 30 periodistas, y tres departamentos para la edición diaria, la semanal y el sitio web de noticias.
En agosto de 2020, nuestro periódico cubrió todos los acontecimientos relacionados con las protestas masivas tras las elecciones. El 15 de agosto publicamos un artículo sobre la violencia y la tortura empleadas contra los detenidos en las comisarías y centros de detención temporal en los primeros días después de las elecciones presidenciales. Ese mismo día la redacción se enteró de que el último número iba a ser retirado de los quioscos. Resultó que la gente había ido a las protestas con nuestro periódico, repartiéndolo a los transeúntes y llevándolo a los pueblos donde la gente ve mayoritariamente la televisión estatal. El Komsomolskaya Pravda tenía una gran tirada, sus lectores confiaban en él, y sus entrevistas con las víctimas y los reportajes fotográficos de las protestas conmocionaban a los habitantes de las provincias.
Ese fue el último número de nuestro periódico que se imprimió en Bielorrusia. Incluso las imprentas privadas se negaron a imprimirlo. El periódico se imprimió en una imprenta rusa y se llevó a Bielorrusia, pero se prohibió su venta en los quioscos. Era imposible suscribirse a él. Sólo algunas cadenas de supermercados privados lo tenían a la venta.
Aunque la edición bielorrusa tenía una redacción independiente, formaba parte del grupo ruso Komsomolskaya Pravdamedia. Los accionistas rusos decidieron nombrar a un director de Rusia y cambiar la política editorial. El periódico debía ser más fiel al gobierno y no abordar temas demasiado sensibles. Para mí fue una época de difíciles compromisos morales y, en octubre de 2020, dimití. Creía que el cambio llegaría y que habría una época mejor para la prensa independiente en Bielorrusia. Por desgracia, eso nunca ha ocurrido. Aunque todavía espero que algún día lo haga.
La prudente política editorial, por desgracia, no salvó al periódico en el que yo trabajaba. En octubre de 2021, mi antiguo colega, el periodista Gennady Mozheiko, escribió un artículo sobre el director de informática Andrei Zeltser. Según las autoridades bielorrusas, había disparado y matado a un agente del KGB durante un registro, tras lo cual murió en un tiroteo de respuesta. En el artículo, un antiguo compañero de Zeltser hablaba positivamente de él, lo que se consideró como el blanqueo de un criminal. Desde el pasado mes de octubre, Gennady está detenido, el sitio web de Komsomolskaya Pravda en Bielorrusia está bloqueado y el periódico no aparece.
¿Ha podido encontrar un nuevo trabajo como periodista desde entonces? Si no es así, ¿a qué se dedica?
Después de dejar mi trabajo, presenté un proyecto de creación de medios de comunicación al Club de Prensa de Bielorrusia, una asociación informal que ayuda a la formación, las prácticas y la puesta en marcha de proyectos de medios de comunicación. Mi proyecto estaba dirigido a personas mayores de 50 años, con énfasis en la analítica, la economía, los servicios educativos y la experiencia. Pero, dos meses después, la dirección y el personal del Club de Prensa fueron detenidos. La razón oficial era que no habían pagado impuestos, pero creo que tenía que ver con su apoyo a los periodistas, incluidos los de los medios de comunicación estatales, que habían dejado sus puestos de trabajo en protesta en agosto de 2020. El personal del Club de Prensa fue encarcelado durante ocho meses, y un periodista de la televisión estatal que fue detenido con ellos sigue en prisión.
No abandono la idea de mi proyecto, ni renuncio a la esperanza de ponerlo en marcha. Por ahora me gano la vida como redactora publicitaria, escribiendo textos para anuncios. Francamente, en nuestro país ahora mismo da miedo ser periodista.
¿Puede decirnos, desde una perspectiva bielorrusa, cómo fue la represión durante las protestas callejeras que comenzaron en agosto de 2020, cuando Alexander Lukashenko fue acusado de haber amañado las elecciones presidenciales?
