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El pasado sábado, veintiuno de enero corriente, ha tenido lugar la manifestación contra Sánchez, conforme se ha indicado de manera general por los convocantes, y de manera especial por los participantes. En algún caso he visto que la llamada era por España y la Constitución. Debo confesar que por España avanzo el paso voluntario saliendo fuera de filas, pero ya eso de la constitución me hace dar el paso en sentido contrario.
En su momento yo no voté la constitución de 1978, dado que tenía dieciocho años (aunque luego se dijo que se permitió el voto a partir de dicha edad) y estaba ya en La Legión. En aquel año y considerando que mi Bandera era en ese momento la III, pero había sido la X en el IV Tercio Sahariano, todos los oficiales y parte de la tropa era, rotundamente, africanista. Podría haber algún despistado, pero que las papeletas que llegaron a la oficina de la compañía para el voto por correo se quedaron en un cajón, lo coy como cierto. Por tanto, he tenido la suerte de no verme en el brete de jurar o prometer la constitución de 1978, y digo esto, porque por mi conciencia que no la hubiera jurado ni prometido.
Así que, cuando he quedado verdaderamente enterado de que la manifestación era también por la constitución, he quedado gratificado al verme el sábado obligado a cumplir obligaciones profesionales inaplazables. Porque si es por una constitución que permite lo que está acaeciendo desde hace años, como es que se hable de separación y de insolidaridad continuas y que estas no se corten de raíz, es que dicha constitución no es la norma fundamental que se merece España.
Si el motivo de la manifestación era Sánchez, creo que no se ha dado en lo que es el problema y la búsqueda de la solución al mismo. No es que yo lo conozca y tenga alguna pulsión para su defensa, sino que considerando que es una pieza más del juego al que nos obligan a participar, me parece Sánchez poco problema. Y es este problema menor si lo comparamos con todos y cada uno de los presidentes de gobierno que hemos tenido desde 1975 en adelante, los que cada cual, en mayor o menor medida, nos han ido llevando a este desfiladero ante el que solo caben dos formas de actuar: lanzarse al precipicio imbuidos por el miedo, o volver la espalda al mismo y avanzar hacia la realidad que tenemos. Avanzar para, naturalmente, transformarla.
Estamos en tiempos de una poesía que destruye y frente a esta solo cabe la poesía que promete, pero no una mera promesa formal, sino de verdadero compromiso, y este solo puede estar en cambiar el modo y sistema que ahora nos obligan a seguir. Así, el que se vaya Sánchez, como viejo recuerdo de aquellas palabras de Aznar: ¡Váyase señor González!, solo nos va a servir para que no se levanten las alfombras, para que todo siga igual.
El problema no es otro que el sistema de partidos políticos, y sobre todo, cuando estos aceptan el sistema que los integra en un modo de lucha (a veces innecesaria y ficticia) que se transmite a la calle, dividiendo esta. Problema cuando se trata de partidos que no respetan sus propias reglas. Ha tenido que terminar la reunión de Davos 2023 para que nos digan que el remedio al caos futuro es la cooperación. La pregunta es básica: ¿cooperar en qué y para qué? Si cooperar significa colaborar, contribuir, ayudar, apoyar y socorrer, me parece que los primeros que vamos a incumplir el futurible de Davos somos los españoles, porque ni cooperamos, colaboramos, ayudamos y socorremos.
De ahí lo dicho, que Sánchez no es el mayor problema, el problema somos nosotros, incluido el que esto escribe. Estamos en esta situación porque a la mayoría nos ha sido cómodo ocuparnos de nuestras preocupaciones personales, y las del común las hemos dejado a un personal -al que no calificaría de inútiles- pero sí con una ambición que ha perjudicado esta España que, ahora, nos vemos obligados a recuperar sin dilación alguna. Pero si VOX está por la Constitución actual, igualmente seguirá siendo parte del problema.
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