21/11/2024 10:16
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Más de medio millón de personas vitoreaban  en la mañana del jueves 17 de diciembre de 1970, al Jefe del Estado Francisco Franco en una manifestación gigantesca y heterogénea que tuvo por escenario la amplia Plaza de Oriente.

Era la respuesta del pueblo español  a una nueva campaña contra España y su Unidad, orquestada y dirigida, no solo en Europa, sino en la propia España, por elementos  de la izquierda marxista, partido comunista de España con el asesino Santiago Carrillo impartiendo consignas desde la “idílica” Rumania”; partido socialista PSOE capitaneado por Rodolfo Llópis desde Francia;  masonería, algunos sacerdotes  y un buen puñado de “tontos útiles” que ya comenzaban a pulular por algún medio de información, a raíz de la sentencia del Consejo de Guerra celebrado en la Capitanía General de la Región Militar de Burgos, presidido por el Coronel Jefe del Regimiento Acorazado de Caballería “España nº11”, Manuel Ordovás González, junto al Fiscal, comandante Carlos Granados Mezquita y el vocal ponente el capitán auditor del Cuerpo Jurídico Militar, Antonio Troncoso de Castro, entre los días 3 y 9 de diciembre, en el que se había juzgado a 16 militantes de la organización terrorista ETA, a los que se acusaba de intervenir en los asesinatos del Guardia Civil de la Agrupación de Tráfico, el vecino de Malpica de Bergantiños (La Coruña) José Antonio Pardines Arcay, acaecido  en Aduna (Guipúzcoa) el  7 de junio de 1968; el del jefe de la Brigada de Investigación Social de San Sebastián, Melitón Manzanas González, que tuvo lugar en Irún, el 2 de agosto de ese mismo año 68 y el del taxista Fermín Monasterio en Arrigorriaga (Vizcaya) el 9 de abril de 1969.

Los procesados, a los que se acusaba de varios delitos entre ellos bandidaje, rebelión militar, terrorismo y asesinato, sobre todo del asesinato de Melitón Manzanas y de participar en el comando del que formaba parte, Miguel Echevarria, asesino del Fermín Monasterio, que huiría, junto a Mario Onaindia, Jesús Abrisqueta y Víctor Arana, que serían posteriormente detenidos por la Policía

Ellos eran,  además de los mencionados Abrisqueta Corta, Arana Bilbao y Onaindia Nachiondo,   Francisco Xavier Izco de la Iglesia, autor del asesinato del Melitón Manzanas; Iciar Aizpurúa Egaña, Aránzazu Arruti Odriozola, Antón Carrera Aguirrebarrena, José María Dorronsoro Ceberio, Juana Dorronsoro Ceberio, Joaquín Gorostidi Artola, Enrique Venancio Guesalaga Larreta, Francisco Javier Larena Martínez, Gregorio Vicente López Irasuegui, Eduardo Uriarte Romero y los sacerdotes Julián Calzada Ugalde y Juan Echave Garitacelaya,

Dos días antes del inicio del Consejo de guerra, en la noche del 1 de diciembre, un comando etarra, dirigido por Juan José  Echave, secuestraba en San Sebastián al cónsul honorario de la República Federal Alemana, Eugen  Beihl Shaeffer. Era reivindicado por ETA-V.

  1. Consejo de Guerra en la capitanía general de Burgos contra miembros de ETA

En aquel consejo de guerra tendría una resonante participación el capitán auditor del Cuerpo Jurídico Militar, Antonio Troncoso de Castro. En el último día de las sesiones del Consejo, el acusado Mario Onaindía comenzó a protestar de forma airada y agresiva, gritando: “Soy un preso de guerra. Me acojo a la convención de Ginebra”  “Cállese”, le demandó el presidente del Tribunal, el coronel Ordovás. Onaindía continuó alzando la voz, manifestando que tan solo diría su nombre y apellido, negándose a utilizar su último turno de voz ante el tribunal que le juzgaba.

