21/11/2024 12:01

Paseando por el centro histórico de Nápoles, en un callejón próximo a la Vía de San Gregorio Armeno, en el barrio de San Lorenzo, contemplamos una escena entrañable: Un hombre mayor manipula, sentado, una pequeña pieza. Iluminado por la cálida luz de una lámpara e inclinado sobre la figura, se ajusta las gafas que resbalan sobre su nariz. En la mesa de trabajo observamos unos palillos de madera, pinceles, frascos de distintos tamaños y algunos tubos de pintura. Se trata, como habrán adivinado, de un belenista.

Los belenes napolitanos –denominados presepi en italiano– son uno de los reclamos de la ciudad; tan típicos como las sfogliatelle1, las mandolinas o las tammorre2 pintadas; y todavía se elaboran a mano en viejos talleres familiares3 siguiendo las antiguas técnicas transmitidas de generación en generación.

Dicho arte experimentó un auge notable en los siglos XVII y XVIII, popularizándose en España gracias al rey Carlos III4, que importó de Nápoles esta tradición; pero hoy no vamos a detenernos en el famoso “Belén del Príncipe”, ni en la larga historia de los belenes. Recordemos, acaso, que fue San Francisco de Asís a principios del siglo XIII quien estableció la escena de la Natividad tal como la concebimos en la actualidad, en torno a un “portal”; y que, si tienen la oportunidad de visitar la ciudad del Vesubio, no deben perderse los magníficos belenes albergados en la Certosa di San Martino5.

Sin embargo, hoy trataremos de quienes elevaron la manufactura del belén a la categoría de Arte. Es decir, de los artífices y de la técnica.

Lo primero que cabe señalar es que los artistas que fijaron el “estilo napolitano” están encuadrados entre los siglos XVII y XVIII; esto es, en el Barroco. Por esta razón asociamos las figuras belenísticas a una determinada manera que resalta la expresividad de los rostros y las manos, el colorido y el movimiento; todo ello enmarcado en escenografías a menudo complejas y recargadas. Y lo segundo que queremos subrayar es que, aunque la mayoría de los belenistas que citaremos apenas son conocidos, también fueron reputados escultores de gran formato.

Así, entre los artistas napolitanos especializados en belenes merecen nombrarse los gemelos Aniello (1633-1696) y Michele Perrone (1633-1693)6, Nicola Fumo (1647-1725)7, Giacomo Colombo (1663-1730)8, los hermanos Matteo y Felice Bottiglieri (1684-1757)9, Lorenzo Mosca (1721-1789), Eduardo y Nicola Ingaldi (c.1685- c.1760) y Giuseppe Sammartino (1720-1793)10, el célebre escultor del Cristo Velado de la Capilla de San Severo.

Por supuesto, ha tenerse en cuenta que esta actividad, debido a la complejidad de las composiciones y a la cantidad de elementos que llegaban a configurar un diorama, fue siempre un trabajo en equipo. Porque incluso pequeñas escenas reunidas en una pequeña vitrina11, podían implicar un enorme trabajo.

Respecto al arte de estos belenes, tenemos que valorar dos elementos fundamentales: por un lado, las figuras, y por otro, el entorno, compuesto habitualmente por una escenografía arquitectónica más o menos amplia. Y es que, como puede intuirse fácilmente, si cualquiera de los dos aspectos falla, el conjunto se resiente de forma significativa. Por tal motivo no sólo es necesaria la estrecha colaboración de diferentes artistas, sino que se entiende y justifica su especialización.

Empecemos por las figuras. De hasta 35 centímetros de alto, se construyen del siguiente modo: el busto –o testina, en italiano–, de terracota, se modela en barro y se cuece en un horno a una temperatura que llega a alcanzar los 800 grados; los ojos, de cristal, se añaden después, modelando los párpados con una pasta cerámica rojiza adhesiva para que los globos oculares queden perfectamente integrados en el rostro. A continuación, se alisa la superficie, se prepara con un apresto ligero y se pinta con óleo, enrojeciendo las zonas más vascularizadas (orejas, nariz y pómulos).

LEER MÁS:  Madre Milagros Rejo: “Las Siervas de la Pasión somos pioneras en la defensa de la vida”. Por Javier Navascués

El cuerpo se hace con estructura de alambre forrada con estopa de lino atada y cosida, de tal modo que la figura puede articularse fácilmente. Los pies y pantorrillas, por un lado, y los antebrazos y manos, por otro, son de madera o de terracota. Y, finalmente, se viste la figura previa confección de las ropas a mano. Ese es el motivo por el que sólo se modelan las partes visibles (cabeza, piernas por debajo de la rodilla y brazos a partir del codo). Porque la mayor parte del cuerpo va cubierto, exactamente igual que en nuestra imaginería, donde las partes no visibles de las figuras articuladas y destinadas para vestir a menudo quedaban sin trabajar.

Por lo que se refiere al contexto o escena en que se enmarcan las figuras, los artesanos deben poseer conocimientos sobre arquitectura y carpintería, ya que la característica principal de los belenes barrocos es el realismo, tanto de las figuras como de las construcciones. De modo que es preciso identificar y conocer no sólo los métodos, procesos y materiales de la construcción antigua –tipos de mortero y de aparejo, estructuras de madera y de piedra, órdenes y estilos, así como una infinita variedad de elementos constructivos y ornamentales para reproducirlos fielmente, sino también el desgaste ocasionado por el tiempo en las edificaciones; las variedades botánicas que brotan en los intersticios del pavimento o en las cornisas; la forma en que se desprende un enfoscado dejando a la vista el ladrillo; la erosión del mármol; el arranque de un arco quebrado y raído por la meteorología… Conocimientos, por descontado, de Historia y de Historia del Arte, y documentación precisa sobre los usos, atuendos, herramientas de los distintos oficios, peinados, alimentos, animales… y sus mil y una texturas, ya que, como sabrán quienes hayan observado con detenimiento un belén napolitano, éste incluye todas las clases sociales y sus costumbres con todo detalle.

