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Velázquez pinta en esta enigmática obra a un caballo blanco, esbelto y en posición de corveta, es decir, cuando estos animales se sostienen con sus dos patas traseras, mientras las delanteras están en el aire, en 1634.

Lo más significativo del cuadro es la ausencia de un jinete: el caballo va equipado con una silla de montar, pero no hay nadie sobre ella.

El grado de detalles que caracterizan la pintura; el color y la forma de esta nos hace darnos cuenta que realmente se trata de una obra acabada, por lo tanto este caballo solitario y protagonista es completamente intencionado.

Probablemente, el gran pintor barroco lo utilizara como modelo para algunos de sus retratos ecuestres, es la explicación más plausible.

Entre las tipologías de retratos barrocos, el retrato cortesano era uno de los más destacados, y a través de él, los retratos ecuestres se volvieron muy populares. Representar a reyes, duques y personajes de la nobleza sobre su corcel era una propaganda perfecta, otra manera de enaltecer aún más su poder. El papel del caballo era el equivalente a un trono, en este caso el de un trono ambulante, simbolizando que un rey era siempre un monarca, no sólo cuando estaba acomodado en su palacio, por lo tanto los caballos acababan siendo un elemento más de ese lujo.”

Como pueden comprobar la posición del corpulento animal es casi idéntica al retrato ecuestre que Velázquez hizo posteriormente al conde-duque de Olivares cuando ya era el hombre más poderoso de España.

¿Y cuál fue, realmente, el propósito de Velázquez al pintar el caballo sin jinete?

El Catedrático Sánchez Cantón, mi profesor de Historia del Arte en la facultad de Filosofía de Madrid (entonces, 1960, Director del Museo del Prado) nos contó a este respecto que había varias versiones sobre el tema. La primera y más fundada es que  Velázquez estaba diciéndole a la Corte y al propio Rey que hacía falta que alguien montase aquel caballo y con todo el Poder tratase de evitar el “desmadre” que vivía el país. Cataluña y Portugal sublevadas y Andalucía a punto. La economía por los suelos. Hambre y miseria por doquier y la nobleza perdida en un escándalo permanente… y el Rey, Felipe IV, mirando a otro lado y encerrado en el viejo Alcázar madrileño.

Según los más entendidos, sin embargo, el mensaje que Velázquez estaba mandando con su caballo sin jinete era que España necesitaba un Rey que se preocupara de los negocios del Estado y que luchara por mantener a toda costa la unidad de lo que quedaba del Imperio (aquel Imperio donde no se ponía el Sol).

Bueno, al final, el caballo blanco se quedó sin jinete y el jinete que se montó a caballo fue el Conde-Duque de Olivares, un verdadero “Sargento de hierro”, como pueden comprobar en la imagen que también reproduzco:

Dicho esto, y dolido por la desaparición momentánea (porque los viejos cowboys nunca mueren del todo) se me ha venido a la mente y hasta me he buscado y me he visto la película que se hizo en Hollywood, donde el general MacArthur abandona las Filipinas por la falta de medios para enfrentarse al avasallador Imperio japonés con unas palabras que pasaron a la Historia: “Amigos filipinos, amigos todos, no preocuparos por mi marcha. Os aseguro que VOLVERÉ”.

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¡Y volvió!.. ¡y ganó la guerra! Y eso es lo que yo te digo, mi querido Álvaro: “¡Volveremos!”.

Y como hablan de la manía de la famosísima Marilyn Monroe no te digo “adiós”, sino “hasta luego”.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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Aliena

«¿No preocuparos por mi marcha?» ¿En serio, Sr. Académico? Cómo caen las instituciones.

Pilar

A ver, srta/srto/srte. Rotenmeyer, ¿eso es lo que más le preocupa? ¿No puede llegar a pensar que no es lo mismo hablar que escribir y que, estos engendros, hay veces que van por libre? Aburre ud, un poquito con sus correcciones ¿le han dado ya su sillón en la RAE?.

Ramiro

Don Julio, celebro mucho poder volver a leerle.
Nos tenía preocupados.
¡Gracias, amigo!

Antón

Desde luego.
Si tan listo es, o cree ser (supongo será un triste profesor de lengua y literatura, ya jubilado, de esos que te hacían odiar la lengua y la literatura), no sé porqué no escribe sesudos artículos, y nos podemos reir un rato de sus ocurrencias.

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