“¡Que se calle le he ordenado!”, le volvió a ordenar  el presidente. De repente gritó  “Gora Euskadi Askatuta!” (‘Viva Euskadi libre’), grito que fue contestado por los demás  acusados  que iniciaron el canto del himno “Eusko Gudariak” (soldados vascos) y profirieron exclamaciones a favor de la revolución marxista socialista para Vascongadas y para España. Onaindia se quiso entonces abalanzar hacia el tribunal, algo que impediría de forma resolutiva el capitán Troncoso, que  sin dudarlo, desenfundaría su sable y lo colocaría ante Onaindía para hacerle frente.

Antonio  Troncoso de Castro, por cierto, primo de mi recordado padre Marcelino,  diplomado en Derecho Penal Militar, que fue Fiscal del Tribunal Supremo, Vocal del Tribunal Marítimo Central y Abogado del Ilustre Colegio de Madrid, era especialista en Derecho Militar de la Guardia Civil y de la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.  Prolífico escritor con varios libros publicados, entre ellos algunos dedicados a la Guerra de la Independencia Española (1808-1814) en Galicia. El Coronel Troncoso fue también Presidente de  la Fundación Luis de Trelles, Venerable fundador de la Adoración Nocturna de España, así como Caballero Legionario de Honor. Propietario del histórico Pazo “De Barreiro”, en la parroquia de Villar, Ayuntamiento de Creciente (Pontevedra), que fue cuartel General de la División del Miño, reclutada por Don Mauricio Troncoso de Lira y Sotomayor, Señor de «El Barreiro» y Abad del Couto, para luchar contra el ejército de  Napoleón, que dominaba Galicia.

Precisamente por aquel famoso juicio, el capitán Antonio Troncoso de Castro sufriría un intento de soborno. Un periodista, alto cargo de los servicios informativos de la Dirección General de Prensa del Ministerio de Información y Turismo,  Mariano Rojas García, se reuniría, a mesa y mantel en un hotel de Burgos, con el capitán Troncoso. En aquel almuerzo Rojas informo al capitán jurídico que tenía para él un mensaje incómodo del ministro de Información y Turismo; “Si el consejo de guerra” –le espetó Rojas-“no pone ninguna pena de muerte, te ofrecen venirte a Madrid de vicepresidente del Banco Hipotecario, el Banco de Crédito Agrícola o el Banco de Crédito a la Construcción”.

Aquel ofrecimiento, si se hubiese hecho realidad, hubiera significado para Antonio Troncoso pasar de ganar 16.000 pesetas al mes a unas 200.000 pesetas. De forma tajante Antonio Troncoso contestó a su interlocutor: “Las penas que se pongan han de ser serias y acordes a la gravedad de los hechos”. Seguidamente el capitán Troncoso informó a sus mandos superiores del intento de soborno, pidiendo discreción y confidencialidad, y señalando que si buscaban condenas más suaves, se le apartase del consejo o que enviasen el sumario del juicio al Tribunal de Orden Público para que este lo juzgase. Pero que mientras estuviese a cargo de la jurisdicción militar, en ese consejo de guerra, se iba  a aplicar la ley, sentenció Troncoso.

Aquel turbio asunto, del que se abrió por parte de la Auditoría de Guerra un sumario para la celebración de un consejo de guerra contra Mariano Rojas, que no llegaría a celebrarse, supondría el relevo en el ministerio de Información y Turismo del ministro Alfredo Sánchez Bella, quien no formaría parte del gabinete constituido el 11 de junio de 1973, con la designación como presidente del gobierno –por primera vez en la historia del régimen de 18 de julio- del Almirante Luis Carrero Blanco, quien nombraría a Fernando de Liñan y Zofío para el cargo. Curiosamente Alfredo Sánchez Bella sería nombrado presidente del Banco Hipotecario, el mismo del que se le había ofrecido la vicepresidencia al capitán Antonio Troncoso.

