09/09/2024 19:33

Josué Cárdenas, veinticinco años, forma parte de esa generación fácil que ha vivido sin vivir la historia de España que le han contado o que ha estudiado. Pero el imberbe de alma que aparenta arrojo ante las calamidades y tragedias de nuestro país, es más bien un iletrado de las experiencias vividas, las que inspiran decisiones de grave calado más allá de la inexperiencia. Con el abundante plantel de hipócritas surgido de la plandemia en el 2020-fueron muchos los parásitos carroñeros que asistieron al banquete público de la muerte y de la tragedia ajena para procurarse fama y dinero- el periodista de última hornada se ha subido en marcha al tren de la historia que jamás vivirá, por mucho que se especialice en la crítica sin vivencia; por tanto su afán crítico es excusadamente exaltado, pero no justificado porque al conocimiento de lo aprendido le falta la prudencia de lo vivido. Es un espontáneo con ganas pero le falta la inspiración de la existencia, la que decide los nobles actos y la honra de la madurez en la dignidad. Está a medio hacer en todos los sentidos, pero ser impulsivo le brinda la oportunidad de esgrimir una batuta para dirigir el tinglado sociopolítico en la vanguardia de los riesgos que otros viejos del lugar no osan ocupar. Para colmo, su desconcertante ingenuidad, su inmadurez pueril respecto a los presupuestos del amor mezclando el poema dolorido con la tenacidad del juicio político, le convierten en una potencial víctima de sí mismo a poco que sus numerosos enemigos decidan aguarle la fiesta de guerrero periodístico. La apariencia de fortaleza se diluye cuando flaquea en las contrariedades púberes del amor; porque púber parece el soldado cuando alardea de pucheritos y rimas por el amor no correspondido. Esa mezcla de fortaleza dialéctica en la diatriba y la ñoñez, como víctima de los artificios amorosos, le dan cierto aire de patetismo que no conjuga con el insulto ni la catilinaria contra elementos nada ingenuos y demostradamente condescendientes con la violencia. Alguien debería advertir este plano de situación anómalo y riesgoso para saber que el reportero en su afán de descollar, incluso aplastando a la competencia con ciertas artimañas editoriales-desgraciadamente es una percepción de juego sucio que se advierte al leer su libro-se está granjeando peligrosos adversarios que podrían ser reiteradamente sanguinarios.

Los que han vivido los tiempos del terror miran con cierto desdén o empatía los osados discursos de Josué contra la banda terrorista ETA. Ora perplejos, ora admirados, los que tienen la experiencia del dolor década tras década no pueden evitar cierta mirada de resignación cuando ven lanzado a un Josué Cárdenas al que se le vislumbra tan poco versado en los sentimientos amorosos, como excesivamente confiado en su rol de reportero español avanzado el siglo XXI. Como dice el refrán quien siembra vientos recoge tempestades, el periodista ha encontrado en la comunicación apasionada el objetivo profesional de su ánimo personal y tal efusión ha sido observada y aprovechada por cuantos le han tendido puentes para que haga el trabajo sucio que por una cuestión de prudencia esos cuantos, tan numerosos, jamás harían. Porque ¿ quién  con dos dedos de frente y la experiencia sentida sería capaz de insultar a quienes se arman más allá de la palabra? No, Josué no mide el calibre de los riesgos porque le falta un hervor sobre la experiencia de la vida. La temeridad no es valentía sino inconsciencia inspirada por la inexperiencia. Esa es la verdadera y vacua experiencia del fogoso Cárdenas. Y debería ser consciente de ello porque la vida posee continuidad y cada etapa marca un registro novedoso donde el pasado queda como pasado para poder cuidar del futuro. Con este ritmo de afrentas, ¿ qué clase de tranquilo futuro puede esperar quien se comporta como un suicida en el presente? Hay que pausarse y reflexionar sobre la propia existencia personal, antes que acelerar el proceso profesional hacia un peligro inminente. No se lo van a decir los que se benefician de su temeridad y sí los que observan con inquietud las evoluciones del circo de la comunicación con el público aplaudiendo como focas sin medir el calibre arriesgado del espectáculo.

