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Se cumplen 40 años de una serie de golpes policiales coordinados contra la organización terrorista ETA que fueron definidos en aquel momento como una de la mayores ofensivas policiales contra la banda terrorista desde 1975. Eran años muy duros de violencia terrorista, lo que se ha conocido como “los años del plomo”. En 1980 la banda criminal había asesinado a 96 personas, la cifra anual más alta de su historia.

A partir de marzo de 1981 el gobierno de UCD de Leopoldo Calvo Sotelo impulsó una serie de medidas antiterroristas nuevas para intentar enderezar el curso de una “guerra “que el Estado estaba perdiendo.  Se desplegaron unidades militares especializadas de “Cazadores de Montaña” en la frontera pirenaica de Navarra con Francia  para intentar interceptar el paso de terroristas etarras desde Francia a España para cometer atentados. Se creó un Mando Único de la Lucha Contraterrorista a cargo del comisario Manuel Ballesteros. Se multiplicaron los controles de la Guardia Civil en las carreteras vascas. El Congreso tramitó por la vía de urgencia los proyectos de ley sobre delitos de rebelión y terrorismo y otro sobre los estados de excepción, alarma y sitio (aunque este último al final no se aprobó)

A finales de septiembre de 1981 el ministerio del Interior desplegó un fuerte número de policías en lo que llamó “Operación  Escorpio”, un operativo destinado a evitar atentados etarras contra altos mandos militares en la capital española y la llegada de un nuevo ”Comando Madrid” etarra a la ciudad, que se temía inminente. Fruto de esta operación fue detenido en Madrid el 25 de septiembre el etarra Juan Antonio Madariaga. Además fue desmantelada toda una red de colaboradores  de ETA, siendo detenidas 9 personas, todas ellas vinculadas a la extrema izquierda madrileña. Concretamente se supo que los miembros de ETA llevaban años alojándose cuando querían atentar en Madrid, en el chalet de Torrelodones de la activista feminista Jimena Alonso y su hija Aída, que fueron detenidas. En un bosque cercano a ese chalet se encontró además un “zulo” etarra lleno de armas.

Como resultado de estas detenciones y de una confidencia obtenida por la Guardia Civil, en la mañana del 21 de octubre de 1981 agentes del Instituto Armado establecieron un control con 2 tanquetas, 2 furgonetas y 16 agentes en la autopista Bilbao- Behovia cerca de la localidad guipuzcoana de Rentería. Se había recibido la confidencia de que iba a pasar por allí aquel día un Seat 131 granate con matrícula de Soria  en que viajaban miembros de ETA “militar”.  Durante una hora los agentes pararon a todos los coches granates o de tonalidad rojiza. A las 10 30 de la mañana apareció un coche como el que se buscaba, que fue parado. Después de un rato en que los etarras intentaron engañar a los agentes enseñándoles DNIs falsos, en un momento determinado cuando los etarras iban a ser cacheados, en un movimiento muy rápido sacaron sus armas y dispararon con  metralletas sobre los guardias civiles aunque sin alcanzarles. Los terroristas intentaron alcanzar corriendo un terraplén proximo y tirarse por él lo que les hubiera dado opciones de escapar, pero fueron abatidos por ráfagas de metralleta de los agentes de la Guardia Civil.

Los etarras muertos eran José Andrés Izaguirre Gogorza “Gogor”, a quien se atribuían 12 asesinatos y José Jáuregui Altube ”Josetxo”. Un tercer etarra, Carlos Martínez de Bastarrica se quedó junto al coche y se entregó a los agentes. “Gogor”era uno de los etarras más buscados de la época. Iba a ser el jefe del nuevo “Comando Madrid” que la banda quería organizar en aquel momento, ya que era un hombre con experiencia criminal y que conocía Madrid perfectamente. El Ministerio del Interior había llegado a ofrecer una recompensa de 9 millones de pesetas a quien ofreciese datos sobre su paradero.  A principios de febrero de 1981 “Gogor” había logrado escapar de la desarticulación del anterior ”Comando Madrid” tras un intenso tiroteo entre sus miembros  y  la Policía Nacional en la Plaza de Neptuno, en pleno centro de Madrid. En aquella ocasión fueron detenidos los etarras Isidro Echave y José Arregui ( que moriría unos días más tarde).

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Como consecuencia de esta operación en la autopista fueron detenidas 19 personas más en Vascongadas y Navarra, siendo desarticulado el “Comando Nafarroa”, la célula terrorista que operaba en Navarra, siendo incautada una gran cantidad de armas en un local de Pamplona.  En Vergara (Guipúzcoa) murió de un infarto una mujer de 58 años cuya vivienda estaba siendo registrada por los agentes de la Guardia Civil por haberse hallado su número de teléfono en los papeles de “Gogor”.

La acumulación de todas las medidas antiterroristas citadas anteriormente aunque no fueron ni mucho menos decisivas, sí tuvieron un cierto impacto. Sobre todo el despliegue del Ejército en los Pirineos aunque no acabó, desde luego, con los atentados, sí contribuyó a dificultar los movimientos de los terroristas. Además ese año una de las facciones de la banda, la llamada ETA político-militar  (p-m) dejó las armas. En 1981 ETA asesinó a 31 personas, que aún eran muchas pero eran dos terceras partes menos que las 96 de 1980. El libro de Antonio Elorza, José María Garmendia, Gurutz Jáuregui y Florencio Domínguez “La historia de ETA” (2000) señala:

El año 1984 registra 201 atentados de ETA por lo que puede considerarse el último del ciclo alto de violencia iniciado en 1978, ya que desde entonces no ha vuelto alcanzarse una cifra tan elevada de actos terroristas. La acción policial de los años anteriores había supuesto un serio desgaste para las células etarras, especialmente de los comandos” legales” (formados por activistas no fichados y que hacían vida normal la mayor parte de la semana), cuyo número venía descendiendo desde 1981. La pérdida de estos grupos, que en 1983 fueron responsables del 80% de los atentados de ETA, tiene como resultado una drástica reducción del nivel global de violencia.  En el periodo 1980-1984 ETA organiza 61 nuevos grupos legales pero pierde 90, lo que supone una seria erosión de su capacidad operativa.

En 1985 se registran 148 atentados de ETA lo que supone una disminución del 26,3% respecto al año anterior. La reduccción en 1986 es aún mayor, un 36 por ciento respecto a 1984. Los comandos “ ilegales” no son capaces de compensar la reducción de las actuaciones que durante los años anteriores habían llevado a cabo los integrantes de la otra estructura armada, los ”legales” y por ello la crisis de ésta se traduce en una pérdida de poder de la organización terrorista, que ya nunca volverá alcanzar los niveles del periodo 1978-1984.”

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En definitiva, a principios de los 80 la acción de las Fuerzas de Seguridad del Estado empieza a dar efectos y la avalancha etarra de finales de los 70 empieza a ser contenida pero aún quedaban, por desgracia, muchos años de terrorismo y sufrimiento para la sociedad española.

Autor

Rafael María Molina