Es muy doloroso recordar estos acontecimientos… Por un lado, fue un momento de esperanza, un momento en el que la gente se sintió como una nación, en el que se dieron cuenta de cuántos bielorrusos estaban cansados del autoritarismo y querían cambios democráticos. Según diversas estimaciones, entre 250.000 y 500.000 personas participaron en una de las mayores protestas masivas el 16 de agosto en Minsk, donde la población total es de sólo 1,9 millones. De agosto a noviembre de 2020, hubo marchas de mujeres, marchas de discapacitados, marchas de pensionistas y acciones de solidaridad estudiantil cada semana.
Por otro lado, en 2020 vimos represiones a una escala que el país probablemente no había visto desde los tiempos del estalinismo. En sólo los primeros cinco días después de las elecciones, 13.500 personas fueron detenidas, incluyendo 700 menores, y dos fueron asesinadas. El número total de detenidos tras las elecciones superó los 35.000, y muchos fueron sometidos a arrestos administrativos y a enormes multas, que a veces alcanzaron el equivalente a varios miles de dólares. La ONU ha confirmado que en Bielorrusia hubo violencia contra los detenidos, incluidas prolongadas palizas durante el transporte, en las comisarías y en los centros de detención.
Hoy en día, en Bielorrusia sigue habiendo más de 1.000 personas reconocidas como presos políticos. No son sólo políticos, sino también estudiantes, profesores, periodistas, artistas y madres de muchos niños. Yo, como muchos bielorrusos, siempre veo personas reales detrás de estas cifras. Personas como Olga Filatchenkova, profesora de la Universidad Estatal de Informática y Electrónica de Bielorrusia, que participó en un vídeo de llamamiento de los profesores contra la violencia y también se puso en huelga. Fue acusada de organizar o participar en acciones de grupo que atentan gravemente contra el orden público, y fue condenada a 2 años y 6 meses de prisión. Tiene una hija pequeña que la espera en casa. Olga Zolotar, madre de cinco hijos que organizaba conciertos en el patio trasero y fiestas de té, era la administradora de una sala de chat en una red social. Fue acusada de crear una formación extremista y condenada a cuatro años de prisión. Todos sus hijos son menores, su hijo menor tiene cinco años, y la propia Olga había recibido la Orden de la Madre…
No sólo recuerdo a las personas encarceladas, sino también las muchas vidas arruinadas que he presenciado. El hijo de un conocido, que llevaba medicamentos al centro de la ciudad durante las protestas, fue detenido y golpeado duramente. Los médicos tuvieron que llevarlo del centro de detención al hospital. La hija de 14 años de otro conocido, que cantó la canción «Mury» en la escuela durante el recreo (sí, la misma «Mury», que significa «Muros», que era el himno de Solidaridad, o Solidarność, en Polonia, ya que esta canción también se traduce al bielorruso). La dirección del colegio llamó a la policía, que registró a la alumna, que ahora tiene que estar en casa a una hora determinada e informar constantemente de cómo ha corregido su comportamiento.
Una fotógrafa de un medio de comunicación bielorruso que cubría las protestas, aunque llevaba un chaleco azul con la inscripción «Prensa» y estaba junto a un grupo de periodistas separados de los manifestantes, recibió un disparo de bala de goma. A pesar de que existe un vídeo de los disparos y de que tuvo que ser trasladada al hospital, las autoridades nunca han abierto una causa penal. En realidad, no se ha abierto ni una sola causa penal por la violencia ejercida contra los manifestantes, a pesar de que en el segundo semestre de 2020 se presentaron más de 5.000 denuncias por torturas y palizas, según el Comité de Investigación de Bielorrusia.
¿Qué ha pasado con el movimiento de protesta desde entonces?
