09/10/2024 18:21
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En primer lugar quiero pedir disculpas anticipadas, y solicitar la máxima indulgencia, por la estructura algo alambicada de esta Carta (¿tal vez lo sean todas un poco?). 
 
El fin de semana pasado leí, en el Diario de Teruel, que el sanguinario ministrillo de Sanidad estuvo de vacaciones en la comarca del Matarraña en Teruel, concretamente visitaba la bonita localidad de Cretas. El alcalde del PP,  el Sr. Camps, cuando tuvo conocimiento de la presencia del ministrillo, por cortesía institucional, fue a saludarlo. Y me parece lo correcto, porque la formalidad, y lo bien hecho, deben regir siempre y, en especial, en el ámbito institucional. 
 
Sin embargo contrasta dicho comportamiento de cortesía y respeto institucional con la carencia, y falta de exigencia, de los mismos por parte de los malnacidos políticos socialcomunistas y separatistas. Aunque, por desgracia, son numerosisimos los casos que avalan mi afirmación, pondré un ejemplo muy ilustrativo: cuando fueron a tomar posesión del cargo de diputados toda esta patulea juro, o permitió que se hiciera, por «el pueblo libre de Cataluña, la décima provincia más extensa de España, las trabajadoras que sufren discriminación,  por Eukalerria, porque todos los «rojos» y «maricones» son buenos… «. Lo de incumplir la formalidad es una de las maneras en las que se manifiesta la degradación de nuestra sociedad. Además de ser una falta de respeto intrínseca, nos acerca, paso a paso, a comportamientos cada más incivicos por la sistemática violacion de las normas de conducta. 
 
Lamento que no hubiera algún buen cretense que le dijera al ministrillo las verdades (a alguien como él viciado en la mendacidad seguro que le hubiese fortalecido el carácter), aunque imagino que los dos maromos de seguridad que acompañaban al susodicho intidimidaban lo suficiente como para acometer tal empresa. 
 
Pues resulta que el Illa se encontró «casualmente» con el mandamas de la Conferencia Episcopal, el Omella, un cretense de nacimiento. Resulta ilustrativo que dos pancatalanistas redomados, de su posición, se junten, seguro que no sale nada bueno de esa «reunión fortuita». Las expansionistas ambiciones pancatalanistas sobre importantes zonas de Aragon seguro que han encontrado en ellos dos buenos adalides. 
 
Hablando de la Iglesia, es triste comprobar que la sacrificada labor social que realizan monjas, misioneros, y tanto personal de bien vinculado a la Iglesia, que trabaja y ayuda a los más desfavorecidos, se vea corrompida por una cúpula que cuida más lo «del César, que de lo de Dios». 
 
Y sobre derechos históricos resulta vomitivo que las dos entidades que podrían arrogarse algún derecho, la Corona de Aragon y el Reino de Navarra,  hayan sido fagocitadas por esos insaciables sacamantecas supremacistas y separatistas vasco-catalanes. En Navarra llevan ya dos presidentas de la Comunidad abiertamente abertzales (con todo lo que ello supone) y en Aragon llevamos también dos legislaturas en las que ese invertebrado de Lamban ha acogido, indignamente, toda la agenda lingüística pancatalanista que no deja de ser el preámbulo de sus delirantes «paisos catalans». 
 
En la civilización azteca se ofrecían sacrificios humanos vivos a sus dioses. Nunca he considerado aplicar esa práctica aunque, últimamente,…  algunas veces tengo tentaciones, y abundancia de candidatos idóneos, para ofrecerselos a Guayota, el dios que habita, entre azufre y fuego, en el corazón del Teide. 
 
P.D.: un afectuoso, y emocionado, saludo para ese «puntal» «chicharrero» que me explicó quien era Guayota.

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REDACCIÓN