20/09/2024 05:36
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La entrega de las armas por parte de la organización terrorista ETA, si es que las han entregado en su totalidad, no significa que se haya finiquitado el problema vasco como afirman en unos comentarios los políticos progresistas, sino que éste, lejos de cambiar su estrategia política y objetivos, abandona uno de los tipos de guerra que se definen en los reglamentos militares, guerra asimétrica, para centrarse en otra, la guerra psicológica, como medio para alcanzar sus fines.

En su definición técnica, guerra psicológica, o guerra sin fusiles, es el empleo planificado de la propaganda y de la acción psicológica orientadas a direccionar conductas, en la búsqueda de objetivos de control social, político o militar, sin recurrir al uso de las armas, o en forma complementaria a su uso. Su objetivo es ganar las masas.

Los principios en que se basa la guerra psicológica no son potestad de una doctrina determinada, ya que todos hacen uso de ellos, indistintamente, de la manera que consideran más pertinente. Entre éstas se conoce La Guerra Política, que es un sistema de guerra irregular creada por los británicos, para combatir a los grupos subversivos que se crearon en sus dominios.

Contiene las siguientes operaciones:

Guerra Estratégica
Factor decisivo de la Guerra Política, que determina la política a seguir.

Guerra Ideológica
Fuente de la Guerra Política, cuyo campo de batalla es la mente, su fin es la fe de nuestro oponente, sus creencias, sus doctrinas, es decir sus sistemas de conocimiento y aprendizaje a través del cual se merma su voluntad de luchar;

Guerra de Organización
Dispositivo de la Guerra Política, que es coordinar con los hombres y los planes para obtener el máximo de eficiencia contra el adversario y su organización

Guerra Psicológica
Acción directa de la Guerra Política, que consiste en doblegar mentalmente al adversario, estresarlo, quebrar su energía interior. Es cambiar y modificar las actitudes del mismo y de la población en que se basa, es conducir a la opinión pública en la dirección de nuestro interés, es proteger a nuestras propias fuerzas operativas del estrés que pretenda inducir nuestro enemigo;

Guerra de Inteligencia
Guerra Secreta de la Guerra Política, regida por la premisa de conocer al máximo a nuestro enemigo, es de vital importancia el conocer la situación de nuestro enemigo

Guerra de Masas
Fundamento de la Guerra Política, es importante dado que en ésta se decide el apoyo a las fuerzas de operaciones, es vital separar al enemigo de sus bases de apoyo.

Me viene a la memoria una cita de Franklin Delano Roosvelt: «En la política nada ocurre por casualidad. Si algo sucede, se puede estar seguro de que ha sido planeado así». Y política es lo que está haciendo ETA desde las Instituciones, con la finalidad de dirigir, orientar e impulsar procesos sociales utilizando una finísima y estudiada ingeniería orientada a los procesos sociales.

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La guerra psicológica puede llevarse a cabo mediante dos escuelas: la norteamericana y la alemana. Digo escuelas y debe­ría decir estilos, pues es más exacto por hoy, ya que en verdad no hay aún dos academias perfectamente delimitadas. Somera­mente, puede decirse que el estilo norteamericano, más re­ciente, adolece de serias deficiencias que lo tornan excesivamente primario, pues se funda —casi con exclusión— en un concepto propagandístico.

El estilo alemán, al que hay que agregar el actualísimo estilo soviético, es más profundo, más doctrinario, y llega por lo tanto más hondo al espíritu de las masas, combatientes o no. La pro­paganda, para esos estilos, es meramente un aspecto mecánico de la guerra psicológica: un elemento subsidiario, no intrínseca­mente fundamental.

Porque, repito, el objetivo primero de la guerra psicológica es crear, en el o los adversarios, un clima mental, una serie de senti­mientos que, conduciéndolos por las sucesivas etapas del miedo, del pánico, de la desorientación, del pesimismo, de la tristeza, del desaliento, en fin, los lleve a la derrota. Y viceversa, crear en el medio propio un clima neutralizador de esos sentimientos. El clima de la rabia, con todos sus matices. En una palabra: un clima de derrota y otro de victoria, de donde tenemos los dos aspectos de la guerra psicológica: el ofensivo y el defensivo, que por la parte contraria debilita al adversario y por la propia lo exalta.

Pues bien: ¿qué es lo que ocurre apenas declarada la guerra? Se alteran y desquician todos los principios y conceptos que tocan necesidad e instintos.

Pensemos, en efecto, que la guerra actual es una lucha integral, de pueblo contra pueblo, antes que de ejército contra ejército. Más todavía: de bloques de pueblos, vasco, catalán y gallego, contra otros bloques de pueblos. Esa lucha depende de otras de carácter industrial, técnico, económico, tanto que ya no es exacta la concepción napoleónica de que la guerra la gana el ejército que tiene más artillería.

Antes, la capacidad total de producción de un pueblo y el alma de ese pueblo son lo que podía decidir la victoria. Por lo pronto, la mayor posibilidad de producción es la que hace posible satisfacer tanto las necesidades de los combatientes como de los no combatientes. Ya se sabe que sin la satisfacción de las necesidades primarias no hay ejército ni pueblo que soporten una guerra. Por lo demás, no puede desconocerse esta verdad. En la guerra integral entre varios pueblos, sobreviven los más débiles. ¿Por qué? Porque los hombres físicamente deficientes no combaten. Los que luchan son los fuertes. Luchan y mueren. Los débiles llegan al fin de la lucha indemnes, porque han permanecido bé­licamente inactivos. Esta es otra subversión notoria que debe tener en cuenta el hombre de ciencia.

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En una palabra: las distintas etapas por las que atraviesa durante la contienda bélica el régimen de vida social traen, como conse­cuencia, un cambio fundamental en las actividades normales del hombre. El primer efecto de ello se evidencia en la destrucción de la vida afectiva: los hábitos adquiridos cesan, los vínculos familiares se distorsionan, las amistades se interrumpen, las con­vicciones políticas y las mismas creencias religiosas se truecan — o se agudizan, que es lo mismo.

Vale repetir: la guerra trastrueca todos los vínculos del hombre, como ha sucedido en las Provincias Vascongadas durante la guerra terrorista y el resultado lógico de ello es un estado particular en la población que se traduce en una desconfianza recíproca co­lectiva, especialmente en los primeros tiempos, en los años 80 y 90 del pasado siglo.

Es tan profundo y orgánico el cambio que produce la guerra, cualquier tipo de guerra, en un pueblo, y de naturaleza tan grave, que concluida aquélla las formas de vida anterior jamás pueden ser restauradas. Con­secuencia: las trasformaciones colectivas determinadas por la guerra son irreversibles, pues una vez producido el cambio no se puede volver a la situación previa, al orden anterior. La guerra, en fin, obliga a substituir las formas evolucionadas de la vida social por otras más primitivas: la fuerza, naturalmente, substituye poco a poco al derecho.

Nos encontramos en plena guerra psicológica en la que los resortes del control de masas se encuentran en manos del enemigo con una experiencia tremenda en su uso, fruto de las técnicas utilizadas por los Países comunistas.

Que nadie se engañe: La guerra no ha terminado.

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REDACCIÓN