Las protestas masivas en Bielorrusia terminaron en noviembre de 2020. Después dde esa fecha, el precio de salir a la calle era muy alto. Los bielorrusos seguían reuniéndose en marchas callejeras locales, sin los símbolos habituales de las protestas de 2020, pero era muy peligroso. Podían ser detenidos por llevar calcetines blancos con una franja roja, por una hoja de papel en blanco en la ventana (un signo utilizado por los bielorrusos para protestar contra la violencia y las elecciones amañadas), por emojis publicados en las redes sociales o por el simple hecho de suscribirse en las redes sociales a publicaciones que las autoridades tildaban de extremistas. Las sanciones eran cada vez más duras. Una persona podía cumplir 15 días de cárcel, luego otros 15 días, y luego otra vez sólo porque se habían encontrado en su teléfono imágenes de las concentraciones o una suscripción a un canal de Telegram prohibido.
Probablemente la mayor protesta masiva desde diciembre de 2020 hasta la fecha fue el día del referéndum sobre la modificación de la Constitución de Bielorrusia, que ha ampliado aún más los poderes de Lukashenko como jefe de un nuevo órgano, la Asamblea Popular de toda Bielorrusia. Luego, el 27 de febrero de 2022, se celebraron concentraciones contra la guerra, en las que fueron detenidas 908 personas. Una amiga mía estaba entre ellas. Estaba junto a una mujer que sostenía una pancarta «No a la guerra». Pasó casi dos semanas como una de las 18 detenidas en una celda pensada para ocho personas, sin agua caliente y a veces sin calefacción, sin productos básicos de higiene, con la luz constantemente encendida y sin paseos. Por suerte para ella, no fue golpeada…
Pero no creo que la gente haya aceptado esta situación. Es difícil resistir a una máquina represiva como ésta en estos momentos.
Último número en papel del Komsomolskaya Pravda
¿Ha cambiado la vida en Bielorrusia desde las protestas de agosto de 2020? ¿O es muy parecida a la de antes?
La vida ha cambiado mucho. No sé ni por dónde empezar a describir cuántas libertades hemos perdido, aunque antes no teníamos tantas.
En cuanto a mí, ya no tengo el trabajo que me gustaba, y muchos de mis amigos y conocidos han abandonado el país. Algunos huyeron por miedo a las persecuciones en 2020. Algunos se han ido hace muy poco, porque trabajan en el sector de las tecnologías de la información, y sus empleadores temen por su capacidad para trabajar bajo las sanciones internacionales. Uno se ha ido de Bielorrusia porque es una persona sujeta al servicio militar y teme ser reclutado por el ejército en caso de que Bielorrusia participe en operaciones militares en Ucrania.
Hace poco vi una foto tomada hace cinco años, de mis amigos y yo juntos en un café. Me di cuenta con horror de que, de las 14 personas que aparecían en esa foto, sólo cuatro siguen en Bielorrusia, incluyéndome a mí. El resto se ha ido al extranjero, a Varsovia, Vilnius, Lviv, Tbilisi, Batumi, Bonn…
Hoy nos vemos privados del derecho a leer los medios de comunicación independientes que se publicaban en Bielorrusia. Ahora están casi todos bloqueados. En 2021, los tribunales bielorrusos declararon «extremistas» a casi todos los principales medios de comunicación independientes. Algunos de ellos fueron reconocidos como organizaciones extremistas, y pertenecer a una organización de este tipo puede significar hasta 7 años de prisión. Hay 26 empleados de los medios de comunicación bielorrusos detenidos. Conozco personalmente a diez de ellos.
No tenemos ni un solo canal de televisión independiente. Todos son de propiedad estatal. Aparte de los bielorrusos, tenemos muchos canales de televisión rusos controlados por el Estado.
No tenemos abogados independientes, ya que casi todos ellos han sido inhabilitados, y no podemos contar con una verdadera defensa en los tribunales. Puedes ir por la calle con lazos blancos y rojos en la mochila, pero en el tribunal dirán que estabas gritando consignas y resistiendo.
Constantemente tenemos «purgas», en las que se despide a los que se apuntaron a las candidaturas presidenciales alternativas en 2020. Un estudiante que conozco me dijo hace poco que en su departamento de la universidad han despedido a un tercio de los profesores, y eran los mejores.
