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Posiblemente algunos lectores ignoren que los romanos no usaban calzoncillos. Por eso hoy recurrimos a Carlos Fisas para consultar un trabajo suyo en el que cuenta historias de la Historia.
La imagen que tenemos de los romanos viene del cine, como si en Roma siempre fuera verano; mujeres vestidas con túnicas transparentes y sin ropa interior y hombres vestidos con túnicas ligeras, sobre todo los más musculosos y mejor parecidos. Pero la realidad fue muy distinta; en Roma, en invierno, hace frío, llueve y la gente tiene que abrigarse.
Nos ceñiremos entonces a la realidad histórica: los romanos no conocían casi la ropa interior, abrigaban sus piernas con unas vendas (fascie feminalie) para cubrir sus muslos; fascie tibialiae para cubrir toda la pierna; las damas usaban los fasciae crurales para tapar sus bajos.
Los pueblos bárbaros utilizaban los braccae: persas, suevos, galos y germanos. Cuando los romanos ocuparon sus tierras descubrieron que éstos usaban pantalones; una prenda cómoda y útil. Desde el año 69, cuando Cecina los exhibió en público, empezaron, poco a poco, a usarlos los romanos. Eran blancos, parecidos a los calzones de nuestros abuelos, o de color púrpura como los de los emperadores. Algunos llegaban hasta la rodilla, otros hasta el tobillo, y llegaron a ser tan populares que, a los sastres, les llamaron Braccarri.
Los emperadores Arcadio y Honorio intentaron prohibir su uso, pero Tácito refiere que el general Cecina había comentado cosas como éstas: “los municipios y las colonias veían con malos ojos su rara vestimenta, porque llegó a hablar a los togados vestidos con bragas y cubiertos con un manto militar variopinto”.
Las bragas estuvieron en uso en la Edad Media, aunque en el siglo XIV sólo las utilizaban las gentes del pueblo: los nobles las sustituyeron por las calzas o calzones que, por cierto, se confunden con las propias bragas; las calzas iban desde la cintura hasta el pie y algunas eran reforzadas con una suela de cuero o plantillas de madera.
También las utilizaban las mujeres, tapadas por la falda. Desde el siglo XVI las calzas no siempre llevaban un mismo color para cada pierna; de ahí su nombre de “medias calzas” y su derivado posterior de medias.
Abundando en más detalles, los calzones, gregüescos, parecidos a ellos, se colocaban sobre las medias sujetos a ellas con ligas visibles. Hay un cuadro muy conocido que representa un encuentro, en la Isla de los Faisanes, entre Felipe IV de España y Luis XIV de Francia, en el año 1659, en el que se aprecian los ampulosos calzones franceses y la severidad de las calzas españolas.
Primero las bragas y después las calzas llevaban un complemento que cubría las partes pudendas de los hombres, al que llamaron más tarde bragueta; algunas de ellas llegaron a ser muy aparatosas; como puede verse en un retrato muy conocido de Carlos I, pintado por Tiziano. En las armaduras recibió nombre latino: coleo.
Entonces, la bragueta con botones, y más tarde con cremallera, como hoy se lleva, empezó a utilizarse en el siglo XVIII, si bien, al principio, había gente que tachaba su uso de inmoral. Llegó a intervenir hasta la Inquisición, aunque sin mucho éxito.
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