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En otros artículos hemos visto la figura del rey Alfonso XI de Castilla y León, quién en 1340 derrotó al ejercito del imperio Benimerin en la gran batalla del río Salado, cerca de Tarifa, en 1340. Fue una de las mayores batallas de la Reconquista.

El ejército de los Benimerines, que era ampliamente mayor que los que entonces poseían los reinos cristianos de Castilla y Aragón, había invadido el sur de España y los reyes de Castilla, Aragón y Portugal fueron muy conscientes de que toda la Península Ibérica estaba en grave riesgo de invasión, si no se frenaba a las fuerzas musulmanas invasoras, como reflejan las Crónicas de la época.

Aunque es cierto que en aquella época no existía el estado marroquí como tal, no hay que olvidar que el imperio gobernado por la dinastía de los Benimerin dominaba en aquel momento todo el norte de África y tenía la capital en Fez. De hecho el emperador Abul Hassan se titulaba emperador del Mahgreb (palabra que viene a significar «Poniente», es decir la parte más occidental del mundo árabe). Este imperio estaba gobernado desde lo que hoy en día es Marruecos (el término Marruecos viene de la palabra Magreb)

El 30 de octubre de 1340 los ejércitos de Castilla y Portugal derrotaron decisivamente al de los Benimerines en la batalla de El Salado. Dos días antes, el 28 de octubre el obispo de Toledo don Gil Álvarez Carrillo dijo una misa solemne en la misma tienda de campaña del rey Alfonso XI, en la que estuvieron presentes los principales caballeros del ejército, cerca de Tarifa . Y durante la misa tanto el obispo como el rey, pronunciaron solemnes oraciones para implorar a Dios la victoria en la decisiva batalla que iba a tener lugar. Lo explica con detalle la conocida como «Gran Crónica de Alfonso XI», la principal de las fuentes de la época sobre este reinado. Este es un fragmento en el castellano de la época (que no tenía tildes o acentos)

«El arzobispo revistiose de las armas de la santa venganza del Alto vencedor e encima del altar pusieron las armas del rey don Alfonso […] E comencó la misa rogando a Dios por el rey e la Cristiandad.[…] . El rey pusose de ynojos y echose de bruces. […] e dijo:

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Señor rey de todas las cosas, pidote por merced que te miembres (apiades) de los reynos de España, […] membrate (apiádate) de Castilla, que tu ennobleciste sobre todas las tierras del mundo e dale honra e vencimiento. Señor pongo en tus manos los reinos de que tu me hiciste señor e la corona de España».

Otro importante texto de la época el Poema de Alfonso XI, compuesto por un soldado que participó en la batalla del Salado dice que el rey en su oración dijo «membrate , Señor, de España, que no sea perecida». O sea, le pedía a Dios que se apiadase de España, para que no muriese, o sea para que no volviese a caer en manos de los musulmanes. Además el rey, (todo esto tras confesar y comulgar) pidió perdón a Dios por sus pecados personales e incluso por algunos de sus actos como rey.

En definitiva el rey y sus caballeros sabían que la victoria y la salvación de España estaban en manos de Dios y es evidente que tenían muy claro el concepto de España como Patria, una patria que algún día debía volver a unirse (pese a que algunos historiadores actuales políticamente correctos repitan que la idea de España no existía entonces, las crónicas y fuentes medievales son claras al respecto para cualquiera que quiera verlo y comprobarlo).

Dos días más tarde, el 30 de octubre tuvo lugar la gran batalla, que fue una gran victoria cristiana. Alfonso XI luchó personalmente a caballo con gran valor, según todas las fuentes.

Autor

Rafael María Molina
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Aliena

Que no, caramba, que Marruecos no existía, como bien han dicho, pero el titular es tramposo, ¡no, es torticero! ¿Lo hacen ustedes a propósito para dar armas inexistentes al enemigo con la excusa de defender la Historia de España?

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