08/05/2024 12:07
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“¡Votar en conciencia!”… ¿Me quiere — o me puede– explicar alguien lo que significa este “tópico” de uso habitual en la Democracia?

Para ello quisiera saber qué entiende la gente de hoy por “conciencia”. A mi generación todavía nos explicaban su esencia y aprendimos que era “la brújula” que el sapientísimo y omnipotente Creador ponía en el alma humana para permitirle orientarse siempre en dirección al  cumplimiento de las Leyes de Dios,  puesto que Él, –como el mejor de los Padres– nos marcaba con ellas  “el camino de la verdadera felicidad” en este mundo –y,  como consecuencia, especialmente en el otro–. Pues, ciertamente,  olvidarse de ellas sólo le proporciona desgracias y desdichas. La conciencia, en este sentido  es,  quizás,  el mejor regalo que hizo a su criatura predilecta.

Eso permite, –incluso a los hombres que viven en la prehistoria–, poder vivir en sociedad  ya que gracias a ella, les guía una “luz natural” con la cual  distinguen el bien del mal.

Pero dejemos de “filosofar” y volvamos a pisar suelo español…

Si consultan el diccionario de la Real Academia de la Lengua,  en su segunda acepción nos dice que es el “conocimiento interior del bien y del mal”,  y dedica luego un tercio de columna a  comentar todos los significados de este rico vocablo. Pero, habida cuenta de que las palabras que se usan mucho “se gastan mucho irremediablemente” ocurre que acaban por perder casi  toda su fuerza. Y, así, la palabra “conciencia” significa ya muy poca cosa.

Además,  la conciencia es una cosa “tan delicada” que se esfuma rápidamente cuando se la pisotea una primera vez… y, podríamos decir que la gran mayoría de los hombres de hoy van por el mundo, desprovistos de conciencia. Y encontrar un político que la siga conservando viva entra en el terreno de lo milagroso.

Estos pensamientos me han movido a comentar ese tópico tan manido de: “¡votad en conciencia!”,  consejo habitual de quienes deberían sentirse obligados  a “orientar” al pueblo, a la hora de votar.

Que esos señores, ya sean periodistas, intelectuales u obispos—sobre todo éstos últimos—deberían sentirse obligados a evitar su “indefinición”  concretando más en el momento de aconsejar a quien votar. Soltarles el “topicazo” de que “¡voten en conciencia!” tiene tanto peso como aconsejarles  que “sean buenos chicos”, o sea,  ¡ni un gramo!

Un  orientador debe señalar los “peligros” por su nombre… A mi entender los señores obispos –que habrían de ser inteligentes, preparados y responsables de la defensa de la Fe y las Costumbres–  tienen  obligación de informar a los fieles de que nadie se librará de dar cuenta a Dios si votan “a políticos que defienden el matrimonio sodomita de los homosexuales, el aborto, la eutanasia, el divorcio, o impiden la enseñanza a las órdenes religiosas especializadas en la educación y formación de los niños y la juventud”, o sea, que deben  “concretar,  sin contemplaciones”,  las especificaciones que “impiden a todo católico votar a un político” por ser una ofensa directa a los mandatos divinos — a los Diez Mandamientos– y no es un jueguecito para niños, sino una gravísima responsabilidad.

 ¿Por qué no lo hacen?

Yo si voy a concretar: Porque tienen miedo a enfrentarse a los enemigos de las doctrinas de la Iglesia. Porque no se atreven  a proclamar  como lo ha hecho  monseñor Munilla que,  “¡en conciencia!”,  no se puede votar al Partido Popular”. Porque les asusta decir –a varios millones de católicos–  que ellos  “son responsables del aborto, de la eutanasia, del divorcio, de la falta de libertad de enseñanza, etc.”.

Por lo visto,  el Vaticano “elige para obispos a unos perfectos pusilánimes” que –por el contario– son “muy valientes” persiguiendo a los sacerdotes cabales e íntegros –tratándolos de reaccionarios y “fascistas” — ¡cosa lógica en una Iglesia democrática postconciliar, enamorada de los políticos izquierdistas!

Engañar a los fieles cobardemente con el consejo de que “voten en conciencia” es, sin duda  un sistema reprobable por su ausencia de contenido.

¿Se enteran –ahora– de la razón por la que han perdido el prestigio que deberían tener,  como continuadores de la misión de los Apóstoles,  a los que Cristo envío como mensajeros de la Verdad? Les han  –les hemos–  perdido el respeto porque Dios es, en esencia, precisamente eso: ¡la Verdad! y, a ustedes,   les asusta su defensa.

LEER MÁS:  El Bergantín, J. S. Elcano, “El Caballero Español de los Mares”. Capítulo Séptimo. El marinero, el navegante, el hombre. Parte I. Por Miguel Sánchez

¿En qué se parecen a ustedes al cardenal catalán, Isidro Gomá y Torras –en los años treinta Primado de España– y al resto de los obispos que firmaron “la Carta Colectiva al mundo entero”, informándoles de lo que ocurría en nuestra Patria durante la Cruzada de Liberación nacional, que apoyaron —con todo su peso de Sumos Pontífices–, los papas Pío XI,  y Pío XII?

Por suerte la Fe nuestra es la de la España de siempre y la contenida en el Magisterio perenne y no tiene nada que ver con la nulidad de la Jerarquía eclesiástica  que nos gobierna. Su conducta no influye en la más mínimo sobre mis creencias — ni la de quienes viven en la Tradición– pero no puedo menos de echarles en cara su cobardía y su inutilidad como maestros y pastores. 

 

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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Irene

y…
morirán para siempre.
https://youtu.be/r48fxBtSQEk

Geppetto

Votar en conciencia o quiere decir nada de nada, porque los individuos, hoy en dia y de forma mayoritaria, tienen una conciencia mas parecida a un cubo de basura que a otra cosa.

Azul

» Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da la vida por las ovejas.»-» Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye y el lobo hace presa en ellas y las dispersa.»-«Porque es asalariado y no le importan las ovejas.»
( Juan 10, 11-12-13)

Hakenkreuz

Muy bien por recordarlo, Azul. Y el Buen Pastor no se presenta a elección ninguna, porque es Él el que elige.

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