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En el último siglo el hombre ha experimentado más cambios que en los últimos mil años. El hombre del Siglo XIX vivía en condiciones muy similares a las de los cruzados que tomaron Jerusalén en el Siglo XI. En los cien años del Siglo XX el hombre descubrió la aviación, los motores de combustión interna, la radio, la televisión, el aire acondicionado, el teléfono, la electricidad, la refrigeración, los antibióticos, las vacunas contra enfermedades mortales, la energía nuclear, el internet y docenas de otros progresos que harían muy larga esta lista.
Como resultado de estos adelantos el mundo se ha hecho más pequeño y las acciones de un hombre en Nueva York impactan a los hombres que viven en los lugares más remotos de la Tierra. Todos estos cambios se han manifestado en las formas en que los hombres se comunican, se gobiernan y comercian. De hecho, la gran lucha política de este 2020 está protagonizada por el ataque ideológico e incesante del globalismo contra el nacionalismo. El globalismo tiene por objetivo la ideología de género, la erradicación de la familia, las fronteras abiertas, la destrucción de la soberanía nacional, la erosión de la identidad cultural y la eliminación de la espiritualidad.
El nacionalismo, como contraste, tiene por objetivos la preservación de la soberanía nacional, el orgullo de patria, la migración positiva y controlada, la protección de los recursos naturales, la defensa de la familia, el fomento de la identidad cultural y el desarrollo de una sana espiritualidad.
En medio de estas dos doctrinas políticas se encuentra la doctrina económica de la globalización. Esta doctrina económica promueve la división del trabajo a nivel mundial. Por ejemplo, la población de cada país se especializa en producir aquello en que es buena, adquiriendo así una ventaja comparativa en relación a las otras: Hago aquello en lo que soy mejor que los otros y compro de los otros aquello que ellos hacen mejor que yo. La consecuencia de esta disposición fue, es y siempre será un aumento en el nivel de vida de todos los involucrados.
Por otra parte, es importante destacar que el globalismo, diseñado por el politólogo americano Joseph Nye, es exactamente lo contrario de la globalización. El globalismo es un proyecto internacionalista implantado por élites que ven al mundo entero como un escenario propicio para su esfera política. El objetivo de los globalistas es determinar, dirigir y controlar todas las relaciones entre los ciudadanos de varios continentes por medio de intervenciones y decretos autoritarios. Sin dudas una dictadura mundial donde todos seríamos esclavos de un poder omnímodo y centralizado.
La buena noticia es que mientras la globalización es irreversible por sus ventajas al comercio y su aumento en los niveles de vida, el globalismo es reversible por su ataque a la libertad del hombre. Entre los globalistas más activos y peligrosos se han encontrado y se encuentran billonarios como David Rockefeller, George Soros, Jeff Bezos y Bill Gates. Específicamente, Rockefeller fue el arquitecto de la llamada «Comisión Trilateral», fundada en 1973 y George Soros ha financiado al monto galáctico de 1,800 millones de dólares la izquierdista vitriólica «Open Society Foundation.»
Con todos estos recursos el globalismo es un enemigo peligroso de la libertad en el mundo. Sus promotores cuentan además con el arma formidable que es el control del 90 por ciento de la prensa y de los claustros de profesores de las universidades americanas. Además controlan la casi totalidad de los llamados medios sociales como Google, Twitter, you tube y facebook. Estos globalistas han llegado a influir sobre presidentes demócratas como Clinton y Obama al igual que presidentes republicanos como George Bush padre y George Bush hijo. Obama fue el más globalista de todos ellos.
Afortunadamente para los pueblos, el principal muro de contención del globalismo ha sido siempre el concepto de nación como comunidad política que surgió a partir de la Revolución Francesa. Un nacionalismo orientado hacia el desarrollo y el mantenimiento de una identidad nacional basada en características compartidas como la cultura, el idioma, la etnia, la religión, los objetivos políticos y la creencia en un ancestro común.
A manera de ejemplo, es importante destacar que uno de los ataques más brutales contra el nacionalismo en el Siglo XX fue la llamada «Unión de Republicas Socialistas Soviéticas». Los nacionalistas que se enfrentaron a aquel infierno como los húngaros y los checos pagaron su amor a la libertad con altas dosis de sangre y muerte. Sin embargo, ese nacionalismo floreció después de la caída del muro de Berlín en 1989. Antiguos satélites de la Unión Soviética como Hungría, Polonia, Ucrania , Eslovaquia y la República Checa son hoy los más ardientes defensores del nacionalismo en el mundo.
Ese es precisamente el camino que deseo para Cuba cuando finalmente los cubanos logremos iluminar la larga y humillante noche de nuestra tiranía. Ese camino está iluminado por la ideología del Partido Nacionalista Democrático de Cuba que fundé con otros patriotas cubanos en el año 2002 y cuyos objetivos pueden ser sintetizados con estas palabras: «En conclusión, estos conceptos describen nuestra visión de una nación orgullosa de su historia, celosa de su soberanía, respetuosa de los derechos ciudadanos y pletórica de oportunidades para todos sus hijos». En estos momentos, nuestro partido, junto al Partido Unión por Cuba Libre, forma parte del Proyecto Emilia liderado por el Dr. Oscar Elías Biscet y González.
http://www.pndcuba.org/
Por otra parte, la expresión más firme y elocuente del nacionalismo en este mundo convulsionado es el llamado «Brexit» británico que ha tomado la decisión correcta de apartarse de una decadente Europa. Y, sin lugar a duda alguna, el líder mundial del nacionalismo es Donald J. Trump, quien en un reciente discurso dijo: «El futuro no pertenece a los globalistas. El futuro pertenece a los patriotas. El futuro pertenece a las naciones fuertes e independientes.»
Por lo tanto, estoy convencido de que las elecciones de este mes de noviembre definirán no sólo el rumbo de los Estados Unidos sino la supervivencia de la libertad en el mundo. Porque Donald Trump es el único muro nacionalista con el poder, la energía y el carácter para contener la invasión globalista que amenaza a toda la humanidad.
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