Dicho lo anterior, naturalmente, hay especialistas en cada una de las facetas mencionadas: expertos en la elaboración de ruinas, capaces de emular la grandeza y monumentalidad de un Giambattista Piranesi o un Leonardo Coccorante; virtuosos del trabajo con cera, empleada para aportar transparencia y naturalidad a la fruta, pescado, fiambres, dulces o cualquier otra delicia gastronómica presente en los distintos puestos del mercado; maestros de la composición, de la iluminación, en la reproducción de todo tipo de árboles… Por ejemplo, los hermanos Nicola (1770-c.1825) y Saverio Vassallo, Francesco di Nardo (c. 1690- c. 1750) o Francesco Gallo (c. 1750-1789) estaban especializados en el modelado de animales.

Por último, no queremos finalizar este artículo sin recordar a quienes hoy ejercen este antiguo oficio. Y es que, como apuntábamos en la introducción, actualmente, en Nápoles, todavía quedan un buen puñado de artistas dedicados al noble arte del belén: Marco Giuseppe Ferrigno, los hermanos Luciano y Vincenzo Capuano, los hermanos Salvatore, Emanuele y Raffaele Scuotto, Rosario y Gennaro de Virgilio (padre e hijo respectivamente), Tiziana D’Auria, Mauro Gambardella; Salvatore Giordano (1944) o Domenico Pagano (1955), entre otros12.

LEER MÁS:  ¿La guerra nuclear de exterminio planetario en 2025? Explicación esotérica. Por Luys Coleto

Sirvan estas líneas de homenaje a todos aquéllos que mantienen viva esta antigua y hermosa tradición.

1 Dulces de hojaldre rellenos.

2 Panderetas. En singular, tammorra.

3 Botteghe en italiano. Taller, en singular, se escribe bottega. El término alude tanto al taller físico donde trabajan varios operarios bajo las directrices de un patrón, como a los trabajadores empleados. Aunque habitualmente los integrantes de un taller eran familia, no siempre era así.

4 Carlos VII de Nápoles y Sicilia entre 1734 y 1759, reinó como Carlos III de España desde 1759 hasta 1788. El famoso “Belén del Príncipe”, encargando en 1760 para su hijo, el futuro Carlos IV, se expone en estas fechas en el Palacio Real. Sus figuras se vestían con las mejores sedas de las manufacturas reales de San Leucio; en la Real Fábrica de Porcelana de la Granja se elaboraban minúsculas y preciosas vajillas; los mejores orfebres fabricaban los finimenti (accesorios) de plata; y lauderos como Antonio Vinaccia realizaban los instrumentos en miniatura para los músicos que integraban la composición.

5 Además del extraordinario Belén Cuciniello (donado por el dramaturgo Michele Cuciniello), el Museo Nacional de San Martino muestra también el Nacimiento Ricciardi y la Colección Perrone (legado del abogado Pasquale Perrone), una serie de 956 piezas de excelente factura. Véase el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=rz8xF_L8JJA

6 Maestros de Domenico Vicenzo Nicola (Nicolás) Salzillo (1672-1727), padre del famoso imaginero murciano Francisco Salzillo (1707-1783). Más información en Gennaro Borrelli, Il presepe napolitano, Ed. De Luca – D’Agostino, Nápoles, 1970.

7 Originario de Salerno, próxima a Nápoles, en la región de Campania. Autor, entre otras obras, de la Caída de Jesús camino del Calvario (1698) en la madrileña iglesia de San Ginés.

8 Aunque nacido en Padua, se trasladó a Nápoles en 1678, con apenas quince años.

9 Maestros en el arte del belén tanto de Giuseppe Sanmanrtino (1720-93) como de Francesco Celebrano (1729-1814), que fue director de la fábrica de porcelana de Capodimonte. El hijo de éste último, Camillo Celebrano (c.1780-1828) también fue un destacado belenista.

10 Léase: Gennaro Borrelli. Sanmartino. Scultore per il presepe napolitano, Ed. Fausto Fiorentino, Nápoles, 1966. Entre los discípulos de Sanmartino que fueron buenos belenistas merece citarse a Giuseppe Gori (1739-1815), Angelo Viva (1748-1837) y Salvatore Di Franco (c. 1750-1815).

11 La idea de exponer los Nacimientos y otras escenas en vitrinas o campanas de vidrio se debe a la familia Catello. Esta fórmula protegía las figuras de su colección a la vez que permitía su contemplación. La colección Catello fue iniciada por Giuseppe en el siglo XIX, continuada por su hijo Vincenzo y culminada por su nieto Eugenio.

12 En España existen artesanos capaces de reproducir los modelos napolitanos, como los conquenses Jesús Martín de los Santos y Rodrigo Mora, y auténticos enamorados de este arte, como los hermanos Carmelo y Emilio García de Castro, uno de cuyos extraordinarios belenes del siglo XVIII se expone en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

Autor

Santiago Prieto
Suscríbete
Avisáme de
guest
1 comentario
Anterior
Reciente Más votado
Feedback entre líneas
Leer todos los comentarios
Aliena

¡Precioso artículo!

1
0
Deja tu comentariox