Aun no se había hecho pública la sentencia cuando la izquierda europea se movilizó contra España y su régimen, organizando manifestaciones y protestas en Italia, Bélgica, Francia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Gran Bretaña, República Federal Alemania y Francia, que condenarían la sentencia impuesta a unos asesinos y cómplices de un grupo terrorista y sin embargo esa misma izquierda europea callaría de forma  miserable al atropello de los derechos humanos, la libertad y los asesinatos de disidentes, que se producían en la URSS, Alemania Oriental, Rumania, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Yugoslavia, China, Cuba…

También llegarían peticiones de clemencia por parte del Papa Pablo VI, presionado por los obispos  de Bilbao, Monseñor Cirarda y  de San Sebastián, Monseñor Argaya. En Barcelona se firmaría un documento encabezado por el pintor Miró de protesta con conocidos izquierdistas entre sus firmantes, amenazando incluso el pintor comunista Pablo Picasso con renunciar a  inaugurar su museo en la ciudad Condal.

Ante aquellas manifestaciones de quienes salieron, en nombre de la democracia y libertad, en defensa de aquellos terroristas, sin condenar sus asesinatos, ni mostrar compasión con víctimas y familiares, el noble pueblo español volvió, como aquel 9 de diciembre de 1946, a cerrar filas junto a su Caudillo, en defensa de sus leyes, su unidad como Nación, su independencia, el mantenimiento de la paz, contra el terrorismo y el separatismo, manifestándose por primera vez al mediodía del 16 de diciembre, en la plaza Mayor de Burgos, donde se reunirían más de cuarenta mil personas. Allí el Capitán General de la VI Región Militar, Teniente General Tomas García Rebull, dirigiéndose a los miles de manifestantes, diría en un momento de su discurso: “Yo, un soldado español, y capitán general de esta Región, en nombre de la Patria, de nuestro Caudillo y de todas las fuerzas armadas, quiero aseguraros y juraros ante el Dios que nos enseñaron a adorar nuestros padres y al que nosotros amamos, oramos, imploramos y damos gracias que los gloriosos ejércitos nacionales, con sus grandezas y servidumbres. Estos ejércitos que nacen y son del pueblo y cuya misión es la de servir al pueblo. Hoy, como ayer, y mañana son y serán siempre los permanentes y más firmes guardianes de nuestras Leyes Fundamentales que han de permitir la continuidad de la unidad, la grandeza, la libertad y la paz y prosperidad de nuestra querida España, y que, si preciso fuera, darán alegremente su sangre y sus vidas por vuestro bienestar en cumplimiento de sus sagrados deberes.”

“Por vuestra aptitud y nobles sentimientos volvamos cada uno a nuestras tareas y a nuestro trabajo a continuar laborando por España en la industria, en el comercio, en el campo, en las fábricas, en los talleres, en los almacenes, en las oficinas y despachos con los corazones henchidos de la satisfacción del deber cumplido, pero antes, para honrar a aquellos que dieron sus vidas por Dios, por la patria, por el pan y la justicia, gritemos juntos ¡Arriba España! ¡Viva España!”   

Al día siguiente a las 12 de la mañana del jueves 17 de diciembre, dio comienzo en Madrid, en el Convento de la Encarnación, una Misa en sufragio de las almas del jefe de la Brigada de Investigación Social de San Sebastián, Melitón Manzanas González; del Guardia Civil de la Agrupación de Tráfico José Pardlnes Arcay y del taxista Fermín Monasterio Pérez, asesinados por los terroristas de ETA.

Celebró el santo oficio el padre franciscano Miguel Oltra Hernández, presidente de la Hermandad Sacerdotal Española. Ocupaban lugares destacados la Comisión Permanente de las Cortes, presidida por su titular, Alejandro Rodríguez de Valcárcel; la Corporación Municipal de Madrid, presidida por el alcalde Carlos Arias; los ex ministros  Antonio Iturmendi, ex presidente de las Cortes y del Consejo del Reino; Jorge Vigón, Raimundo Fernández Cuesta, Almirante Pedro Nieto Antúnez, Adolfo Díaz-Ambrona y el teniente general Lacalle Larraga, entre otros; los tenientes generales González Vidaurreta, Jefe de la Casa Militar del Jefe del Estado, Gómez de Zamalloa y Chamorro; numerosos generales, jefes y oficiales, en su gran mayoría vestidos de paisano. Asimismo, se hallaban en el templo, procuradores en Cortes y Consejeros Nacionales, entre ellos José Antonio Girón de Velasco y Blas Piñar López, Fundador de Fuerza Nueva y representaciones de la Vieja Guardia madrileña, Guardia de Franco y de otros organismos del Movimiento, gran parte de ellos luciendo en las solapas, insignias, lazos y cintas con los colores nacionales.

