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Hay ideas que te acompañan toda la vida, por ejemplo en mi caso: la norma de acción que yo traduciría en “obsesión por elegir entre teoría y pragmatismo”. No ha mucho he tocado el tema indirectamente.
Desde mi adolescencia me cautivaron las gestas de Alejandro Magno y asimilé su proceder, resolviendo con un tajo el famoso nudo gordiano mientras decía: « ¡Es lo mismo cortarlo que desatarlo!». Conviene recordar que no era un nudo como, en general, la gente se lo imagina, se trataba de uno muy especial hecho por el rey Gordio de Frigia, con el yunque y su carro.
Aprovecho la oportunidad para recordar que, ese nudo en cierto modo, forma parte de nuestro escudo nacional pues. el “yunque con la cuerda suelta” en honor de ‘Ysabel, de ahí procede; y con las “flechas” que honran a Fernando, completando el escudo de España. Tiene gracia que el infinito número de zoquetes hispanos lo considera “facha” cuando ya existía quinientos años antes de que nacieran Mussolini… y el Generalísimo.
Si nos fijamos bien, la vida humana es una “serie ininterrumpida de nudos gordianos” que debemos deshacer nosotros. De ahí la importancia que tienen saber elegir el modo de hacerlo. Muchas veces tendremos que decidirnos por el absolutamente “pragmático” utilizado por el jovencísimo y deslumbrante conquistador macedonio.
En esa disyuntiva se encuentran mucho más frecuentemente quienes ocupan los puestos de mando de las instituciones, que los llamados “hombres de a pie”, esos que obedecen y cumplen… Si pensamos en el momento presente hay quienes tienen la obligación de cortar el nido gordiano de “la conjura de los traidores” empeñados en provocar la ruina total de España para que desaparezca como nación, troceada en territorios sin porvenir alguno y lograr esclavizarnos a todos nosotros, los españoles. No es difícil señalar a quienes están obligados a usar la espada y deshacerlo. La Patria les exige el cumplimiento de su deber y nos gustaría verles demostrar que son hombres no peleles.
No hay excusa que valga: o son fieles a su conciencia o serán malditos no solo por las generaciones que hicieron grande a España, sino sobre todo por las venideras que no podrán nunca perdonar su cobardía criminal.
Ahora bien examinemos al mismo tiempo nuestra conciencia y reconozcamos también nuestra culpa si nos contentamos con pedirles a ellos que cumplan quedándonos en casa sin salir a las calles para hacerles sentir la presión del pueblo. Estamos en el momento preciso para hacerlo y si lo desaprovechamos y no reaccionamos como debemos, seremos igualmente culpables de su traición.
Y no digamos que no sabemos cómo hacerlo porque es sencillo…
Algo terrible que llevamos meses viendo en los telediarios y leyendo u oyendo en los medios de todo tipo –me refiero a los incontables incendios que asolan no solo España, sino Europa y el resto de los continentes—nos puede dar una pista de cómo actuar. Esos fuegos que destruyen nuestros bosques –en un casi cien por cien, provocados—empiezan con una simple cerilla… En el tema a que nos ocupa, la simple cerilla puede ser cualquiera que tenga un ordenador o un teléfono móvil y sea capaz de convencer a sus amigos y conocidos de la necesidad urgente de provocar un incendio en las redes sociales. Basta que sea inteligente, tenga salud y la fuerza de la juventud. A mí, con noventa y cinco años y medio, la cruda realidad de la vida me ha descartado ya ¿Pero no habrá alguien entre mis lectores capaz de hacerlo?
Para ello evidentemente debe tener fe en el proyecto y creer en sí mismo. No es preciso ser un genio, ni un potentado ni un portento en nada, basta que sea, como digo arriba: joven –o sea “no viejo”– de inteligencia normal y de buena salud, y, por supuesto, con ganas de trabajar y luchar.
Existe por otra parte, la posibilidad de que no sea uno solo el que inicie el “incendio” en una esquina de España, sino que haya varios… o muchos, los decididos a que arda nuestra Patria desde muchas ciudades y pueblos.
No puedo creer que no haya miles de españoles decididos a salir a la calle a prender ese sagrado fuego de la defensa de los valores.
Ciertamente mi experiencia en el suelo patrio –al que hace sesenta y tres años que regresé–, no me anima a ser optimista pues he terminado, como ya lo he dicho bastantes veces, por aislarme, alejado de los varios “pequeños ejércitos” que luchan por la Patria soñada cada cual convencido que es el “mejor”…, y he acabado convirtiéndome en un “guerrillero por libre”. Pero he tenido siempre tanta fe en los españoles, -imitando a José Antonio- que, por paradójico que parezca, aun después de haberla perdido… sigo creyendo en ellos. Probablemente es enfermedad incurable.
Espero haya quedado claro que mi petición no tiene nada que ver con las patochadas de los políticos de la derecha pepera, cuando dicen que quiere tomar la calle convocando a una “manifestación de partido”…
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.