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Los que ya tenemos cierta edad y peinamos canas (bueno, algunos las disimulan tiñiéndoselas porque de todo hay) somos capaces de recordar que hubo un tiempo (hace ya décadas) que en España dejó de haber una sola televisión, la «española» con dos cadenas, y pasamos a tener una amplia oferta, que no televisión de calidad, cuando comenzó aquello de las televisiones privadas. 

Cuando aquello echó a andar, al principio de los años 90 del siglo pasado, cuando gobernaba en España el Partido Socialista Obrero Español, con Felipe González Márquez al frente, la cadena Tele 5 emitía un programa con el nombre de «VIP-noche», en él se mostraban actuaciones de un ballet de llamativas mulatas que entonaban la canción del supuesto patrocinador del espacio: el Cacao Maravillao. 

El presentador del programa, Emilio Aragón, no paraba constantemente de referirse al producto, hasta el hartazgo. Emilio Aragón, se convirtió en una auténtica celebridad nacional gracias al programa. Hasta aquel momento gozaba de cierta popularidad y era conocido, sobre todo, como el más pequeño de la saga de «Los payasos de la tele». VIP lo convirtió en una auténtica estrella mediática. Su particular estilo de presentación, basado en la espontaneidad, el ingenio y dosis de humor blanco, le granjeó las simpatías de amplios sectores de la audiencia. Aprovechó el éxito para lanzar su disco «Te huelen los pies», en la Navidad de 1990 y llegó a convertirse en el auténtico símbolo de la cadena. Especialmente popular se hizo el atuendo con que presentaba el programa: smoking negro y zapatillas deportivas blancas. 

Lo más sorprendente del asunto es que el Cacao Maravillao no existía y nunca existió. El origen de la broma, del embuste, provenía de Italia. El canal de televisión italiano, también de nombre Tele 5, propiedad de Silvio Berlusconi creó el desconcierto e interés de los espectadores con idéntico truco. En un programa que parodiaba a la propia televisión, se consideró imprescindible dedicar un apartado a la publicidad. Así se inventó una pegadiza sintonía de inspiración brasileña y se eligió a un espectacular grupo de bailarinas para presentarlo. El éxito del anuncio fue enorme, a pesar de que en Italia se había avisado de que todo era falso. 

Aquí, en España, si no recuerdo mal nunca se dijo que fuera una broma, hasta que hubo transcurrido bastante tiempo. Fueron muchos los telespectadores que pretendieron adquirir el producto, y algunos comercientes se vieron en apuros por carecer de él en sus tiendas. Varias empresas quisieron entonces registrar el nombre de un cacao cuya publicidad resultó tan efectiva antes de que se demostrase su calidad. Pero llegaron tarde, Tele 5 había registrado ya el Cacao Maravillao. 

Pues sí, por aquel entonces en que la televisión Tele 5 hacía tales gamberradas, el Gobierno de Felipe González se dedicaba a desmantelar el Instituto Nacional de Industria y destruir el sector industrial español, efectuando la reconversión de la siderurgia, de la minería, de la construcción naval, de la automoción,.. También fue el Gobierno Socialista de Felipe González el que tuvo la maldita ocurrencia de reducir la flota pesquera, y aceptó –sin ofrecer la más mínima resistencia- la imposición por parte de Europa de cuotas que limitaron el desarrollo de la agricultura y la ganadería, siendo uno de los ejemplos más sangrantes el del sector de la leche, en el que actualmente somos un país en el que hay más demanda que producción propia. Todo aquello fue especialmente salvaje y doloroso. 

La industria automovilística, por ejemplo, se desmanteló por completo y las mejores empresas pasaron directamente a las multinacionales alemanas y francesas. En cuanto a la construcción de barcos España dejó de ser la tercera potencia mundial y tener una cuota de mercado en Europa del 5 por ciento, y redujo su producción a escasamente la tercera parte y apenas un 1,2 por ciento en Europa. 

Debilitando la base industrial de España, se conseguía lo que se proponía el gobierno felipista del PSOE: trastocar el desarrollo español y girar hacia una economía de servicios que hoy representa más del 62 por ciento del empleo total. En aquellos años duros de la reconversión, el número de parados pasó de 2 millones en el año 1982 a los casi 4 millones de desempleados en 1985, siendo en la actualidad de más de tres millones . 

