Javier Milei es el líder carismático que no todos quieren. Esta semana Milei ha sido el tema central de la discusión política en el mundo hispano, precisamente porque muchísimas personas no se esperaban uno de los triunfos más aplastantes de la derecha en un continente que, en gran medida, ha sido dominado por la izquierda progresista.
Deslenguado, estridente, frontal y muchas veces grosero, pero deslumbrante en su dominio de la realidad política y económica de Argentina, Javier Milei logró en muy poco tiempo lo que la derecha escasamente ha podido conseguir: posicionarse como una fuerza política con reales posibilidades de alcanzar las esferas del poder en donde se toman las decisiones que verdaderamente impactan en la vida de la gente.
No es de extrañarse que la derecha más tradicional -y por supuesto las izquierdas- no se sientan cómodos con la figura de Milei. Los primeros porque el nuevo presidente, en lugar de mostrar la mal entendida virtud de la moderación, exuda una pasión desbordante que no conoce límites si se trata de defender los principios que considera son los que sacan a la gente de la miseria. Los segundos porque un liberal-libertario tiene como principal bandera la noción del Estado como un mal al que combatir, y eso es peor que el demonio para cualquier estatista.
Pero Milei, a pesar de todo, logró posicionarse con su discurso en un segmento muy particular: el de la juventud. Ellos, cansados de vivir en un país que no ofrecía más que las ayudas estatales para no morir de hambre, quisieron apostar por la posibilidad de confiar en un economista que se metió en la política por hastío, no por vocación. No es difícil entender que en un país con un 40% de pobreza y más de un 120% de inflación, la necesidad de soñar esté antes que la misma base de la pirámide de Maslow.
Pero los sectores más conservadores no logran sentirse cómodos con Milei, y es que muchas veces en este mismo sector hay quienes esperan al personaje ideal, impoluto, bien casado, con más hijos que perros y de misa diaria. Y sí, es verdad, a mi también me gustaría que nuestros representantes tuvieran esa gracia santificante que da mantenerse en una comunión continua con Dios, pero ¿está alguien así disponible para la política? Y más aún ¿tiene alguna posibilidad de ganar en una sociedad que va precisamente hacia el sentido contrario?
Yo, por otra parte, soy una férrea combatiente del voto útil. Sin embargo, creo que hay dos tipos de votos útiles. El primero, aquel en el que se nos presenta el dilema de escoger entre dos candidatos: uno de ellos refleja mucho más los propios principios que el otro (por ejemplo entre Santiago Abascal y Alberto Nuñez Feijoo), pero nos vemos impulsados a votar por el que tiene -supuestamente- más posibilidades de ganar, en lugar optar por aquel que verdaderamente más nos representa. Ahí está, a mi juicio, la verdadera traición de los principios, en aquella decisión en la que dejamos de escoger lo que más nos representa, teniendo la opción de hacerlo.
El otro tipo de voto útil es aquel que nos enfrenta a escoger entre dos candidatos diametralmente distintos: un Javier Milei y a un Sergio Massa, pero se cree que al escoger al que más se asemeja a nuestros valores, deberíamos escoger no votar por ninguno, puesto que no refleja a cabalidad al gobernante que quisiera tener (si es que acaso quisiera tener alguno). Quien razona de esta forma tendería a pensar que para no cooperar con el mal, en lugar de votar a Milei debería abstenerse o votar nulo.
Bajo mi parecer, para tomar una decisión deberíamos considerar la noción de cómo mi acción o inacción coopera con el mal que se supone que debemos combatir. Si el empobrecimiento de mi prójimo me duele, si el adoctrinamiento y deterioro de la pureza de los niños me encoleriza, si el aborto como arma de acción política me resulta despreciable ¿coopero yo con todo aquello cuando decido hacerme a un lado, sabiendo que los que sí quieren eso para la sociedad irán en masa a votar por los que van a seguir sirviéndose del Estado para imponer su modelo de sociedad al resto?
Según la Iglesia, el liberalismo está reñido con la vida católica y es cierto, pero hay mucho del modelo liberal que es profundamente católico y se encuentra enraizado en la Escuela de Salamanca. Como dice aquel refrán “la verdad es verdad, aunque la diga Agamenón o su porquero”. Lo mismo ocurre con el ateísmo, pero vemos a grandes sacerdotes que conversan muy bien con brillantes exponentes de la Fundación Gustavo Bueno y son capaces de encontrar muchos puntos en común a pesar del ateísmo de estos últimos.
