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Sr. Director.
El asesinato de Don Diego Valencia, sacristán de la iglesia Nuestra Señora de la Palma, pone a debate otro de nuestros grandes problemas nacionales: la invasión musulmana. Ahora bien, sin querer llevar la cuestión hasta ese extremo, sólo apuntado, esperemos que el luctuoso suceso sea un caso puntual, y que los moros no tengan pensada la conquista de lo que consideran suyo, comenzando por matar fieles católicos. No obstante, sabiendo la cantidad de ellos que viven en España, no es descartable que tengamos que organizar unidades de vigilancia, y de momento contar con la protección del Gobierno en nuestras iglesias. Con lo que también evitaríamos que Rita Mestre, u otra de su calaña, nos vuelva a enseñar las tetas.
Dicho lo principal, tampoco está de más que la Jerarquía de la Iglesia Católica comience a considerar, con la gravedad que merece, la cuestión musulmana en Europa, pese a que, con un criterio totalmente extraviado y viciado, considere que como interlocutor social no tiene soluciones a esta cuestión en orden a un sano pluralismo.
Atentamente.
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La Conferencia Episcopal Española no se atreve a poner el dedo en la llaga, ante el asesinato de un sacristán católico por un marroquí, con el argumento de que «todas las religiones predican la paz», lo cual es absolutamente falso y un engañabobos.