Impulsado por las conveniencias de los que están más curtidos en el mentidero ideológico y periodístico, Cárdenas está ejerciendo de tonto útil, premiado con los caramelos de la autocomplacencia y sirviendo por tanto de ariete, en temeraria vanguardia, que otros no personalizan por pura cuestión de supervivencia. A tenor del verbo encendido y sin límites ofensivos de Josué, cualquiera diría que tiene prisa por consumir la vida sin dejar siquiera un residuo de autoprotección por lo que pudiera pasar más allá de estos tiempos de paz, cuando parece que jamás viviremos de nuevo las décadas de terror que ensangrentaron con cientos de víctimas las calles de España. Y ya tiene una cierta edad como para que no se perdonen las ingenuidades sobre todo si están revestidas de arrojo hiriente, blandiendo un sable discursivo que le procura cada vez más animadversiones allá donde se encuentre.

La Policía dio cuenta de esos desacuerdos cuando le golpearon varios antidisturbios después de que fuera despojado de sus credenciales de prensa. Como si no supiera dónde se estaba metiendo al cubrir animosamente-que no animadamente- las cargas policiales de Ferraz, en su protesta ante los policías seguía su dictado moral de que era intocable como periodista: una lección sin experiencia que pasó de la teoría a la práctica con un sentido moral más cambiante y menos aleccionador. En su mundo menguado de experiencia aunque dilatado en malicias, un sorprendido Josué Cárdenas no lograba comprender cómo viendo los toros desde la barrera le pudo alcanzar, inexplicablemente, una cornada tan humillante que atentaba contra sus derechos elementales como ciudadano. Ahí despertó un poco más el bombero-torero para descubrir que si saltas al ruedo, el ruedo te persigue, y más si formas sin querer parte del espectáculo. Siempre habrá alguien para recordarlo cuando le vean tomar tranquilamente una cerveza o le reconozcan  en un andén del metro de Madrid, o de paseo con su novia. Su rostro irascible es reconocido por donde pasa. Más le valiese para sí mismo calma y menos ambición procaz, además de reflexión con la almohada: ¿merece la pena arriesgar con las inflexiones de la juventud el resto de una vida por delante, ponerse en la diana de crueles contrarios? Seguro que los beneficiados por el ímpetu del joven Cárdenas le aconsejarán que, si es necesario para la causa, salte al abismo. Hipócritas y aprovechados.

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Con el deprimente panorama sociopolítico que ha protagonizado saltando al ruedo de la visibilidad, lo cierto es que Josué Cárdenas se ha convertido en objeto de críticas que cuando se enconan muestran una hostilidad poco disimulada. Como la que intentó partirle el cuello en Galicia, cuando lo lanzaron escaleras abajo. Es inevitable pensar que el periodista es uno de los profesionales más frágiles de la peor situación que padece España: la incertidumbre. Al día de hoy con la evidencia de un gobierno evidentemente corrupto ante el mundo entero, con los pactos bajo sospecha que podrían no tener validez en el futuro; con las aviesas intenciones de quienes no se conducen con ánimos pacíficos si son contrariados, las alocuciones son mínima defensa para quien a este paso deberá contratar guardaespaldas. Entre pacíficos se pueden perdonar los exabruptos, pero España es un germen de violencia histórica y nada indica que nos vayamos a pacificar. Periodista Digital o el que tercie, debería contratar la seguridad de Josué Cárdenas por cada incursión del tenaz reportero que quizá sea poco consciente de lo que arriesga. La vida no rima con el amor no correspondido en el espectro político.

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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Rafael F.

¿Josué Cárdenas escribía antes aquí? ¿Que pasa en Ñtv que cada vez escribe menos gente? Yo entro casi todos los días y apenas veo novedades…

Rafael F.

Pues a ver al regreso de vacaciones…

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