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“Primum non nocere” Es una máxima que acompaña a la profesión médica desde sus inicios. No forma parte del juramento hipocrático, pero se le atribuye a él.
En uno de mis viajes a Galicia, me adentré en el interior para conocer lo que no se conoce habitualmente en los viajes programados. En un pueblo como aquellos que narró Valle Inclán en sus esperpentos, y en el que se asentaban tres casas de indianos; en una de ellas, la que parecía de mayor importancia por su tamaño y su construcción, al escudo de blasón, un lema lo circundaba: “No hacer daño”. Preguntando su origen, me dijeron que el indiano que volvió rico de las Américas, fue un hombre cuyo lema era procurar no hacer nunca daño a nadie, muy al contrario, hacer todo el bien posible. Si todos tuviéramos ese lema este mundo sería mucho mejor.
Tras doce años de su vida dedicados a prepararse para sanar, evitar el dolor y salvar vidas; el médico se encuentra con unas leyes dictadas por políticos ausentes de la más mínima sensibilidad que le permiten legalmente acabar con la vida de un ser antes de nacer y terminar con la vida de quien “está cansado de vivir”. Afortunadamente para nosotros, la mayoría de nuestros médicos se esfuerzan en atendernos, curarnos y salvar nuestras vidas.
La máxima “Primum non nocere” que acompaña a la medicina desde siempre, debería ser aplicada en muchas profesiones y, por supuesto, en las relaciones cotidianas entre las personas. Hay una profesión (la política) donde esta máxima debería ser de obligado cumplimiento y, al tiempo que el político jura la Constitución, debería jurar “no hacer daño”. Una utopía ¿verdad? Lo sé. A los políticos no le importa el daño que causan a los ciudadanos y a las instituciones, cuando de ese daño se deriva un beneficio para ellos y para su partido. En España, desgraciadamente, los políticos hacen daño a los ciudadanos y a las instituciones, y lo hacen sin ningún escrúpulo, por aferrarse al poder. Otra profesión hay en esta piel de toro que debería hacer un juramento en que se incluya el “primum non nocere”, esa profesión es el periodismo. Otra utopía ¿verdad? Lo sé.
Es una quimera el pensar que el periodismo actúe en función de la ética y la verdad, que no haga daño a quienes, ingenuamente, confían en una prensa libre. Esta no existe porque la mayoría de los medios están al servicio de su señor al que rinden pleitesía. Son muy pocos los medios que procuran no hacer daño con la manipulación y la mentira. La mayoría de ellos, capitaneados por los de mayor difusión, manipulan, tergiversan, pervierten, falsean, esconden la verdad, sabiendo que con ello hacen daño a los confiados ciudadanos.
La suma gobierno más medios de comunicación, esa suma perversa, hace daño a los ciudadanos, a las instituciones; en definitiva, hace daño al país. Esa ecuación – para desgracia de España y de los españoles – está perfectamente desarrollada aquí.
Podría parecer que el incumplimiento del juramento de aplicar la ética y la verdad y no hacer daño, se da igual en la medicina y en la política. No es así, porque los médicos cumplen en su mayoría con el juramento hipocrático y el no hacer daño; sin embargo, los políticos en su inmensa mayoría no cumplen con la ética y la verdad importándoles un bledo hacer daño si de este se deriva un beneficio para ellos y sus partidos. Y no olvidemos el mercantilismo mercenario del periodismo.
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