En 1975 España era la octava potencia económica del mundo, hoy es la número 16. De una renta per capita del 83% -en 1975- respecto de los 9 países centrales de la UE, hemos pasado a ser el 70% en la actualidad. De poseer una industria que representaba el 36% del PIB, hemos pasado al 14%. De una fiscalidad del 10% al 50%. De un paro del 3% al 26%… 

Para que todo esto que estamos contando fuera posible, antes hubo otro presidente del gobierno, al que todavía no hemos mencionado: Un analfabeto funcional, de nombre Adolfo Suárez, sin el menor sentido del Estado; él y sus secuaces, dividieron España en 17 trozos-taifas, de forma arbitraria y crearon una Constitución-basura y legalizaron a partidos que tienen como único objetivo destruir la nación… ¡Sin duda algo único en el mundo! Adolfo Suárez y sus secuaces enchufaron a casi dos millones y medio de familiares, amigos y correligionarios, montando un estado que despilfarra más de 100 mil millones al año, sobornaron a los medios de información, convirtiéndolos en «medios de manipulación de masas», controlaron la educación y maximizaron el expolio. Fue con Adolfo Suárez que se pusieron las bases para convertir al Estado Español en un una organización dedicada al expolio y al saqueo de los ciudadanos, con un sistema impositivo (fiscal) cuyo único objetivo es robar todo lo posible a los españoles que producen. Un dinero que se reparten entre ellos y su red clientelar. 

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Adolfo Suárez, tal como decía, inició el camino de la desindustrialización, del saqueo y la ruína de España, que luego continuó el gobiernos socialista de Felipe González. 

Ni que decir tiene que, como resultado de la «reconversión industrial» emprendida por Felipe González y sus secuaces, España quedó convertida en un enorme páramo desindustrializado. Para entender lo que fue en los años 80 y 90 la llamada reconversión industrial española, tenemos que retroceder un poco antes, a los estertores del franquismo y la denominada «Transición». Hoy la industria representa el 16% de nuestro PIB, pero en la España de 1975 suponía el 30%. Desde finales de los años 50 España había vivido un acelerado desarrollo industrial a través del Instituto Nacional de Industria… 

Aunque el discurso era el de la reconversión y modernización, pronto el PSOE dio por perdidos muchos sectores industriales y demostró que su intención era liquidarlos, en lugar de modernizarlos. La llamada reconversión industrial se puso en marcha, para que una industria, la española, supuestamente poco competitiva, tanto en Europa como a escala internacional, se modernizara; para hacer rentable la industria española, grandes empresas estatales fueron saneadas con dinero público, para posteriormente ser vendidas por muy poco dinero, o mejor dicho, regaladas a empresas europeas, algunas de ellas, a veces también de titularidad pública. 

El PSOE de Felipe González, al mismo tiempo que hablaba de modernizar a España, practicaba un gasto sin control, la «cultura del pelotazo»: lo importante era enriquecerse con rapidez, dándole prioridad a la especulación y el nepotismo frente al trabajo bien hecho. 

Y mientras todo esto sucedía, Tele 5 seguía distrayendo y embruteciendo a los españoles, con la telebasura acompañada del ballet del «cacao maravillao», empezaron a destaparse más y más escándalos: La llamada «guerra sucia» contra la ETA, mediante los GAL, la corrupción de los «fondos reservados», el caso Roldán, recientemente muerto, (director de la Guardia Civil socialista), el caso Paesa, el caso Juan Guerra («mienmano»), el caso Filesa, Mario Conde, Flick, Intelhorce… sin olvidar la expropiación, muy peculiar ella, del imperio Rumasa de la Familia Ruiz Mateos. Mientras se dedicaban a estas tropelías, también les dio tiempo a decretar una moratoria nuclear que, todavía dura y que nos hace depender energéticamente del exterior, luego la situación ha empeorado con el ruinoso negocio de las energías renovables, promovido por otro socialista, de nombre José Luis Rodríguez Zapatero del que, algunos no desean acordarse… Tampoco se olvidaron de cargarse el sistema público de enseñanza, y decretar la muerte de Montesquieu… y algunas cosas más que sería muy extenso de contar. 