Terminado el funeral, el oficiante rezó un responso ante el túmulo, levantado al pie del presbiterio y cubierto con paño mortuorio bordado en oro. Uno de los asistentes pidió a la concurrencia que se rezase un Padrenuestro en sufragio de las almas de esas víctimas del terrorismo de la ETA, finalizado el cual, se dieron un “¡Arriba España!” ¡Viva España! y ¡Viva Franco!”, que fueron unánimemente contestados.

A la entrada del templo, que estaba abarrotado de fieles, se había colocado un gran cartel con la inscripción “¡Arriba España!”.

Millares de personas acudieron al templo y, ante la imposibilidad de penetrar en él, se situaron en los alrededores del mismo.

Finalizada la Misa, los asistentes se dirigieron en manifestación hacia la Plaza de Oriente, a la que afluían ininterrumpidamente riadas humanas procedentes de todas las bocacalles que daban acceso a la gran plaza. Los manifestantes, llevaban consigo  pancartas alusivas a la unidad de España, de adhesión al Jefe del Estado y de repulsa por los actos terroristas cometidos por los enemigos de España.

Desde las 11,30 de la mañana fue incesante la afluencia de gente hacia la Plaza de Oriente, donde se entonaron repetidamente el “Cara al Sol”, el himno de  Infantería, el de la Legión, y otros cantos patrióticos y militares.

A las 12 de la mañana, abandonaron sus trabajos empresarios, patronos, obreros de fábricas y talleres, funcionarios, empleados de Bancos y oficinas, que cerraron sus puertas, así como numerosos comercios. El “Metro” y los autobuses con dirección a la Puerta del Sol y a la Gran Vía se colapsaron ante tal abarrote de viajeros  que se dirigían a la manifestación.

A mediodía, la Plaza de Oriente estaba llena de una inmensa muchedumbre que expresaba su protesta por los actos de terrorismo y exteriorizaban con su presencia y sus canciones la adhesión inquebrantable a la figura de Franco. La multitud fue creciendo a medida del paso de los minutos. A la una de la tarde, la Plaza de Oriente y sus alrededores ofrecían un impresionante espectáculo, en el que se juntaban gentes de todas las edades y de todas las condiciones y estratos sociales.

1970 Un aspecto de aquella multitudinaria concentración en la plaza de Oriente.

Dos avionetas civiles sobrevolaron la Plaza de Oriente llevando en sus respectivas colas  sendas pancartas en las que se leían las leyendas “¡Viva España!” y “¡Viva Franco!”, mientras arrojaban miles de octavillas con textos de exaltación patriótica y de adhesión a España y a Franco.

Curiosamente, en aquellos momentos en que la plaza de Oriente se llenaba de público, el Príncipe de España Juan Carlos de Borbón, sobrevolaba en un helicóptero, realizando unos ejercicios como piloto, el cielo de Madrid. Tomaría tierra en la  Plaza de la Armería, del Palacio Real, desde donde pasó al interior del palacio. Poco después, se reunía con el Jefe del Estado, con quien aparecería, acompañándole, en el balcón principal del Palacio Real. Otra personalidad, el  capitán general y antiguo  ministro de la Gobernación,  Camilo Alonso Vega, quien también viajaba en esos momentos en otro helicóptero, aterrizaría también en la plaza de la Armería, sumándose de esa forma  a la magna concentración el ilustre soldado, compañero de promoción del Generalísimo Franco.  

La multitud, enardecida, solicitó la presencia de Franco a quien deseaban ofrecer el homenaje de adhesión. Los gritos de “¡Franco, Franco, Franco!” los Arriba y Vivas a España, ¡E.T.A no!, ¡La ETA al paredón! y consignas en favor de la unidad de España  fueron apoteósicos.

