21/11/2024 07:37

A la memoria de Blas Piñar

(28 enero, 2014 – 28 enero, 2024)

Un sistema político que transgrede la ley natural, esto es, la propia de la naturaleza del hombre, definida por Santo Tomás de Aquino como “la participación de la criatura racional en la ley eterna” (I-II.94) … ¿Puede sostenerse?

Más concretamente… ¿Puede el hombre ir contra su propia naturaleza negando el carácter absoluto del conocimiento de la Verdad, al hacerlo depender del sujeto que conoce? ¿Es el fin del hombre y de la sociedad la creencia que dicta que el placer es el principio más importante en determinar la moralidad de cualquier acción?

La deriva del régimen del 78, que es, fundamentalmente, de orden moral, ha traído una gran cantidad de críticos, otrora defensores impenitentes de las bondades de este sistema, del que han terminado hartándose. Ahora bien, siguen confundidos.

Siguen confundidos, porque lo importante a la hora de organizar la sociedad no es tanto buscar que las cosas funcionen más o menos bien sobre compromisos consensuados, casi siempre temporales, sino plantear la cuestión de fondo… ¿Cuál es el fundamento de la sociedad y del Estado?

La pregunta es fundamental, por cuanto de ella dependen los valores que han de constituir la base de la acción política y de la convivencia social. Base que determina, que la ley, aun siendo expresión de la voluntad, esté condicionada ética-jurídicamente por una voluntad superior, Dios, fundamento último del hombre y del orden social.

Condicionada por una Voluntad superior, decimos, porque los actos humanos no son neutros, y la política sin unos principios morales puede convertirse en una práctica maquiavélica, donde el fin justifica los medios –asesinato de Don Luis Carrero Blanco, elección de Adolfo Suárez como presidente de Gobierno, matanza de los Abogados de Atocha, asesinato de Juan Ignacio González, suceso del 23-F.-

Ahora bien, el sistema político actual prescinde de la moral que dimana de la ley natural, impresa por Dios en el alma de los seres humanos, por lo que la política no se inspira en una ética objetiva y universal, sino que atiende a la conveniencia de la sociedad según el juicio de la mayoría numérica, por lo que la sociedad corre el riesgo de caer en un subjetivismo y, de ahí, en el relativismo, camino que lleva al escepticismo y, finalmente, al nihilismo. A partir de cuyo momento hablar de valores será una mera cuestión estética.

Así pues, la ley natural debe inspirar todo el ordenamiento político, que debe ser permanente, inmutable, inviolable y universal, porque la naturaleza humana y sus fines intrínsecos no cambian con el pasar de los tiempos y las edades. Sin que ello quiera decir que no quepa un progreso histórico en su conocimiento y aplicación.

Hagámonos a modo de resumen una última pregunta… ¿Puede el hombre o una suma de hombres, todos ellos imperfectos y limitados, auto obligarse a ser buenos sin más apoyo que su decisión?

Han pasado los años, muchos aún éramos jóvenes, y escuchábamos a Blas Piñar…. “¡No es la gestión, es el sistema!”.

Se necesitaría hoy lo que nos dijo en tantas ocasiones, concretamente en la última parte del discurso “Las tres posiciones” que dictó el 17 de enero de 1976 (Fuente / Revista Fuerza Nueva, nº 473, 31-Ene-1976), cuando todavía hubo tiempo de darse cuenta de hacia dónde nos conducíamos…

Un rearme ideológico y moral, como el que nosotros predicamos por toda España, es tan necesario como urgente. La duda doctrinal o táctica que lleva a la división o a la dispersión, deprime y desmoraliza. Por eso requerimos una gimnasia mental y espiritual que nos defienda e inmunice frente a la propaganda adversa y al ánimo entreguista. Esa gimnasia, y la reflexión atenta del mundo que nos circunda, y el recuerdo del heroísmo de nuestros mejores camaradas, será un estímulo constante para nuestra entera dedicación a la gran empresa de la unidad, de la grandeza y de la libertad de España.

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No olvidemos, como el Señor nos dijo, que el que trata de salvar su vida la perderá, y que no hay mayor amor que dar la vida por los amigos”.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha
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Observador

Exacto. No es Pedro Sánchez ni los anteriores ni los que vengan. Es el Régimen.

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