¡Ah, olvidaba contar, además les dio tiempo a montar unos juegos olímpicos, un campeonato mundial de fútbol, y la fastuosa exposición universal de Sevilla! Ni que decir tiene que, hubo muchos «mienmanos» y emprendedores de la cuerda socialista que consiguieron pingües beneficios al ritmo del ballet del «»Cacao Maravillao». 

La situación económica al final de la etapa de Felipe González era realmente penosa. El paro ascendía al 23%, el déficit público al 6,7% del PIB y la deuda al 70%, los valores más altos de nuestra historia. Y como guinda del pastel, la Seguridad Social estaba en quiebra y los intereses al 20%: el socialismo volvía a batir récords de ruina para España. 

El ministro de Hacienda de González, Carlos Solchaga, el gran apóstol del pelotazo, llegó a afirmar públicamente: «España es el país del mundo donde más rápido puede uno hacerse rico», cualquiera con poder de decisión puede exigir comisiones con total impunidad, algo que se convertiría en el procedimiento habitual para obtener contratos públicos, recalificaciones y cualquier tipo de favor político. 

Luego vino el José María Aznar y siguió bailando a ritmo del ballet «Cacao Maravillao», y para no ser menos progre siguió desmantelando, éste se dedicó a desmantelar el estado unitario y transfirió todo lo que se le ocurrió –generoso que era el Sr. Aznar- a las diversas taifas y sus oligarquías y caciques, vaciando de contenido la mayoría de los ministerios del Gobierno Central. 

Aznar fue el gran presidente amigo de los separatistas, en contra del mito que afirma lo contrario. Les cedió las competencias de tráfico, justicia, educación, cultura, empleo, puertos, etc. Eliminó la figura del gobernador civil, que fue sustituida por un subdelegado casi sin competencias. Aznar, a pesar de que tenía posibilidad de hacer lo contrario, no puso impedimento para frenar la Ley de Política Lingüística emprendida por los separatistas de Cataluña, que discriminaba gravemente a los hispano-hablantes; y para recochineo, impidió que se recurriera ante el Tribunal Constitucional y prohibió al Defensor del Pueblo que emprendiera alguna acción contra ella. Esto fue el impulso decisivo a la sedición. 

El supuesto ‘éxito’ económico que se le atribuye al gobierno del PP fue una gigantesca farsa. Aznar consiguió, a través de los fondos de la UE, 50.000 millones de euros en su mandato, que se despilfarraron  en mantener a vagos y caraduras a través del PER -subsidios agrarios- y del gasto en infraestructuras innecesarias. La venta de las grandes empresas públicas a precio de saldo a los oligarcas supuso 40.000 millones más. 

Aparte del dinero de la UE, el crecimiento económico de Aznar fue un engaño: se debió, esencialmente, al endeudamiento masivo y disparatado de familias, empresas y bancos, facilitado por nuestra entrada en el euro. Durante su mandato el PIB se incrementó en 340.000 millones de euros, pero la deuda privada lo hizo en 710.000. 

Deuda que no sirvió para mejorar la industria nacional ni la productividad, sino para fomentar la especulación y aumentar la burbuja y favorecer a una más que discutible expansión internacional de algunas grandes empresas. A todos los «logros» de Aznar hay que sumarle la ley de las energías renovables, que permitió pelotazos increíbles, y la escandalosa concesión de licencias UMTS, Sistema universal de telecomunicaciones móviles, Universal Mobile Telecommunications System, por 85.000 millones de pesetas a sus amigos, frente a los 2-3 billones que ingresaron los gobiernos del resto de Europa. 

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 Como era de esperar, dado que los verdaderos «progresistas» no estaban por consentir que les robaran el discurso, y menos todo el entramado clientelar que habían montado a lo largo de los años… pues vino lo que vino aquel mes de marzo de 2004 de los atentados de los trenes de Atocha… Y de ese modo España recuperó plenamente el ritmo del ballet «Cacao Maravillao»… Zapatero sería una auténtica plaga bíblica que generaría la mayor crisis económica, política, moral e institucional de la historia de España. Zapatero se rodeó de un equipo ministerial que parecía sacado de una escombrera, un auténtico insulto a los españoles: nos excluyó del mundo civilizado. Con Zapatero se cumplió la famosa Ley de Murphy: «Todo lo que puede ir mal, irá». 