A la 1,50, de la tarde el Caudillo de España Francisco Franco, apareció en la balconada del Palacio Real, arreciando en ese instante las aclamaciones, vítores y aplausos de la muchedumbre.

EL Generalísimo Franco, que vestía de paisano, con abrigo gris y tocado con sombrero del mismo color, estaba acompañado por su esposa, doña Carmen Polo de Franco, por el Príncipe de España, Juan Carlos de Borbón; por la Princesa Sofía y los ministros de Agricultura, Información y Turismo y Vivienda, el capitán general de la I región Militar de  Madrid y otras personalidades y autoridades.

1970, Una panorámica de la Plaza de Oriente con motivo de la multitudinaria manifestación de 17 de diciembre en defensa de la Unidad de España y contra la injerencia extranjera.

Seguidamente un joven falangista, vestido con camisa azul, ascendió hasta la balconada del Palacio Real y después de cuadrase y cumplimentar al Jefe del Estado, dijo: “Excelencia: La adhesión a Vuestra Excelencia, a las Fuerzas Armadas ya los principios fundamentales es virtud permanente de nuestro pueblo. Por eso nosotros, como españoles, como amantes de la paz y la justicia y como defensores, hasta la última gota de nuestra sangre, de la unidad de le patria, acudimos a expresarle nuestro apoyo y a ofrecernos como sus Incondicionales soldados.

A vuestras ordenes, mi general. ¡Arriba España! ¡Viva el Ejército!”

El Jefe del Estado, correspondió a las aclamaciones y los gritos de ¡Franco! ¡Siempre contigo, siempre contigo, siempre contigo!, que arreciaron después de estas palabras y, una vez hecho el silencio, se dirigió a los manifestantes en los siguientes términos: “Españoles: No encuentro palabras para corresponder a esta afirmación de unidad de la Patria y del destino de nuestra nación.  

Porque tenemos un Estado de derecho, porque tenemos hecha nuestra Constitución y Leyes institucionales, tenemos solución para todos los problemas. Gracias por esa vigilancia constante, por esta explosión de fe y entusiasmo, secundada por el pueblo, el pueblo verdadero con fe en los destinos de la Patria. ¡Arriba España!”

Fue ese el momento culminante de la grandiosa manifestación, en el que se desarrollaron escenas de emoción indescriptibles. Muchos de los concentrados, -según referiría la prensa madrileña al día siguiente-, lloraban presos de emoción. El Caudillo Franco,  embargado por la emoción se abrazó varias veces a sí mismo en señal de la unidad de los hombres y las tierras de España.

El Jefe del Estado Inició el canto del “Cara al Sol” que fue entusiásticamente entonado por la muchedumbre. Al final, el Caudillo dio los gritos de ritual, a los que la inmensa multitud correspondió con una nueva explosión de entusiasmo. Las aclamaciones y vítores a Franco y a España se sucedieron durante un buen rato hasta que el Caudillo, su esposa, los Príncipes de España y sus acompañantes se retiraron entre los clamores de la multitud que, enfervorizada, entonando cantos patrióticos, y agitando sus banderas, pañuelos, pancartas y gallardetes, se dirigieron lentamente, por la calle de Bailen, al edificio de Capitanía General.

Ante el Palacio de Capitanía se entonó otra vez el “Cara al Sol” y se vitoreó España, a Franco y al Ejército. El capitán general de la I Reglón, teniente general Fernández de Córdoba, y el presidente de Consejo de Estado, Joaquín Bau, dirigieron la palabra a los manifestantes resaltando la unánime e inquebrantable adhesión al Jefe del Estado y a la inquebrantable unidad nacional.

El capitán general de la I Región Militar, ante los manifestantes, congregados frente al edificio de Capitanía General, pronunció las siguientes palabras: “Profundamente emocionado con vuestra presencia, profundamente emocionado por vuestro patriotismo, al venir y atravesar entre vosotros he oído muy repetidas veces la palabra de ¡Viva el Ejército Español! y “Viva y Arriba España”

Vosotros sabéis tan bien como yo que ‘Viva España! y ¡viva el Ejército! son una misma cosa, porque el Ejército es España.

