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En el momento de iniciar este tercer artículo de la Serie “Milicia Inmaculada” me encuentro en la soledad de mi celda tras haber conmemorado con mis hermanos de Comunidad Monástica la Navidad, el Milagro de Dios nacido de una mujer, María “forma Dei” y Encarnado en un niño al que pusieron por nombre, Jesús o Emmanuel “Dios con nosotros”; aun siendo Dios se sujetó o limitó de tal manera que no sólo lo hizo en la carne sino también sometiéndose a la Ley de Moisés y a la educación que le daban sus “padres”, José y María.
Tras haber realizado estas reflexiones, propias del Tiempo Litúrgico del Adviento y la Navidad, pensé que la mejor forma de concluir esta trilogía inicial de artículos era mostrando una de las vías más eficaces, y que supone realmente la Renovación de nuestros Votos Bautismales en la Iglesia ante Dios Padre y por medio de Cristo Jesús:
La Consagración a María Inmaculada como Fuente de la Milicia Inmaculada.
En una de sus principales obras, considerada fundamental por el propio San Maximiliano Kolbe, San Luis María Griñón de Monfort expone extensamente el papel excepcional de la Virgen no sólo en la santificación de nuestra vida consagrada a Cristo Jesús sino de manera muy especial en hacer frente, con Celo y Ardor, la Perversión y el Engaño. Leamos y meditemos, haciéndolas nuestras, estas palabras de San Luis María:
“Molde viviente de Dios llama San Agustín a María, y en efecto lo es. Quiero decir que en ella sola se formó Dios-Hombre al natural, sin que rasgo alguno de divinidad le faltara; en ella sola también puede formarse el Hombre en Dios al natural, en cuanto es capaz de ello la naturaleza humana con la Gracia de Jesucristo”.
Existen dos maneras por medio de las cuales un escultor puede sacar al natural una estatua o retrato:
Con fuerza, destreza y buenos instrumentos. Este método es largo, difícil y expuesto a tropiezos.
Vaciándola con un molde. Éste es fácil y suave con tal que el molde sea perfecto y represente al natural la figura; al mismo tiempo que la materia a moldear no se resista a la mano del Señor, Jesucristo. El Gran Molde de Dios, cubierto por el Espíritu Santo para formar al natural a un Dios-Hombre es María. Ni un solo rasgo de divinidad falta en este molde. Cualquiera que se meta en él, y se deje manejar, recibe allí todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios. Y esto sucede de manera suave y proporcionada a las necesidades y debilidad humana, sin grandes trabajos ni agonías, de manera segura y sin miedo de ilusiones o engaños demoníacos.
Meditemos ahora, si es posible ante el Sagrario y en Oración, estas palabras como medio de Consagración a la Inmaculada y, según el Derecho Canónico, siguiendo la fórmula de los Votos Particulares o Personales:
“Oh alma querida, formada en Jesucristo por los medios ordinarios, fíate de su pericia y sé bien tratable, bien fundida dentro de María y una vez allí déjate moldear por la acción del Espíritu Santo. Feliz y mil veces feliz es en la tierra el alma a quien el Espíritu Santo revela el secreto de María. El alma hallará a Dios sólo, sin las criaturas, y con Él la fuerza del Espíritu Santo para la Batalla Inmaculada. Él nos convierte por medio de María, Esposa y Reina como lo es la Iglesia, en sus Soldados y en su Ejército, Miles et Militia Christi”.
Tras esta fórmula, y juramentados a cumplir los objetivos de la Milicia Inmaculada que arriba hemos descrito con claridad, podemos afirmar con confianza: somos Soldados de la Inmaculada capacitados para la Cruzada contra la Perfidia, la Herejía y la Masonería.
Recordad que en esta Guerra jamás podemos dejar de acudir a la Oración, como Escudo y Yelmo; a las Sagradas Escrituras, como Espada de dos filos; al Magisterio de la Iglesia, como daga; y renovar la Consagración a Ella, María Inmaculada, suponiendo esa renovación la renovación bautismal en Cristo Jesús, tal y como indicamos más detalladamente en los dos artículos anteriores.
A partir de ahora, una vez armados y teniendo conocimiento de las armas y defensas a nuestro alcance, desde El Correo de España pasaremos a poner en evidencia a masones, pérfidos judíos, judaizantes, protestantes y paganos, así como sus obras heréticas y paganas… Obras propias de la Sinagoga de Satanás que son toleradas aun hasta el Retorno del Rey, Jesucristo.
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