El desastre Zapatero superó ampliamente al de Aznar. En euros constantes, el PIB creció en 270.000 millones durante su mandato, pero el endeudamiento privado se incrementó en 1,02 billones, y para acabar de arreglarlo, la deuda pública se disparó en 400.000 millones. Para crear un punto de PIB nos endeudaron en cinco. ¡Realmente de traca! 

En 2007, José Luis Rodríguez Zapatero y sus ministros negaron la existencia de una burbuja inmobiliaria e incitaron a la gente a endeudarse, «porque cuanto más se endeuden, más ricos serán» y negaron que la crisis financiera mundial nos afectara. En 2008 manipularon las cifras de crecimiento para ganar las elecciones. Negaron la crisis una y otra vez: «España juega en la Champions League» dijeron; permitieron a bancos y cajas falsear los balances con la ayuda del Banco de España. Al final llevaron a tres millones de personas al paro, destruyeron el sistema de cajas de ahorro y permitieron los mayores robos y latrocinios de la historia de España. Este indigente mental negó la existencia de España como nación y, ya para colmo de males, aprobó el Estatut de Cataluña, votado sólo por un 30% de catalanes,… Zapatero fue el jefe de la quinta columna del separatismo vasco y catalán en Madrid. 

Más tarde dado que los músicos de ballet «Cacao Maravillao» empezaban a sonar mal y distorsionaban demasiado, el equipo directivo del cártel mafioso partitocrático acabó contratando a otro director de orquesta, esta vez de la «derecha boba» para que les hiciera el trabajo sucio… siempre al ritmo del ballet «Cacao Maravillao». 

Y, como decía la cantante Patricia Monterola: 

«Que el ritmo no pare, no pare no, que el ritmo no pare. Que el ritmo no pare, no pare no, que el ritmo no pare. Que el ritmo no pare, no pare no, que el ritmo no pare. Que el ritmo no pare, no pare no, que el ritmo no pare. 

Toda la gente que vino a esta fiesta, que olvide todo y tan sólo se divierta. Eso es lo que quiero que se viva aquí, y que toda la noche que se baile, sí. Me dicen que tengo tumbao’ por eso a todos los tengo embrujaos. Mira que se está encendiendo, que sube el calor. 

Manos arriba los que vienen a esta fiesta, no se aceptan quejas ni tampoco protestas. Todas las mujeres y los hombres muy cerca, pa’ que se sienta la sangre en sus venas. 

Si te gusta a ti, ay muévete y no pares, y no pares, sigue sí. Que el ritmo es tan rico, que sí, que sí, que sí, que sí. 

Acércate un poquito, acércate un poquito, dame un besito nene, que esto está muy rico. Porque yo quiero que, que el amor sincero vuelva. 

Cuarenta grados de temperatura, con ese movimiento eres una tortura. Me gusta bailar a oscuritas sin luz, y mi corazón haciendo tun, tun, tun. 

Baila como quieras, qué cosa más buena, baila como quieras, qué cosa más bella. Me gusta bailar a oscuritas sin luz, y mi corazón haciendo tun, tun, tun… 

Que el ritmo no pare, que el ritmo no pare. 

Que el ritmo no pare, que el ritmo no pare. 

Que el ritmo no pare, no pare no, que el ritmo no pare. Que el ritmo no pare, no pare no, que el ritmo no pare…» 

Y en fin, para que ese ritmo del ballet «Cacao Maravillao» nunca pare, los que cortan el bacalao decidieron rejuvenecer la orquesta, empezando por el «director», un tal Pedro Sánchez, auxiliado por un tal Pablo Iglesias… Tan vacuos, tan impostados, tan falsarios como el anuncio del «Cacao Maravillao», pues no se olvide que los partidos del consenso socialdemócrata son eso… 

                                                                                                        Y, tras la «plandemia», dado que, en estos momentos la orquesta empieza, nuevamente a desafinar, a sonar mal, los que realmente mandan, han decidido que el nuevo director sea un tal Alberto Feijóo, apoyado por Santiago Abascal, para que, la fiesta no pare, para que, una vez amansado el pueblo español, enderecen lo que los socialcomunistas han torcido, y así el ritmo no pare, y todos sigamos bailando y cantando tal cual nos invitaba Emilio Aragón con su falso «Cacao Maravillao» 

 

¡Que el ritmo no pare! 

Autor

REDACCIÓN