El Ejército lo fuisteis muchos, lo son hoy muchos y lo seréis mañana otros, pero siempre el Ejército será el pueblo de España, y como tal tendrá las virtudes, las magníficas virtudes que tiene nuestro pueblo español.

Es profunda la Indignación de todo el pueblo español ante aquellos que, desde fuera o desde dentro, quieren perturbar nuestra paz, y nuestra prosperidad con calumnias y ofensas a nuestras instituciones  la rectitud de nuestra Justicia, con ofensas a nuestras provincias Vascongadas, a las que una tendenciosa campaña quiere vincular con unas ideas de terrorismo ajenas completamente  a la mayoría del pueblo.

Países que desde fuera y teniendo sus propios problemas y lacras, se ocupan del nuestro, mientras que en sus calles mueren a tiros ciudadanos sin juicio de ninguna clase.

Países qué se hacen propagadores o propagandistas de la libertad y propugnan la libertad de la calumnia y de la mentira, y propugnan Igualmente libertad para el crimen y el terrorismo. No es esa la libertad la que quiere el pueblo español. El pueblo español es viejo por su historia y su cultura, pero es Joven por sus Inquietudes y su afán de progreso. No necesitamos andadores. Hemos, demostrado al mundo que España sabe andar sola. Este camino de progreso, este camino de prosperidad en el orden cultural, en el orden económico, en el orden da la paz no nos lo tiene que enseñar nadie. España conoce su andadura. Sabed que el Ejército español al que habéis vitoreado —al que, como antes he dicho, que está formado por vosotros y tiene vuestras mismas virtudes—, sabed que este Ejército español, con la mayor serenidad, con la mayor disciplina que es su guía, con la mayor entereza, está siempre a las órdenes del Caudillo para conseguir la paz y el bienestar de España.” Una gran ovación y insistentes gritos de ¡Arriba España!, ¡Viva España!  ¡Viva Franco!, ¡Viva el Príncipe! ¡Viva el Ejército!, ¡Franco, si; E.T.A., no!, ¡La E.T.A., al paredón!, y ¡Unidad, unidad!, acompañaron las ultimas palabra del capitán general de Madrid

De seguido los manifestantes entonaron el ‘”Cara al Sol”, el Himno de Infantería, el de la Legión y otros canticos patrióticos

La manifestación continuó en dirección al Gobierno Civil donde se detuvo y de nuevo fueron pronunciadas arengas patrióticas y se entonó otra vez el “Cara al Sol”. Continuó después por la Calle Mayor y Puerta del Sol, donde se unieron los que llegaban por la calle del Arenal. Allí ovacionaron a los Policías Armados que efectuaban servicio ante la Dirección General de Seguridad. A continuación siguieron por la calle de Alcalá hasta el Ministerio del Ejército, donde depositaron las banderas nacionales que habían encabezado la manifestación.

Un trabajador madrileño leyó ante el ministro del Ejército, teniente general Castañón de Mena, el siguiente ‘mensaje:” Señor ministro del Ejército: Ya en Capitanía General, hemos expresado nuestro sentir y nuestro propósito en esta hora importante para nuestro  pueblo. Queremos decirle a usted también, señor ministro, que en estos momentos, cuando algunos grupos Intentan atentar contra el mayor bien de los españoles, que es su unidad y su paz; la unidad y la paz que tanto costaron ganar y que son factor fundamental de progreso y desarrollo, nosotros, parte viva del pueblo de Madrid, trabajadores de muchas empresas, queremos proclamar públicamente, nuestra repulsa a toda maniobra, venga de donde venga, y nuestra firme decisión de mantenernos leales, como siempre, al Caudillo de España, al que una vez más, a través de su persona, queremos decir que estamos junto a él, como estamos junto al Ejército, garantía y salvaguardia de todos los valores en los que creemos, y que a lo largo de treinta años, nos han ido ofreciendo una España fuerte, entera y en paz, a la que no consentiremos que nada ni nadie pueda poner en peligro.

