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En estos días han acelerado la presión sobre los “no vacunados”. Aquellas almas bondadosas que nos tratan con mayor benevolencia nos consideran “víctimas de ignorancia supina y obsesos de lo ‘conspiranoico’”. En resumen, que somos gente de mente infantil, a lo sumo. O candidatos pintiparados para la visita a un psiquiatra. Sin duda les debemos estar muy agradecidos porque, al menos, nos libran de las garras de quienes nos fusilarían por enemigos del “bien común” y de la “salud del mundo” o nos llevarían directamente a un manicomio. ¡Qué le vamos a hacer! …, ¡paciencia!
Cada día que pasa, creo menos en la definición clásica: “el hombre es un animal racional”. Solo un irracional puede admitir esa comedia letal inventada por la Sinagoga de Satanás, con el fin de liquidarnos mientras se ríe de la Humanidad. Personalmente, estoy “a prueba de bomba” y nada me afecto demasiado, de lo contrario estaría hundido y desesperado contemplando el panorama.
Las pruebas de la estupidez general son abrumadoras. Durante casi dos mil años, la Iglesia Católica ha ofrecido al mundo el brillo de las mentes más preclaras; sin embargo, últimamente. cierta Jerarquía parece haberse vuelto tarumba. Las pruebas son constantes. El Sábado pasado, por ejemplo, estaban reunidos en la catedral de Santiago de Compostela todos los obispos españoles y celebraban una misa solemne, pues bien, el Arzobispo celebrante “consagraba” –o sea, procedía a la realización del mayor milagro que pueden hacer los hombres — convertir el pan y el vino en el cuerpo de Cristo , Dios y hombre — y lo hacía con la boca tapada con el “bozal” (¡ ese degradante utensilio convertido por orden de la Sinagoga de Satanás en parte ya inseparable del cuerpo de los hombres de hoy!). Viendo el futuro con humor, todo parece anunciar, la realidad de que ver a los niños saliendo del vientre de sus madres con el bozal incorporado. Es cuestión de pocos años.
Una vez más dejo constancia de que no me pienso poner esa vacuna jamás; nunca he sido enemigo de las vacunas pues son una solución genial. Desde que se implantó la de la gripe me la he puesto cada otoño. Pero ésta es “otra cosa, como llevo explicado.
Mientras no cambie la esencia de la misma no me la dejaré inyectar, por varias razones: La primera por el “material de la vacuna”. No es admisible, por criminal, buscar “la salud” –que tanto dicen proteger — a costa de utilizar los cuerpos asesinados de niños “abortados”. Tendría la sensación insoportable de notar la circulación por mis venas –día y noche–, de un líquido demoníaco. Sólo “pensar en su elaboración”, iniciada con la trituración de cuerpos infantiles en una túrmix,… me impediría dormir.
La segunda, porque toda mi vida –como buen español—he hecho lo que me ha dado mi realísima gana y, si no me sentía a gusto, me alejaba del sitio y por lo tanto — y a mi edad,– no voy a cambiar. Jamás admitiré las imposiciones… Resumiendo: ni me he vacunado, ni nadie me obligará a consentir que me inoculen esa mezcla criminal. Sobre todo en razón del fin que persiguen sus inventores, expresada muy claramente por los hijos de Satanás — Bill Gates junto con el otro gran cabrón que dirige los destinos de España mediante el pelele de Pedro Sánchez- : ¡eliminar el 85% del género humano! Para “ellos” vivir mejor.
Ahora, aclaremos algo que me han pedido: El pensamiento de ciertos eclesiásticos al respecto.
Sostienen “ellos”, que debemos oponernos a todo tipo de cooperación con cultivos celulares procedentes de abortos…, (los utilizados para crear las vacunas anti-Covid, los caldos celulares procedentes de aborto) y solo creen posible aceptarlos forzados, como “mal menor”.
Personalmente, no estoy de acuerdo con esa postura, pero debo dejar claro la “no autorización” por parte de la Iglesia, o sea, la contraria a lo proclamado, por los medios de comunicación, incluso católicos
A partir de ahí, es usted libre para actuar pero, por favor, no diga que lo hace en defensa de los demás, ni adamita el endiosamiento de los científicos –que han metido la pata.
Por otra parte, los farmacéuticos protestan porque no se informa a los padres sobre el origen y los contenidos de las vacunas que les ordenan inocular a sus hijos. Máxime, cuando es sabido que la Organización Mundial de la Salud (OMS), está llena de corruptos, vendidos a las grandes industrias y firmas farmacéuticas, mientras exigen fe, como si la ciencia fuese una religión dogmática.
Y, por si fuera poco, los mismos que se han vacunado se rebelan y proclaman haberlo hecho presionados. Proclamando, además, que “existe el deber grave de usar las vacunas alternativas y de invocar la objeción de conciencia, pues presentan problemas morales”; que, quien no se vacune no tiene por qué ser castigado sino, más bien, aplaudido; y, el que se vacune, tampoco debe ser condenado, sino solo informado de las consecuencias.
Como conclusión, espero ingenuamente que haya más hombres inteligentes y valientes que necios y apocados, a la hora de elegir la respuesta como hombres libres, en el momento de responder a quienes aspiran a vernos a todos esclavos y mansitos.
Está el capítulo de los que “se venden” pero son tan despreciables que no vale la pena dedicarles nuestro tiempo. Lo importante es trasmitir la información fundamental, pues vivimos en unos momentos en que la Humanidad se está jugando su libertad y la razón de existir. Y me encantaría lograr que dejemos de ocuparnos en temas intrascendentes (nubes de humo que distraen de los verdaderos problemas) para demostrar que somos verdaderamente racionales y nos preocupa los serio y responsable.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.