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Actual y aproximadamente, en una de cada cinco familias españolas con dos o más hijos en la casa, por lo menos uno de ellos es de una relación anterior. Esta nueva familia extendida es el confuso embrollo de relaciones creadas por el divorcio, la separación matrimonial y un nuevo matrimonio o nueva pareja. Supongamos que Enrique y Macarena se divorciaron y que Enrique se quedó con sus hijos Gonzalo y Federico, mientras que Macarena se quedó con Marta y Kiko. Enrique se casa con Eva, quien lleva consigo a sus hijas Eilen y Elisa, en tanto que su exmarido Daniel, quien tiene la custodia de sus hijos Francisco y Álvaro, se casa con Gloria, quien a su vez tiene la custodia de sus dos hijos, Adolfo y Ataulfo. Macarena se casa con Iván, quien se quedó con sus dos hijos, José y Jacobo cuando se divorció de Catalina, la que se quedó con sus hijas Leonor y Luisa. Así, Gonzalo y Federico viven con su padre y su madrastra, junto con Eilen y Elisa, y son periódicamente visitados por Macarena, Marta y Kiko, en tanto que ellos visitan periódicamente a su madre y a sus hermanos, Marta y Kiko, donde también ven a Iván y sus hijos, José y Jacobo, y posiblemente a sus hijas, Leonor y Luisa.

Si todos los miembros de la familia viven todavía, cada niño tiene ahora ocho abuelos, cuatro padres y ocho hermanos y hermanas, más algunos nuevos medio hermanos o medio hermanas que hayan venido de las nuevas uniones que pudieran haber llegado algún día.

Un rol institucionalizado, como el de padre o madre, el de abuelo y abuela, conlleva una guía reconocida para el comportamiento. Que me expliquen cómo razonar a los niños en la nueva familia extendida debidas a la ausencia de roles institucionalizados la función de la familia en la sociedad.

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Se me antoja que esto es como «el coño de la Bernarda»;  aunque «el Comité del Patrimonio Mundial» de la UNESCO haya decidido declarar el «Coño de la Bernarda» Patrimonio de la Humanidad argumentando que «forma parte del imaginario social y cultural desde tiempos ancestrales, nos conecta con el origen mismo de la vida y, aunque es un canto al placer de la carne, transmite al mismo tiempo un respeto por lo espiritual», tengo que decir que, tal y como se entiende este dicho actualmente, es aplicable a la situación de estas familias «desordenadas».

Desde el Ministerio de Cultura han declarado que «esto no es sólo un reconocimiento al Coño de la Bernarda sino también a todos los coños de España y del mundo, porque el coño es, hoy más que nunca, un coño global»; vaya chorrada.

Este reconocimiento incide en la necesidad de mantener al Coño Bernardino impoluto y preservado en un contexto en el que, en palabras de Cultura, «cualquier coño se compra y se vende en una sociedad alienada por el fetichismo de la mercancía».

Desde Cultura se ha aprovechado, también, para censurar «esa desnaturalización del coño que prescinde del frondoso y natural vello en pos de un rasurado frío, geométrico y sin romanticismo».

Nada y menos es lo que quieren los progresistas que quede de la familia tradicional: el coño de la Bernarda.

Autor

REDACCIÓN