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Cuando los medios de cretinización de masas se refieren a Ucrania suelen soslayar un detalle sin importancia. Todo el levante ucraniano hasta Kiev no sólo forma parte de Rusia, sino que es la cuna histórica de Rusia. Coincidiendo con el desmantelamiento de la Unión Soviética, gobernantes ineptos como Yeltsin o títeres de intereses extranjeros como Gorbachov permitieron que su patria fuese desmembrada y puesta en almoneda; de este modo se proclamó la independencia de Ucrania, donde junto a territorios de poniente anexionados por los soviéticos se contaban regiones fundadas por rusos, allá en la noche de los tiempos, y después ganadas con gran derramamiento de sangre al invasor turco. La amputación de Ucrania es para Rusia tan dolorosa como lo sería la amputación de Cataluña para España; y mucho más doloroso aún es que Rusia tenga que aceptar que en tierras que han sido su cuna histórica la OTAN instale bases militares y coloque misiles apuntando hacia Moscú.
Para calcular la humillación que Rusia está sufriendo haríamos bien en imaginar que mañana Cataluña, aprovechando nuestro colapso económico, se declara independiente con el apoyo de potencias extranjeras, que además de imponer un gobierno títere se dedican a colocar misiles en la frontera, apuntando contra territorio español. Rusia sufre esta humillación pacientemente; pero se atreve a advertir que la incorporación de Ucrania a la OTAN tendría «graves consecuencias». ¿Alguien en su sano juicio puede censurar que Rusia reclame garantías mínimas para su seguridad? Si Estados Unidos tiene ‘derecho’ a colocar misiles nucleares en la frontera de Rusia que podrían volatilizar Moscú en un santiamén, ¿acaso no podría Rusia en justa correspondencia colocar otros tantos en Cuba o Venezuela? Que, por cierto, no son territorio fronterizo con Estados Unidos, ni tampoco su cuna histórica. Mención aparte merece el penoso lacayismo del doctor Sánchez, tan pelele y lameculos de Estados Unidos como otrora Aznar. El doctor Sánchez ha tolerado las actitudes más hostiles de Marruecos (desde la apropiación de aguas territoriales hasta el envío masivo de población) sin recibir ayuda alguna de la OTAN; ahora, sin embargo, manda una fragata a la zona de conflicto, al más puro estilo cipayo. ¿Cuántas manifestaciones estaría encabezando el doctor Sánchez si esta fragata la hubiese enviado un gobierno presidido por Aznar o Rajoy? Y como Estados Unidos ni siquiera le deja poner los pies encima de la mesa, el pobre pelele ordena a sus publicistas áulicos que lo graben haciendo el ridi y el hortera por teléfono, como un Gila vestido por Emidio Tucci.
Tenía razón Solshenitsyn cuando escribió: «No hay esperanza en Occidente; es más, nunca debemos contar con él. El exceso de bienestar y una atmósfera contaminante de sinvergonzonería le han atrofiado la voluntad y el juicio». De ahí que convenga recordar siempre la profecía del monje Filoteo: «Bizancio es la segunda Roma; la tercera será Moscú. Cuando ésta caiga, no habrá más».
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.