Contra la subversión, las presiones a la justicia, el atentado, los desórdenes, oponemos nuestra voluntad resuelta de no dejar que nada de lo conseguido con tanto esfuerzo se malogre. Mucho tenemos que hacer todavía en nuestra patria, y lo haremos, pero todos unidos, el pueblo en orden, junto a su Ejército, todos como un solo hombre, a las órdenes del capitán de siempre, el que nunca nos faltó y al que queremos ofrecer hoy, otra vez, con nuestra lealtad, la seguridad de que estamos con y junto a él; la seguridad de que detrás de él, está el empeño decidido de los hombres y mujeres de este gran pueblo de Madrid, amantes de la paz y de la justicia, con los que podéis contar, y a los que podéis mandar, porque donde tengamos que estar, estaremos; frente a los enemigos de dentro y de fuera, tan conocidos de todos, en lucha por la unidad y la paz de España, suprema garantía para el porvenir de nuestros hijos, rogamos transmita usted este propósito y este sentir al Gobierno de España y a nuestro Caudillo ¡Arriba España! ¡Viva Franco!”

El ministro del Ejército contestó  a la multitud  de manifestantes con estas palabras: “Muchas gracias por esta manifestación entusiasta que es símbolo de espíritu patriótico y de unión profunda, de esa unión a la que tantas veces nos ha exhortado nuestro Caudillo. Me llena de emoción que hayáis venido aquí a esta casa que es la del Ejército y vuestra, porque el Ejército se integra con todos los españoles

Estrechamente unidos, fieles a nuestra misión, tenemos permanentemente en la memoria que un día -—ya lejano para unos y próximo para otros— juramos a Dios y prometimos a España, al besar su bandera, defender el honor y la independencia de la patria y el urden dentro de ella.

Sólo quiero aseguraros que en todo momento, por encima de, las más variadas circunstancias y frente a cuantos, desde dentro y desde fuera, se opongan a esa independencia y a ese orden, mantendremos nuestro sagrado juramento.

No pueden Inquietarnos, aunque nos duelan, las acciones violentas o ignorantes dé unas minorías. Pero es confortadora vuestra adhesión y esta expresión de vuestro afecto. Afecto y adhesión que transmitiré al Jefe del Estado. A nuestro Caudillo, que es también Generalísimo de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire, lo que a los militares nos llena de sano orgullo y para el que os pido un ¡viva! con todo vuestro corazón más que con vuestra garganta.”

El ministro del Ejército concluyó dando los gritos de ¡viva Franco! y ¡viva España! que fueron coreados por la multitud.

Después de las palabras del ministro, la multitud cantó el “Cara al Sol” y aclamó de nuevo  a España, a su Caudillo y a su Ejército. Entre tanto, la banda de música del batallón del Ministerio del Ejército continuó interpretando marchas militares.  Numerosos grupos de jóvenes, continuarían de forma incansable, tremolando y  enarbolando sus banderas por la plaza de la Cibeles. Hacia las 3,30 de la tarde los grupos que aún quedaban manifestándose se fueron dispersando en perfecto orden y la ciudad volvió a su vida habitual, dejando atrás  una jornada histórica.

Unos días después de aquella gigantesca manifestación en defensa de la Unidad de España, el tribunal que juzgaba el Consejo de Guerra de Burgos, hizo público su veredicto. Serian condenados a muerte los etarras Eduardo Uriarte Romero, Joaquín Gorostidi Artola, Francisco Javier Izco de la Iglesia, Mario Onaindia Nachiondo, Javier Larena Martínez y José María Dorronsoro Ceberio. Víctor Arana Bilbao a 70 años de prisión;  Jesús Abrisqueta Corta a 62 años de prisión; Juana Dorronsoro Ceberio a 50 años de prisión; Enrique Guesalaga Larreta a 50 años de prisión. El sacerdote Juan Echabe Garitacelaya a 50 años de prisión; Gregorio López Irasuegui a 30 años de prisión. Iciar Aizpurua Egaña a 15 años de prisión; Julián Calzada Ugalde, también sacerdote, a 12 años de prisión y Antón Carrera Agirrebarrena a 12 años de prisión. Aránzazu Arruti Odiozola seria absuelta.

