01/06/2024 07:12
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Esta es la decimotercera parte de la serie sobre el libro Largo Caballero, El tesón y la quimera, de Julio Aróstegui. Las partes anteriores están aquí. Continuamos con el Capítulo 8 (La República frente a la sublevación: una alianza de clases antifascistas).

La política internacional de Caballero también tiene su qué. Incluye el ofrecimiento de bases y territorios a Reino Unido y Francia, el proyecto de sublevación del Protectorado y las conversaciones con Alemania e Italia para que dejaran de ayudar a Franco a cambio de concesiones económicas.

La actividad política internacional en aquellos meses estuvo a cargo en lo fundamental de tres personas: Luis Araquistáin, embajador en París, Pablo de Azcárate, que lo era en Londres, y el ministro de Estado, Álvarez del Vayo.

Había que ofrecer a Francia y el Reino Unido un pacto de ayuda mutua y considerar que, en caso de guerra mundial, las dos potencias actuarían unidas. A ambas se les podrían ofrecer bases en las Baleares y otros territorios españoles. Habría también un amplio capítulo de concesiones económicas en el sector de la minería española esencialmente; había que interesar al capital francés, que, por lo demás, controlaba toda la prensa reaccionaria y fascista de Francia. Marruecos era otra importante palanca de acción frente a Francia e Inglaterra.

… Se trataba de promover allí [en el Protectorado] un levantamiento contra el dominio de los rebeldes. Tanto Indalecio Prieto como Largo Caballero rechazaron las propuestas de actuar en tal sentido cuando ciertos dirigentes catalanes, Miravitlles y Vidiella, fueron a Madrid en septiembre a proponer al Gobierno que actuara en ese sentido después de haber llegado a un acuerdo preliminar con los marroquíes.

Según Caballero, el Memorándum sobre arreglos en Marruecos presentado a Francia e Inglaterra tuvo su origen en una conversación en Valencia, en febrero de 1937, con el embajador en Londres, Azcárate, pero este no alude a una entrevista con Caballero en esas fechas en su conocida obra y da una versión distinta del origen de tal Memorándum[189]. Jesús Hernández, por su parte, pretende que fueron los propios soviéticos quienes sugirieron a Álvarez del Vayo que se ofreciera a Francia e Inglaterra entregarles territorios en el Marruecos español a cambio del apoyo de estas potencias a la República[190]. Naturalmente, no conocemos ninguna evidencia que corrobore semejante afirmación.

La respuesta inglesa llegó el 23 de marzo a través de Azcárate; la francesa lo hizo dos días después, el 25. Pero ambas tenían un mismo e inequívoco sentido: de la cuestión colonial no era oportuno hablar en aquellas circunstancias de guerra civil y dada la situación europea. La gestión podía considerarse fracasada. En cualquier caso, el Memorándum se le hizo conocer a Azaña, que lo cita como el «Memorándum a Blum» y que le produjo «asombro de su ligereza en ofrecer las colonias». Al parecer Azaña proponía otra cosa, pero no la reseña.

intentar provocar un movimiento insurreccional de los nacionalistas marroquíes en la zona del Protectorado español dirigido contra las autoridades franquistas que controlaban el territorio

conversaciones y negociaciones secretas con las potencias fascistas cuyo mentor fue Luis Araquistáin, embajador en París, y que se llevaron a cabo con conocimiento, decisión y apoyo de Largo Caballero, pero que fueron concebidas con toda seguridad por el propio Araquistáin. El contenido de estas gestiones, poco conocido hasta que se ha dispuesto de los archivos y escritos inéditos de Araquistáin y Caballero, fue profundamente tergiversado por escritos como el citado de Hernández o los de Gorkin[193], y por autores que no conocían los testimonios originales. Prieto, desde luego, ironizó sobre ellas cuando las conoció en 1939.

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En el texto Araquistáin expone una amplia historia de las conversaciones y de su preparación en la que no podemos detenernos aquí[195]. Hablaba de «lograr la retirada de Alemania mediante un empréstito internacional». Es decir, del intento de conseguir la retirada alemana de España mediante compensaciones en oro, pero no se volverá a hablar nunca en concreto de tal empréstito internacional. De hecho, no había más que dos soluciones: o una amenaza de guerra a las potencias fascistas por parte de Inglaterra o Francia, lo que era pensar en lo excusado, o «comprar esa retirada». Alemania e Italia habían puesto como condición para retirarse «que se nos embargue el oro», de forma que hubiese equilibrio entre los dos bandos.

Pero primeramente hubo una entrevista con el director del Reichsbank, Hjalmar Schacht, en Estocolmo, en fecha que no se señala. A Schacht se le propuso, en relación con la retirada alemana, aquello que ya se había comentado con Blum previamente: un arreglo económico-financiero. Pero a fines de abril advino el bombardeo de Guernica, materializado por fuerzas alemanas, y parecía imponerse la línea dura de Goering en la actitud alemana, por lo que Araquistáin consideraba que el momento había dejado de ser propicio para conversaciones de ese tipo.