No podemos movernos libremente, ya que sólo se puede salir de Bielorrusia una vez cada tres meses y sólo con una buena razón para hacerlo, es decir, con una invitación para trabajar, para estudios o para un examen médico. Los bielorrusos solían poder volar a Europa vía Moscú. Ahora sólo es posible vía Georgia o Turquía, lo que significa que el coste de los billetes se ha multiplicado. Casi todas las organizaciones civiles independientes de Bielorrusia han sido clausuradas. Incluidas las que ayudaban a las mujeres víctimas de la violencia doméstica, e incluso las de los observadores de aves.
Se nos priva del derecho a la libertad de opinión, creencia y expresión, que nos garantiza la Constitución. Permítanme hablarles de una de las últimas detenciones en Bielorrusia: el 1 de marzo una mujer y su nieta acudieron a la Plaza de Octubre de Minsk con un cartel de «Stop the War» y globos amarillos y azules. La mujer fue multada con 3040 rublos (unos 850 euros, ed.) por participar en un «evento no autorizado», mientras que la pensión media en Bielorrusia, en marzo de 2022, es de unos 580 rublos (unos 160 euros, ed.). Un estudiante que tomó una foto de esa mujer fue detenido durante 15 días.
Además, la situación económica es cada día más difícil. Entre mis conocidos hay muchos que han sido enviados a un permiso no remunerado o se han ido con media paga por falta de trabajo. El rublo bielorruso se ha depreciado aproximadamente un 40%, y los precios de muchos bienes y servicios han subido en consecuencia. Ya no podemos comprar muchos medicamentos y alimentos conocidos. Debo decir que me da pavor pensar en lo que pasará después y si podré mantener a mis dos hijos…
En Rusia, parece que mucha gente apoya la guerra de Vladimir Putin. ¿Y los bielorrusos? ¿También piensan que el gobierno democráticamente elegido de Ucrania y su presidente son «nazis»?
Es difícil hablar en nombre de todos los bielorrusos, pero la propaganda en nuestro país es muy fuerte, y los medios de comunicación estatales, incluidos los canales de televisión, difunden una agenda pro-rusa. Sólo puedo decir que en mi círculo íntimo, incluidos mis parientes ancianos de más de 80 años, no hay una sola persona que apoye las acciones de Rusia en Ucrania. Además, estoy rodeado de muchas personas que han estado en Ucrania en los últimos años. Saben de primera mano cómo son realmente las cosas allí. Yo mismo fui a Lviv en 2021, y no tuve ningún problema para comunicarme en ruso. Estuve en un foro de medios de comunicación, y el nivel y la diversidad de los medios de comunicación en Ucrania, y también las posibilidades que tienen, me sorprendieron. A las autoridades bielorrusas les gusta asustar a sus ciudadanos preguntándoles: «¿Quieres que las cosas sean como en Ucrania?». En 2021, respondí por mí mismo: «Sí, quiero». Pude ver la dignidad nacional de los ucranianos, y su amor por su cultura y su lengua. También pude ver la cantidad de turistas que hay, y lo desarrollado que está el periodismo. Y todo ello en un país que vio cómo se anexionaba parte de su territorio en 2014 y contra el que se han llevado a cabo acciones militares durante años.
¿Cuál es el sentimiento general de los bielorrusos respecto a que su país esté del lado de Rusia en su guerra con Ucrania?
De nuevo, es difícil hablar en nombre de todos los bielorrusos, pero en mi entorno el principal sentimiento de muchos hoy es un sentimiento de culpa. De un país que quería cambios democráticos y que era apoyado por muchos, Bielorrusia se ha convertido en un coagente. No sé qué hacer y cuántos años serán necesarios para borrar semejante estigma. En los primeros días de la guerra, pude ver a menudo declaraciones muy duras sobre los bielorrusos en las redes sociales y en los medios de comunicación ucranianos. Me duele mucho, pero comprendo que los ucranianos tienen derecho a esa rabia, porque los misiles se lanzan desde nuestro territorio, y el ejército ruso está desplegado aquí. Por otra parte, tengo amigos periodistas de Bielorrusia que se han visto obligados a huir a Ucrania. Ahora trabajan allí como voluntarios. Otros bielorrusos se están uniendo a las tropas ucranianas, y muchos están transfiriendo dinero para ayudar a Ucrania, algo que no es fácil de hacer desde Bielorrusia.
