15/05/2024 15:39
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Recientemente hemos visto en la tan traída y llevada moción de censura al gobierno, lo que da de si el parlamentarismo democrático o parlamentarismo popular que dicen otros, . Mentiras una detrás de otra, gritos, manzanas traigo en contestación a preguntas concretas y todo en una versión prostituida de lo que en su día pudo ser un sitio donde los elegidos por los ciudadanos hablar y resolver los problemas de quienes les eligieron.
D. Francisco, el profesor de Ciencias Naturales y Química de mi colegio Santiago, para Huérfanos del Ejército, hombre adusto y de pocas palabras donde los hubiera, con un expresivo mote sobre una minusvalía visual que ahora no viene al caso, sacó a la pizarra a mi compañero Ventura Pou y le preguntó por la lección del día que versaba sobre la calcopirita. Mi colega, que por lo que se ve ese día no había abierto los forros del libro le dijo: «D. Francisco:¿la calco qué?», a lo que D. Francisco sin levantar la cabeza del cuaderno de notas le espetó: «la calco que te sientes, que tienes un cero».
Pues bien, parafraseando a D. Francisco cabe decirle a nuestros políticos que tampoco han abierto los forros del libro de la Política (con mayúsculas) porque muchos de ellos al preguntarles por nuestra democracia nos contestarían «¿la demo qué?
Que no nos confundan, España no es una democracia. A lo sumo llega a una partitocracia, significando ésta: «la situación política en la que se produce un abuso del poder de los partidos» (RAE dixit) que no es otra cosa que la situación que vivimos.
Acaso, ¿es democrático que los nuevos señores feudales que conforman las cúpulas de los partidos políticos me impongan una lista cerrada con unos señores a los que salvo los primeros espadas no conoce ni dios y con los que hay que tragar al estilo del plato de lentejas que «si quieres las comes y si no las dejas». ¿Acaso es también muy democrático que ni siquiera esos señores de las listas hayan sido elegidos por sus greyes, en la mayoría de los casos?
Se achacaba al régimen de Franco de que sólo existiera el Partido Único, cuando ahora existen tres o cuatro partidos únicos, con más jerarquía, más verticalidad, más sumisión, peloteo y baboseo que existía en el Movimiento Nacional de entonces. Ni una voz disonante, ni un discrepante y todos esperando a ver si va en la lista y le cae el escaño o juega en el escañito de la segunda división de su autonomía, o la pedrea de una concejalía que si es de urbanismo tiene derecho a premio, por eso de el afane y las plusvalías.
¿Acaso es democrático que yo no pueda agarrar por las solapas al que representa a mi pueblo, distrito o sección censal y exigirle que de cuenta de lo que hace y me tenga que conformar en el parlamento, pleno municipal, o lo que sea a que, incluso con preguntas amañadas conteste eso tan de moda ahora de «manzanas traigo» o lo que antaño se decía «llamarse a andanas»?
Todo se resuelve con los latiguillos y cursiladas de la jerga «progre», tan abundantes en el lenguaje usual de diarios, TVs, radios, internet, etc, del estilo de: «la Constitución que nos hemos dado», «como no podía ser de otra manera», «de motu propio» (en vez de «motu proprio», sin el de y con r), ejemplos de una agrafía sin límites y una catetez supina de la gran mayoría de nuestros políticos.
Otro timo es el del llamado «estado de derecho», que en el caso español más se asemeja a un «estado de desecho» que a otra cosa. Un estado de derecho es llamado así, desde Montesquieu hasta nosotros, a aquel en que los tres célebres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial no están encamados, como es el caso de, en mayor medida durante eso que llaman «la transición», que digo yo será a algún sitio. O sea, a la nada, perdón, al desastre, que es lo que ha resultado ser.
De cómo se conforma el poder legislativo, el hacedor de las leyes, ya me he pronunciado, como bandas vacuas de ideas y llenas de consignas. Del ejecutivo, que es creatura mayoritaria del legislativo y que conformado a capricho del electo presidente, se encargará de desgobernarnos, como es el caso más cercano. Y el judicial que es el encargado de aplicar, cumplir y hacer cumplir las leyes y aplicarlas a todos por igual, garantizando que cada poder no se salga de su corralito competencial.
De Felipe González acá, en menor o mayor grado, estos tres poderes, como ya dije, han estado encamados . Pero del 2018 acá no es que estén encamados sino refocilados, no sólo entre si sino con los partidos políticos a través de sus asociaciones, los unos de «jueces para la democracia», otros los «profesionales», otros más de Tomás y Vitoria o de fulano o mengano. Su órgano de gobierno eso que llaman el CGPJ es un puro desgobierno, no ya porque no se renueve o se deje de renovar en plazo y forma, sino porque los juzgados están en su absolutísima mayoría manga por hombro y hechos unos zorros, en dotaciones, medios, plazos, etc.
El desiderátum es ya la obscenidad del Tribunal Constitucional, que aun no siendo un tribunal jurisdiccional, suele estar formado por paniaguados afines a los partidos, elegidos eso sí por votación, sean paisanos o jueces, hayan arrastrado o no sus togas por la mierda del piélago maloliente y cloacal de los bajos fondos del estado.
Como es bien sabido, las izquierdas, unas caídas del caballo y otras de vacaciones 40 años, lo han copado todo y lo han jodido todo, que ese es su empeño y su fin. La antaño derecha, hogaño centro, que va de la simetría centrada al vecindario de diestra o siniestra, según convenga, se muere de gusto por trincarle 1 millón de votos al Psoe, a la espera que mediante una transfiguración en el monte de Cuelgamuros baje un González II, para volver en comandita a las andadas.
¿Cómo va a haber democracia o separación de poderes si unos partidos secesionistas (mal llamados  nacionalistas o separatistas), que en votos son una asquerosidad minúscula se sientan en lo que llaman parlamento junto con otros partidos que con muchos más votos, gracias a una injusta y sectaria ley electoral? Que todos dicen querer cambiar y nunca lo hacen, ni harán. ¿Cómo va a haber democracia en  que en el llamado parlamento se sientan blanqueadores de asesinos, sino asesinos confesos, unos de hechos del más allá y los otros, del más acá?, algo inaudito en países que dicen «de nuestro entorno»  (otra cursilada).
¿Cómo va a haber democracia en un sistema profunda y profusamente corrompido, se mire a donde se mire, todo de cartón piedra, la mayoría trincando de nuestros impuestos y ahorros, unos para comprarse áticos (los pisos se les han quedado pequeños), otros para irse de comilonas pantagruélicas y luego de putas caras, mientras se se desmorona el escenario, el proscenio y la orquesta deja de tocar. Sin duda, todos ellos comportamientos muy democráticos (es ironía).
Finalizo con una frase de José Antonio Primo de Rivera, político y fundador de Falange Española, asesinado por sus ideas por el Frente Popular en 1936, recogida en el reportaje de Luis Méndez Domínguez, «Un hombre un partido», en Blanco y Negro, 11 noviembre 1934: «Poco más que esperar y observar, para ir señalando, cada vez que sea oportuno, la incapacidad del Parlamento para rehacer España.» Imposible encontrar una opinión más premonitoria y vigente después de casi 90 años.
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