Nos guste o no, el modelo que saca a los países de la miseria es lo que se conoce como el Modelo de Libertad Económica, pero cuyos fundamentos en ningún caso están reñidos con aquello que los brillantes intelectos de la escolástica tardía exponían en sus cátedras en Salamanca: el respeto por la propiedad privada, los impuestos bajos, el cumplimiento de la ley, las instituciones orientadas a la probidad, la escasa interferencia del poder político en el mundo del trabajo son asuntos en los que nos acercamos lo suficiente como para al menos cuestionarnos si realmente vale la pena hacernos a un lado, dejando que gane quien persigue precisamente lo contrario.
Si la búsqueda del Bien Común continúa siendo el norte para todo ser humano que no ha sido tan infectado por el relativismo posmodernista, bien merece la pena sentarnos a reflexionar al respecto, más que el dogmatizar aquello que -aunque esté cuestionado- no constituya realmente un dogma.
Javier Milei es el líder carismático que no todos quieren y desconocemos cómo va a desarrollarse este proceso de cambio en Argentina. Lo más probable es que no sea un gobierno sencillo y que existan múltiples manifestaciones maquilladas de “estallidos espontáneos” tal como ocurrió en Chile y en otros países secuestrados por los estatistas, sin embargo estar en ese lugar es indiscutiblemente para valientes. Por ahora la palabra empeñada por el próximo presidente va firmemente alineada con sus primeras acciones: reducir el número de ministerios de 20 a 8, resolver el endeudamiento que tiene a los argentinos al borde de una crisis hiperinflacionaria que va a mandar a millones por debajo del límite de la pobreza, liquidando activos como todos los organismos públicos que sirvan como “ministerio de propaganda encubierta”; privatizar todo lo que sea susceptible de privatización, reducir los impuestos de 170 a 10, son señales contundentes que en ninguno de nuestros países habíamos escuchado. Nadie puede negar que todo aquello va, al menos en esta primera instancia, en la dirección adecuada.
Finalmente, sabemos que existen liderazgos que son transitorios y otros que son más permanentes. Yo al menos estoy convencida de que un estilo de liderazgo distinto, más mesurado y ojalá de moral cristiana (que es el pilar de Occidente) no habría surtido en Argentina el mismo efecto. Hay que darle tiempo al tiempo, y entender el devenir de los procesos haciendo el trabajo necesario para recobrar las virtudes que hoy día suenan hasta ridículas en los oídos que no están preparados, esperando que algún día asuma alguien más fiel a nuestros propios intereses. Mientras tanto, deberíamos entender que en un país adormecido por el clientelismo y la carencia, no podría ganar otro que no gritara tan fuerte como para despertar a los dormidos.
Autor
-
Psicóloga-Gerente de Desarrollo de Personas en
Easy Coaching-Vicepresidenta y Coordinadora Nacional Ladies of Liberty Alliance-Profesor docente en varias universidades.
"En lo personal puedo decir que me he encontrado con varias verdades: como Psicóloga sé que nuestro desafío es que la razón prevalezca y cuando sea conveniente, domine a nuestras emociones; como Magister sé cuáles son las condiciones para que los seres humanos podamos tener una vida más significativa; como Dip. en Dirección y Gestión de Empresas sé que el emprendimiento juega un rol fundamental en el bienestar y que la iniciativa empresarial es irremplazable si queremos salir adelante como sociedad; como Master Coach sé que el liderazgo es la clave para influir en otros con las ideas correctas; como mujer sé que somos complementarias a los hombres y no necesitamos estar en guerra cuando necesitamos ser aliados; como madre sé que la familia es la célula principal de una sociedad; como católica sé que cuando Dios está en el centro de nuestra vida y dejamos “cautivarnos por Su alegría”, nuestra existencia se llena de color; como chilena hispanista sé que el legado de nuestra maravillosa cultura merece ser preservada y difundida, y que debemos sentirnos orgullosos por nuestra tradición que no parte en 1810 sino desde antes de la gran Cruzada del Océano".
Últimas entradas
- Actualidad05/08/2024Venezuela: Horizontes de libertad. Entrevista a un venezolano exiliado: «Los que se dicen de socialdemocracia son la puerta al infierno». Por Inés Farfán U.
- Actualidad19/07/2024Oriana Fallaci y su mensaje para nuestros tiempos. Por Inés Farfán U.
- Actualidad23/05/2024Sánchez: Cómo una decisión político-personalista puede afectar al mundo empresarial. Por Inés Farfán U.
- Actualidad14/05/2024La era de la soledad: Entre el Dogmatismo y el fanatismo religioso. Por Inés Farfán U
¡Madre mía! Se trataba de elegir entre el globalista sionista Milei o el globalista perionista Massa. ¡Qué miedo!
Que tengan suerte los pamperos…y a ver si se hacen cargo del Papa natas, otra alhaja.