El horizonte indudable y prioritario de todo este tipo de esfuerzos diplomáticos y negociadores era el de conseguir que las potencias fascistas se retiraran de España y cesaran en su apoyo al bando sublevado[197]. La novedad y el pragmatismo de la política de Araquistáin, Azcárate y Caballero residen en su intento de entenderse directamente con esas potencias y poner en juego dos elementos negociables, Marruecos y las reservas económicas, que dicho sea de paso, y según es bien sabido, estaban en manos de la URSS fundamentalmente.

Más sobre el oro de Moscú:

 

… Largo Caballero, presidente del Gobierno, no fue decisivo en esta determinación. El hombre del «oro de Moscú» fue Juan Negrín, ministro de Hacienda. Ahora bien, no cabe decir otra cosa sino que el acuerdo de Caballero, jefe del Gobierno, con aquella decisión fue pleno. Lo que Caballero escribiese sobre ello no es tampoco mucho, pero sí significativo.

Caballero estaba convencido de que el único traslado posible era a un país, «el llamado entonces “amigo”, Rusia, y a él hubo de recurrirse». «Se decidió que no lo supiera ni el Presidente de la República el cual se hallaba entonces en un estado espiritual verdaderamente lamentable». Señala que quienes estaban en el secreto eran el presidente del Consejo, el ministro de Hacienda y el de Marina y Aire, es decir, Prieto —después comentaremos la versión de este—, pero eran los dos primeros los que se encargaban de hacer las gestiones inherentes al caso.

El peso en gramos de las monedas recontadas era de 510.079.929,3 gramos, lo que coincide con los recuentos conocidos. Pero añadía valores en dólares «atribuidos al Gobierno, 3 barcos, M. Cant. y B. Pr. (sic)» por un total de 51.160.888.

En él, de manera algo infantil, se empleaban claves tales como niño para el oro, padre para la Unión Soviética, madre para España, padre de la madre para Negrín, abuelo para Largo Caballero y familia para el Consejo de Ministros. El documento decía en esencia que «del nacimiento del niño» se habían extendido dos actas, en francés y ruso, y se preparaban detallados documentos explicativos de todas las circunstancias referentes a él. «A juicio del que suscribe», es decir, Pascua, debían permanecer en Moscú los documentos en ruso y entregar los redactados en francés a «la madre del niño». Esto garantizaría cualquier eventualidad en el futuro, pero no se hablaba de depósito alguno en un banco francés ni de llaves de cajas de seguridad. Recomendaba la más rigurosa reserva ante «la familia». Solo Negrín y Caballero, nombrados con sus respectivas claves, debían conocer el nacimiento del niño y sus circunstancias actuales. La copia del acta en francés no debería ser conocida por la familia, sino que debería ser «depositada» (sic) en el padre de la madre.

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El testimonio de Prieto al respecto del oro:

 

El artículo [de Araquistáin] es para mí la primera noticia de que el depósito de oro en Rusia se consignó a mi nombre junto con los de Negrín y Caballero. Ni yo he firmado nada ni nadie me ha dicho nada sobre el particular, jamás. En Consejo se aprobó un decreto de carácter secreto autorizando al Ministerio de Hacienda para adoptar determinadas previsiones respecto del oro. Este se hallaba ya en Cartagena. Yo me enteré de la salida del oro para Rusia por pura casualidad. Habiéndome trasladado a Cartagena por asuntos de la Escuadra (recordatorio de la visita a los barcos que no se realizó y que fue para mí la primera gran señal de la indisciplina de la marinería) encontré allí a Negrín y Méndez Axpe (sic). Y ya no fue posible para mí el disimulo. Allí me presentó Negrín a Orlow (sic). Los empleados del Banco de España que salieron con el oro no sabían a dónde iban. Jamás dio cuenta Negrín al Gobierno de las inversiones ni de las disponibilidades. «Eso no se lo digo yo ni al cuello de mi camisa», fue la respuesta que dio al Consejo a una pregunta de Giral después de haber salido ya del Ministerio. El Presidente de la República desconoció la salida del oro para Rusia; le enteré yo bastantes días después al visitarle en Barcelona. No creo que lo ignorara Caballero.

… la reserva con que el asunto se desenvolvió, hasta el punto de tener a Prieto al margen, aunque Caballero dice lo contrario. Pero Prieto no podía creer que el jefe del Gobierno ignorara el asunto y se maravillaba de que su propio nombre figurase en la consignación del tesoro en Madrid. Lo cierto es que el documento comentado de Pascua no mencionaba para nada a Prieto.

Esta pandilla de golfos del PSOE protagonizó uno de los grandes robos de la historia de España.

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