España al límite de soportar a Pedro Sánchez. Por Ignacio Fernández Candela

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Muerte, caos, crimen encubierto, miseria… Si no fuese por la malversación de las subvenciones socialcomunistas, entregadas con ligereza criminal a todo tipo de inútiles de la radicalidad, la mayoría de las absurdas imposiciones de transformación social no existirían. Si tanto vividor de la sopa boba reivindicativa arma escándalo soliviantando la armonía de la convivencia, es porque está financiado con dinero público. La percepción de influencia progre en la sociedad española desaparecería en el momento en que los sectarios en el poder fueran expulsados de las poltronas donde financian un extremismo del que, perfectamente, se puede prescindir en España. Echándolos democráticamente de las instituciones tornaría la deseable normalidad en las calles, sin el oportunismo de los vagos y maleantes que viven como parásitos del sacrificio colectivo.

A pesar del intento de imponer con alaridos y montar el escándalo subvencionado, de coartar las libertades que discrepan del conato totalitario de pensamiento único; de imponer el dogma atrabiliario contra la paz social siendo el progresismo sinónimo de exclusión ideológica en apoyo de las más extremas causas de disgregación institucional, España pese a los embates de estas organizadas hordas de la radicalización no es progresista. Ni siquiera el camuflaje mediático de la repulsiva toma de poder que ha practicado el mayor tramposo y traidor de la democracia, con la ayuda de grupúsculos impulsados por intereses tabernarios, ha minorado la impresión de que los ciudadanos recelan de la progresía a medida de que las alternativas permiten confiar en otra órbita política que no los defrauda. Los próximos comicios van a convertirse en la oportunidad para que el pulso de las alianzas de centro derecha gane al impuesto durante años por una izquierda que ha mostrado manejar, con rastrera manipulación, el ventajismo de la unidad en contra de los intereses de España. Eso sí, habrá que estar atentos al juego sucio de la intervenida INDRA, del CIS, del INE y esperar alguna majadería o maldad sin límites a la que nos ha acostumbrado el sinvergüenza que ocupó, con bastas irregularidades, la poltrona monclovita de la que no querrá apearse, si tercia, ni muerto políticamente.

A diferencia de los que lo proclaman desde una izquierda sectaria subvencionada escandalosamente, España no es progresista y aborrece a Pedro Sánchez junto sus conmilitones despreciables. Es más, la España coherente que se expresa en las urnas-recientemente en Andalucía-cuando despierta demuestra conocer la experiencia de los dictados progresistas que terminan arruinando siempre el país. Otra cuestión es que el oportunismo izquierdista que maneja la propaganda engañosa haga creer lo contrario, pero se avista el fin del chollo de estos tiempos netamente polemizados, enfermos de parasitismo sin disimulo. Son ya muchos los años soportados como para cometer el error de repetirlos y por ello se augura un masivo crecimiento de otras expectativas con un posicionamiento sólido. La izquierda pierde la oportunidad que jamás debió brindar el cobarde Rajoy, y el electorado buscará que las alianzas de los partidos de derechas lideren en los municipios, autonomías y en el Gobierno.

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España no es sanchista ni progre, está tomada por trileros y sinvergüenzas, vividores sin atisbo de honradez que además vuelan en Falcon o Super Puma después de apropiarse sin escrúpulos de un gobierno y pretender transformaciones radicales sin legitimidad democrática; antes un miserable aprovechó una matanza del 11-M para encaramarse al poder y provocar los daños que hoy España padece. Si esa es la inmundicia sanchista, a España le sentará muy bien la falsa acusación de fascismo que impone, como antítesis de esta farsa frentepopulista, el puro sentido común.

Autor

Ignacio Fernández Candela

Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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