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El 20 de diciembre de 1973, a primera hora de la mañana me encontraba en el lateral de Galerías Preciados de la calle de Goya, montando el stand fotográfico para los «reyes magos» de aquellas navidades, cuando un tremendo estampido rasgó el aire. En ese momento no sabíamos que había sucedido, pero en pocos minutos el ruido de las sirenas de las ambulancias, el paso raudo de los bomberos del cercano parque de la calle de Alcalá y los vehículos de la policía tras ellos, no presagiaba nada bueno. ETA estaba en el inicio de su gran escalada y como luego confirmaron las fuentes oficiales, había hecho de las suyas: El Presidente del Consejo de Ministros, Luis Carrero Blanco había sido asesinado junto a sus acompañantes, con una gran explosión que elevó su vehículo por encima de un edificio anejo a la iglesia, de la que acababa de salir, tras oír misa.

 

Hoy muchos años después, ya no soy un fotógrafo que se ganaba la vida para poder estudiar en la Universidad. Tampoco soy tan joven, más bien demasiado mayor en experiencias sobretodo y además, hace mucho que deje de creer en la versión oficial de cualquier noticia, de hecho cuando la televisión engañosa o espantosa, telecuatreros y asimilados me cuentan algo, se que es eso…, un cuento. Aunque, ya en ese momento una frase del Caudillo me dejó pensativo, igual que a muchos españoles: «No hay mal, que por bien no venga», algo verdaderamente inaudito ante la muerte del que quizás era su mejor amigo.

 

Franco tenía en ese momento demasiados años, apenas dos le quedaban de vida, la naturaleza no perdona y tampoco el que el hombre más poderosos de España, que presumía de «dejarlo todo atado, y bien atado», no se hubiese preocupado de hacerlo en su propia casa pues, el propio local del servicio médico de su palacio, era peor que tercermundista. Por ello cuando poco tiempo después sufrió un problema abdominal con fuertes hemorragias, fuese tratado de primera instancia, a un nivel del pueblo más abandonado de la Castilla profunda y acabase siendo trasladado al mejor hospital de España, cuando aquello ya no tenía remedio. Igual que no tenía remedio la operación político-económica que, aunque iniciada mucho antes, se puso en marcha con la voladura del Almirante Carrero.

 

Como a la gente en general le gusta llamarme conspiranoico, pues añadiré a la plantilla de integrantes de la conspiranoia a la escritora y periodista Pilar Urbano y a su libro «El precio del Trono». Interesante libro donde se cuenta en parte la historia del porqué de muchas cosas y que yo se lo voy a resumir a mi manera y con mis datos en unos pocos párrafos. ¿Por qué Carrero subió a los cielos con coche oficial incluido? Y porque de la frasecita de marras. Aunque, quizás la explicación esté en libros ya muy antiguos como «Misión de Guerra en España», por el que fue embajador USA en Madrid en plena Guerra Mundial, Carlton J. H. Jayes, un embajador por ser amigo del Presidente USA, o de con el personaje con quien más relación tuvo en la capital española, Serrano Suñer, autor de «Entre Hendaya y Gibraltar». Dos libros de los años cuarenta, que sirven para abrir boca de algo, que está todavía en marcha, aunque empezase mucho antes.

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Las semanas pasadas les hablé de cómo España hereda de Portugal el Sáhara, de cómo se levantan los primeros asentamientos y de un geólogo, un tal Alía, que encontró petróleo en el Sáhara Español y en Guinea Ecuatorial en los años cuarenta. Pero aquellos descubrimientos fueron metidos en el congelador de lo que en un futuro vendría bien a España, pero nadie evitó que los Servicios Secretos, que como ya dijo el almirante Wilhelm Franz Canaris, «estos no tienen porque tener los mismos intereses que los países a quien pertenecen». Como ya demostró el asesinato de Carrero.

 

Pilar Urbano nos cuenta, y se queda corta, de los tejemanejes, del judío-alemán nacionalizado estadounidense, Henry Alfred Kissinger en la ultima planta de la Embajada Norteamericana, apenas a doscientos metros de donde moriría Carrero.

 

Desde 1945, España era la patata caliente de los Aliados Occidentales, en definitiva de los padres del «Globalismo Actual», pero la patata les venía bien para luchar contra el antiguo aliado de la recién acabada guerra. España iba a ser el chivo expiatorio de muchas cosas, desviando así las miradas de la realidad. La descolonización de África, algo que daría paso a los intereses económicos judeo-norteamericanos, mientras se aparentaba otra cosa. La liquidación de Francia y de lo que quedase de los Imperios Europeos y España sería «la cortina de Humo». Por eso, Franco, siempre siguió ahí. Francia perdió el norte de África, nosotros perdimos el Rif y, tras una corta guerra no declarada, Franco decidió entregar Sidi Ifni, siguiendo las orientaciones internacionales.

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Pasan los años y se comprueban los inmensos yacimientos de gas, petróleo, teluro, uranio, oro,etc…, pero no es el momento y además Franco y Carrero no quieren renunciar a las inmensas posibilidades que a España le dan esas riquezas. Los norteamericanos aprietan, la respuesta es el convenio con la Unión Soviética para que sus barcos faenen en la plataforma sahariana. Esto frena a la familia Rockefeller, la diplomacia española consigue un ten con ten y Francia que quiere desligarse de los USA, acuerda con España y terceros países otra alianza fuera de la OTAN. La respuesta USA es organizar a través de terceros el Mayo del 68 y grupos terroristas en Europa, que figuran como comunistas, pero que se nota que no, para liar a Francia y aislarla de España. Pero, Carrero lo tiene muy claro al poner en marcha la primera bomba atómica española, aprovechando el accidente de Palomares. Mientras en el Sahara, el Almirante se compromete por escrito a la «Djema’a» que da la independencia el uno de enero de 2.000, con ciertas condiciones de relación presente y futura, y que estos aceptan.

 

Pero…, la unión con Francia en temas de defensa, la bomba atómica que ahora duerme en un bloque de cemento en la Ciudad Universitaria de Madrid y los fosfatos que desean los Rockefeller, junto con todo lo demás, ponen en marcha la «Operacion Ogro», lo dice Pilar Urbano, yo solo lo reflejo. Y así ETA prepara un atentado que quizás no hubiese matado a Carrero, sino hubiese sido porque la noche del 19, se incluyeron en el sótano minas contracarro de última generación, que multiplicaron la explosion. Y de ahí 20 de diciembre de 1973, al final. Pero el final será otro día y se llamara «Como se descoloniza una provincia, que no colonia» y de paso nos aseguramos un buen futuro, unos cuantos que no son los españoles como pueblo. Y ahí lo dejo…

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REDACCIÓN