Además de sentirnos culpables, muchos tememos que la situación de Bielorrusia quede en el olvido. Los presos políticos, la emigración forzada y la dictadura quedarán en el olvido. Tengo miedo de que nos aíslen de todo el mundo civilizado y de que nunca surja una sociedad civil libre en mi país.
¿Y los medios de comunicación? ¿Qué dicen los medios de comunicación progubernamentales sobre esa guerra?
La mayoría de las veces, intento no leer los medios de comunicación gubernamentales ni ver los canales de televisión bielorrusos. Sólo leo el análisis de algunas de sus declaraciones por parte de los expertos en los que confío. A veces incluso me alegro de no ser una editora de noticias que tiene que seguir la pista de los principales medios de comunicación, incluidos los estatales. De todos modos, si uno mira las páginas web de medios como Sovetskaya Belorussiya o la página web de la agencia estatal de noticias BELTA, leerá que Ucrania está siendo dirigida por nazis.
¿Cree que Bielorrusia sigue siendo un país independiente?
No puedo decir que mi país sea independiente, por mucho que me cueste admitirlo. Su territorio está a disposición de las fuerzas armadas de la Federación Rusa, aunque esto vaya en contra de la Constitución de Bielorrusia. Según el artículo 18 de nuestra constitución, el territorio de nuestro país no puede ser utilizado por otro Estado para un acto de agresión contra un tercer Estado.
¿Existe un fuerte sentimiento de identidad nacional en Bielorrusia, como en Ucrania, a pesar de que la mayoría de los bielorrusos hablan ruso como lengua materna?
Me parece que este sentimiento ha ido creciendo en los últimos años. Pocas personas que hayan nacido después del colapso de la URSS querrían vivir en un imperio, y la mayoría confía en que un Estado-nación con buenas relaciones de vecindad con otros Estados-nación se centre en la gente y en sus necesidades, y no en acaparar nuevas tierras e intentar aumentar su poder.
Yo crecí en una familia de habla rusa, pero el deseo de leer y hablar bielorruso y de escuchar a artistas de habla bielorrusa se ha hecho muy fuerte en los últimos años. Quizá la cuestión lingüística no sea decisiva para que nos sintamos una nación, pero sin duda será importante.
Como bielorrusa, ¿qué opina de lo que dijo Vladimir Putin antes de lanzar un ataque contra Ucrania, sobre que ésta no es una verdadera nación? Podría haber dicho lo mismo de Bielorrusia: ¿no le preocupa? ¿Los bielorrusos están preocupados por el imperialismo ruso, o no tanto?
Me parece que esto da mucho miedo. Podemos ver lo que está ocurriendo en Ucrania, que ha tomado el camino del desarrollo de un Estado-nación que aspira a formar parte de Europa. Espero que Ucrania resista, y que mi amiga de Dnipro no tenga que bajar al sótano con sus hijos y preparar cócteles molotov para la defensa del territorio, y que mi amiga de Lviv no tenga que tejer redes de camuflaje para el ejército y pensar en la evacuación.
Tenemos buenas razones para tener miedo, ya que además del impulso imperial del líder ruso, nosotros mismos estamos gobernados por un dictador. Ni siquiera Rusia se acerca al nivel de represión que tenemos aquí. Cuando veo los reportajes de las acciones contra la guerra en Moscú, me escandalizo: en Bielorrusia, a los que se pusieron detrás de la cámara y a los que informaron de las protestas se los llevaron en primer lugar y les dieron varios años de cárcel.
Sin embargo, durante muchos años Bielorrusia formó parte de otro imperio que parecía monolítico. Los imperios se desmoronan y los tiranos mueren. «Загляне сонца і ў наша аконца», dicen los bielorrusos. Significa que el sol también mirará por nuestra ventana. Sin esta esperanza sería muy difícil vivir.
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