20/05/2024 11:23
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Abundan las dimisiones por multas de tráfico, inconformismo con los presupuestos asignados, plagio de tesis doctorales y publicaciones varias.

No parece que los opositores presenten títulos falsos para optar a pruebas donde se exija una oposición o una prueba de especialización. No conocemos profesores, ni médicos, ni ingenieros, ni arquitectos, por poner algunos ejemplos, capaces de falsificar su currículum para presentarse a pruebas específicas. Debe ser que se lo toman en serio. Bien es verdad que estamos ante gente normal, formal, sacrificada, respetuosa con la norma y que aspira a obtener una plaza para desenvolverse en la vida o servir al prójimo. ¿Sucede lo mismo con los políticos españoles y extranjeros?

El caso más reciente es el de Mónica García, cabeza de lista de Más Madrid para las elecciones del 4-M. Es vergonzoso que, siendo médico (al menos, eso dice ella), haya falsificado su currículum constatando que es doctora, sin serlo, como el Doctor que retoza, plagia y miente en Moncloa. Pero como tienen salidas para todo, ahora dice Mónica que alguien lo puso en su currículum; es decir, que lo vio y lo aceptó de buen grado. Parece que su gran proyecto para Madrid es cerrar el Hospital Enfermera Isabel Zendal. ¿Acaso pretende sustituirlo por una Escuela de Perreo? De esta gente acomplejada y desnortada, esperen cualquier cosa, amigos.

Esta ‘pistolera’ de la Asamblea madrileña no plagió, sino que mintió, aunque lo ha retirado en cuanto han pillado su mentira. ¿Por qué ese complejo de no ser doctora? Podrá decir misa si lo desea, pero es motivo más que suficiente para dimitir “ipso facto”. De no hacerlo, añadirá a su currículum la categoría de “SINVERGÜENZA HONORIS CAUSA”. Quienes así actúan, pretendiendo ser intelectuales, tan sólo demuestran que son sinvergüenzas y mediocres sin recorrido de honradez.

Tras la falsificación de Mónica, muchos otros políticos se han apresurado a borrar de su currículum vitae los títulos falsos de doctorados, licenciaturas, postgrados no realizados y másteres que jamás tuvieron. En España y en Europa se suele dimitir cuando te pillan en un renuncio, excepto los más sinvergüenzas, degenerados y despreciables personajes de la vida política. Este tipo de calaña es en la sectaria izquierda donde más proliferan, fruto de inconfesables complejos y absurdos resentimientos. Recuerden a Màxim Huerta, obligado en conciencia a dimitir como ministro de Cultura tras su fraude a Hacienda; al menos, éste sí supo estar a la altura de su conciencia y de su dignidad, a pesar de la indignidad cometida contra la Hacienda Pública.

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Acuérdense de la exministra, Carmen Montón, que se inventó un máster que no completó. En su currículum figuraba un máster que no hizo, siendo obligada la defensa del trabajo de fin de máster. Posteriormente aparecieron toda una ristra de irregularidades. Hasta el exdelegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco Pardo, presumía de una licenciatura en matemáticas, sin tenerla. No olviden a Casado porque la duda está en el aire, a pesar de que el Tribunal le eximió de toda culpa. Tal vez lo más ‘sangrante’ es el caso de Cristina Cifuentes, ahora exculpada por los tribunales y declarada inocente de las burdas acusaciones. ¿Pedirá perdón esa sectaria izquierda que tanto acosó a la expresidenta hasta la puerta de su casa, entre esputos, soeces insultos y empujones?

Hay pruebas más que suficientes por las que el ministro de Defensa alemán dimitió de su cargo, al demostrarse que había copiado parte de su tesis doctoral, lo mismo que la entonces ministra de Educación y Ciencia (Annette Schavan), gran plagiadora y a la que Merkel — a pesar de la cercanía entre ambas– abrió la puerta de par en par para que abandonara el Consejo de Ministros.

Llamativo fue el asunto del presidente de Hungría en 2012: dimitió tras demostrarse que plagió su tesis doctoral diez años antes. El caso de Pal Schmitt en Hungría es lo más parecido al del presidente español, Pedro Sánchez, pero este último la plagió en mucha mayor cantidad: su actitud de desprecio hacia la ciudadanía demuestra su obsesión por el poder, su nula preparación investigadora, su excesiva cara dura y, según algunos, su enfermiza inclinación por mentir, vivir del cuento, culpar al prójimo de sus errores e ineptitud y malversar caudales públicos. Todo un personaje para que la psiquiatría extraiga conclusiones.

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Un caso muy parecido al del mentiroso y plagiario, Pedro Sánchez, fue el de Silvana Koch-Mehrin que, siendo vicepresidenta del Parlamento Europeo, se vio obligada a dimitir porque había incluido en su tesis párrafos enteros de anteriores trabajos académicos. ¡Qué manía con decir que son lo que no son! ¿Es chulería? ¿Es presunción basada en la torpeza y la ignorancia? Sin duda, detrás de esos plagios hay una explicación amplia que puede ir desde la falsa presunción hasta el complejo de inferioridad, pasando por el narcisismo del sinvergüenza.

Mientras esperamos la DIMISIÓN inexcusable de Mónica García, cabeza de lista de Más Madrid, y con la confianza de que no salga con su ‘escopeta parlamentaria´ de la Asamblea madrileña, justo es decir que muchos políticos han dimitido con menos motivos. Es la diferencia entre la honradez y la degeneración política. Ahí tienen al ministro de Educación italiano, quien dimitió por falta de presupuesto en su cartera y que descentró hasta al entonces presidente del Consejo de Ministros, Giuseppe Conte. Y no olviden a Magens Jensen, ministro danés, a quien le faltó tiempo para marcharse tras el sacrificio de 17 millones de visones.

Muchos otros ejemplos ilustran la historia de las dimisiones en España y en la Unión Europea. Y las hay muy curiosas y rocambolescas. Bien es verdad que las más corrientes son por multas de tráfico, inconformismo con los presupuestos asignados, incompatibilidad ministerial y plagio de doctorados o publicaciones varias. A la cabeza se encuentra el plagio de tesis doctorales, con retirada del título, incluso.

Veremos cómo acaba nuestro particular DOCTOR Sánchez, muestra de candidato a estudio psiquiátrico.