El día 29 de diciembre, el Consejo de Ministros, reunido en el Palacio de El Pardo acordaba conmutar las penas de muerte por la condena inmediatamente inferior, 30 años de cárcel, En aquella reunión, tanto el vicepresidente del gobierno Almirante Carrero como el Ministro sin cartera, Laureano López-Rodó, opinaron que el Gobierno no debía crear mártires abogando por el derecho de gracia. A dicha opinión se sumaron los demás miembros del gabinete. Años después, el que era en aquel gobierno ministro de Trabajo Licinio de la Fuente, contaría que el Caudillo, tras escuchar en silencio las opiniones de su ministros, manifestó. “Muchas gracias, no saben ustedes el peso que me han quitado de encima”.  También los miembros del Consejo del Reino se sumarían a la petición de indulto.

El Jefe del Estado había sufrido enormes presiones, ente ellas una carta del Papa Pablo VI y otra de su hermano Nicolás en la que le manifestaba, entre otras palabras: “Querido Paco: no firmes la sentencia. No te conviene. Te lo digo porque te quiero. Ya vamos viejos y tú eres un gran cristiano”.      

P/D: Escribo este artículo, al amparo de la infecta, criminal, malvada, canallesca, mentirosa, llena de odio, de división entre unos españoles y otros; profanadora de cadáveres de héroes de nuestra historia, manchada con la sangre de las víctimas del terrorismo, a quienes desprecia, un auténtico fraude de ley, que ataca la unidad de España, la verdad, la libertad, la historia de nuestra Patria; que pretende por ley obligar a los españoles a pensar lo que quiere este gobierno corrupto, traidor y estulto y que incluso  ataca de forma ignominiosa al patrimonio cultural, histórico y artístico de España, siendo su único y malévolo fin deslegitimar un régimen, el del Generalísimo Francisco Franco, que llevo a España a convertirse en la novena potencia industrial del mundo y de él que emanó la actual Jefatura del Estado, -no lo olvide Majestad-,  llamada, de forma burda y grosera, ley de “memoria democrática”, de la cual me declaro beligerante y desafiante, recientemente aprobada, que en un párrafo textual de su sectario preámbulo dice: “El conocimiento de nuestro pasado reciente contribuye a asentar nuestra convivencia sobre bases más firmes, protegiéndonos de repetir los errores del pasado. La consolidación de nuestro ordenamiento constitucional nos permite hoy afrontar la verdad y la justicia sobre nuestro pasado. El olvido no es opción para la democracia”.

 

ESTA ES MI MEMORIA Y A ESO ME ACOJO. EN DEFENSA DE LA VERDAD. SIN MIEDO A NADA NI A NADIE. LA MEMORIA NO PUEDE ESTAR SUJETA A NINGUN TIPO DE LEY. ES ALGO CONSUSTANCIAL CON LA PROPIA PERSONA. NO ME VOY A CALLAR Y ME REBELO ANTE ESTE ATROPELLO DE UNA LEY ANTICONSTITUCIONAL, ABERRANTE, SOVIETICA, QUE ATACA LA LIBERTAD PERSONAL, ÚNICAMENTE PROMULGADA PARA MANTENER LA FALSA VERSION DE LA IZQUIERDA -POR ELLO NECESITAN UNA LEY QUE AMENACE CON MULTAS Y ATOSIGUE CON EL TEMOR- PARA DISTORSIONAR, PUES NO PUEDEN REBATIR, EN ABSOLUTO, LA VERDADERA REALIDAD HISTORICA DE ESPAÑA.

Autor

Carlos Fernández Barallobre
Carlos Fernández Barallobre
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.

En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.

 
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Geppetto

Unmagnifico reportaje aunque debo decirle al autor que esta frase no es cierta «También llegarían peticiones de clemencia por parte del Papa Pablo VI, presionado por los obispos de Bilbao, Monseñor Cirarda y de San Sebastián, Monseñor Argaya»
El Papa Paulovich no necesito las presiones de nadie para apoyar a los separatistas y denigrar a la España de Franco

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