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Cuando muere Francisco Franco, Pedro Sánchez no había cumplido tres años, por lo que resulta imposible visualizar y comprender el entorno en el que vivió esos acontecimientos y que seguro no recuerda. Es posible que bastantes de sus familiares y hasta sus padres hubieran estado guardando cola durante horas para despedir, a su Caudillo, en el Palacio de Oriente. ¡Y ahora llaman reconciliación a lo que es simple venganza!

 

Nada en su normal y escasa formación hacían presagiar ese rencor contra quien había pacificado España, transformado a su pueblo, superadas las cicatrices de la contienda, y yacía, enterrado, en la Basílica del Valle de los Caídos, lugar de oración y recogimiento. No existe otra explicación que la de considerar de “utilidad política” la ingeniería social iniciada por Zapatero, para deslegitimar el actual régimen y llevarnos a la III República. Sobre todo, viendo la nula oposición a la batalla cultural y de las ideas que ejercía el PP de Aznar, Rajoy y Casado.

 

Sólo escasos personajes que han modificado el curso de la historia en sus naciones y marcado una existencia de progreso, merecen figurar en la galería ilustre de la inmortalidad referencial. Franco es uno de ellos, por la magnitud y profundidad de sus logros, porque nada hubiera sido posible, sin su providencial existencia. Tal dimensión sólo se da, cuando el tiempo vital se conjuga con el histórico para afrontar y vencer los enormes retos que se presentan; cuando es preciso salvar y conducir, vencer y convencer, sufrir y sonreír, sin esperar más recompensa que el de la misión de su existencia. Y el incomprensible destino le atrapó a esa misión, sin posibilidad de eludirla, y no la eludió.

 

Podemos decir, con escaso margen de error que, en torno a Franco y a su figura histórica, se tejió el entramado del nuevo frente popular. ¡Ya que no pudimos vencerlo en vida, hagámoslo con la suficiencia parlamentaria, con cuarenta años de retraso y muerto!; cuando la sociedad está más confundida e ignorante y las instituciones más debilitadas por la penetración ideológica y la corrupción. Hasta que la derecha no rompa el tabú y se atreva a reivindicar a Franco, no cejará el castigo de haber querido comprar la paz al precio de la deslealtad, desde hace cuarenta años.

 

La era de Franco en la Jefatura del Estado, se naturaliza al leer lo que escribieron los españoles, de su época, al fallecer. Recojo lo más significativo. Así, lo publicado en el diario “Ya”, el 20 de noviembre de 1975, con la firma colectiva del grupo “Tácito”: “Un largo capítulo de la Historia de España llevará siempre como título el nombre de Francisco Franco. Con él muere un insigne soldado y uno de los estadistas más importantes de las últimas centurias de nuestra vida política. La Nación debe respeto a quien dedicó su vida a una concepción del Estado. Ser fiel al propio pensamiento es, sin duda, la más noble justificación que un hombre puede ofrecer de su vida”.

 

“Para la gran mayoría de los españoles, Franco era un personaje familiar enraizado en sus propias biografías. Nada de cuanto ha sucedido en este país en los últimos cuarenta años puede ser entendido sin una referencia expresa a quien con su voluntad indomable condujo durante todo ese tiempo la pesada carga de gobernar el Estado”.

 

“La grandeza de los pueblos no consiste solo en vivir y recordar las grandes victorias; la Historia es un continuo fluir de acontecimientos y solo la asunción explicita de todos ellos completa la personalidad de toda nación grande”.

 

“La entrega total del hombre a su misión, el ejercicio de su voluntad al servicio de un ideal y la dura, dolorosa y larga lucha final con la muerte, nos sumen hoy en actitud de profundo respeto”.

 

“Cuando mañana demos fe de nuestras propias convicciones y nos enfrentemos resueltamente con nuestras propias responsabilidades, recordaremos la entereza del hombre que hoy entra en la Historia”.

 

Se conocían como del Grupo Tácito: Resulta oportuno no omitir sus nombres, como reconocimiento y respeto a su análisis histórico. Quedan muchas batallas por librar. Abelardo Algora , Alfonso Osorio, Eduardo Carriles, Pío Cabanillas, Iñigo Cavero, Leopoldo Calvo Sotelo, Landelino Lavilla, Alejandro Royo-Villanova, Marcelino Oreja Aguirre, José Joaquín Puig de la Bellacasa, José Luis Álvarez, Juan Antonio Ortega y Díaz- Ambrona, José Giménez Mellado, Fernando Álvarez de Miranda, Andrés Reguera Guajardo, José Otero Novas, Juan Carlos Guerra Zunzunegui, Gabriel Cañadas, Joaquín Satrustegui, Gabriel Peña, José María Sanz Pastor, Juan Muñoz, Ignacio Gómez Acebo, Juan José Franch y Óscar Alzaga.

 

El Conde de Godó publicaba en la portada de la Vanguardia en enero de 1976, bajo el título: “Una obra extraordinaria que ha cambiado radicalmente a España”, lo siguiente: “ La profunda emoción que siento por la pérdida del Caudillo de España, Generalísimo Franco, viene condicionada por la obra extraordinaria que ha cambiado radicalmente a España en unos pocos años, si bien personalmente aumenta, por los sentimientos de amistad que me había siempre demostrado y que venía ratificada por el nombramiento con que he sido honrado en dos ocasiones como procurador en Cortes de designación directa del Jefe del Estado.

 

Es difícil, en unas pocas líneas, dar una idea de lo que ha representado el Caudillo en la vida de España, porque en cualquier orden que se considere, vemos el progreso inmenso que han representado estos años en los cuales nuestro país ha pasado de ser una nación de segundo orden a situarse junto a los países más industrializados y de mayor rango cultural.

 

Me siento orgulloso de pertenecer y formar parte de la España de Franco. Y, en el tiempo que me quede de vida, he de recordar siempre la fecha histórica del día de hoy, dolorosa para todos los españoles, a cuyas plegarias uno las mías por el eterno descanso del alma de nuestro querido Caudillo”. Así escribiríamos un libro con las plumas y plumillas que se creyeron en la obligación de agradecer a Franco, muerto, lo hecho por España mientras estuvo vivo.

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La estupidez y canallería que, a partes iguales, destilan los nuevos republicanos; mera necrología de la decadencia que hemos tenido que sufrir para coger impulso y levantarnos. ¿Quién recuerda hoy de Zapatero, más que como un mal sueño? En unos años Sánchez ocupará aún peor plaza, la de un vodevil de sucesos. Amargo fruto del vientre de alquiler de la desmemoria, que permite al Estado decirte lo que le es útil y debes o no pensar.

 

Julio Merino en su testamento espiritual, en verso, como todo testamento que se precie en un hombre entregado a la literatura, define lucidamente lo que significó Franco para España: “Para unos Franco fue un tirano. Para otros fue un dictador. Para muchos Franco fue el Caudillo…Pero, para los de mí generación, los hijos y los nietos de la guerra, Franco fue nuestra infancia, nuestra juventud y nuestra madurez. ¡Con razón o sin razón!”. ¡Verdad histórica incontrovertible!. Infancia, juventud y madurez sin comparación a la que le estamos dando a nuestros hijos.

Autor

REDACCIÓN