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Separación de iglesias y estado. Escisión tajante. Costó limitar el intrusivo poder de la iglesia católica en los públicos asuntos y ahora se cuelan otros. Tócate las bolas. El asunto es de traca. Por ejemplo, los masones podrían representan el 0,2 % de la población española, tirando muy por lo alto, pero su poder se antoja cada vez más omnímodo. Y eso es lo que, de verdad, me joroba. ¿Cómo una ínfima minoría manda tanto?  A mí, obviamente, no me representan. Como nadie lo hace. Faltaría más.

Son pocos, pero su poder es mucho

Toda ley contra vida humana y familia, surgida en el último medio siglo, impronta masónica. Aborto, divorcio, matrimonio homosexual, eutanasia. Estas leyes son de nítido origen masónico. Son pocos, pero su poder es mucho. Y no solo en los distintos parlamentos. O en entre oficialidades castrenses. Incluso en sacristías. Su radio de acción se amplía: profesores y parasitario funcionariado, es decir, personas que influyen, y mucho, en la sociedad. La mancha de aceite se extiende. Entre las élites mandarinas. La gente del común ni se cosca. En mi caso, repulsión ante las simiescas luchas de poder.

Libertad de culto y religiosa, sacrosantas. Cada cual que busque consuelo, inspiración, respuestas y pautas morales como estime oportuno. Otros, riesgoso filo, intentaremos preguntar más que recibir respuestas «desde fuera». El problema de la masonería es que se inmiscuye donde no la llaman. Resulta penoso que para ascender en la pirámide del poder (o poderes) se requieran fraternas lealtades de escuadra y compás. Lo dicho, penoso. Y antipatriótico.

Masonería, totalitaria e intolerante

La masonería es en la mayoría de las obediencias anticatólica y anticlerical. La masonería es, para su parroquiano, una religión verdadera. Si el asunto se queda en las logias, nada que objetar. El problema surge cuando la masonería quiere imponer  a toda la sociedad su cosmovisión, su manera de ver y de ser. Ellos hablan de tolerancia, pero son tolerantes únicamente con las ideas que non son contrarias a la ideología masónica. Y luego brota otro asunto peliagudo: la masonería está persuadida de poseer las llaves del progreso y la felicidad de la humanidad y que sólo ellos pueden “dar luz” a los “pobres criaturas humanas”. Son muy listillos estos hijos de la viuda. O al menos se hallan muy persuadidos de ello. Masonería, lobo con piel de cordero. Totalitaria e intolerante.

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Pero sus miembros- entreverando en sus torrijas mentales dislates pseudofilósificos y brumosas parateologías- tienen perfectísimo derecho a dar gloria a Lucifer, no el diablo para ellos, sino el portador de luz. A Lucifer. O a Baphomet. O, entre los altos grados de los mandileros, a la serpiente del tercer capítulo del Génesis. O pueden perfectísimamente recitar una de las palabras secretas y sagradas de los maestros masones, Tubalcaïn, que se traduce como “descendiente directo de Caín”.

Masonería, la peste del poder

Adorar lo que les plazca, incluso a aquel que cascó eficaz golpe en la testa, quijada de pollino mediante, a su envidiado hermano. O, más allá, o más arriba, a Satán, memento Anton Szantor Lavey, hermano (masón) que fundó en 1966 la Iglesia de Satán que es hoy la principal organización satánica y de referencia para las demás. Libertad, sin más, me gusten más o menos tus soplapolleces, manteniendo el orden público y esas menudencias. O pueden, si es su deseo, intentar convencer de que la fe cristiana y la Iglesia son supersticiones y oscurantismo. Otros pensarán lo mismo de ellos. O de ambos.

Otros sospecharemos, tal vez, que en la masonería no hay fraternidad ni amistad, tan solo son redes. Inquietantes redes de poder, de mucho poder. Poder político, social y económico. Y, desde luego, sexual. Lo dicho, libertad religiosa y de culto. Pensamiento y expresión. Pero en sus putas cuchipandas – u orgías, si se tercia- sin interferir de forma tan brutal, como llevan haciéndolo durante algún siglo, en la vida del resto de sus compatriotas.

Masonería, poder absoluto

Tras la mojiganga masónica del pasado jueves, dizque «homenaje» de Estado, funeral laico of course, se os ha visto demasiado el plumero. Exhibición de nudo poder. Manejáis (casi) todos los resortes del poder, nacionales e internacionales. Ese fue vuestro mensaje. Además, sin cortarse. Con un par y un palo.

Salvo el masónico saludo de manos entre Rajoy y Sánchez, tras «rara» la moción de censura que aupó a la presidencia del gobierno a Cum Fraude, solíais ser bastante discretos. En esta ocasión violando vuestro venerado sub rosa, dais un salto mortal. Mensaje: pobre chusma, os hemos tomado el pelo como hemos querido con la representación de la falsa pandemia. Y lo que os queda por ser engañados. Se descojonan de nosotros, la verdad.

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Masones, escribas

Pero repito, sin ánimo de cansar, los corritos de la patatas en vuestras logias. Punto final. Y leyes, si las tiene que haber, creadas por legítimos representantes. En ese sentido no resulta mínimamente decente que cuando, por ejemplo, en Francia, se trató de aprobar la última ley sobre la eutanasia, apareciera un párrafo que se refiere a la «sedación profunda» que es la misma expresión que aparecía en una plancha masónica de 2004 en donde se trataba este asunto tan nuclear.

Es decir, dejad de redactar las leyes de cada nación soberana, ya que uno posee la dolorosa certidumbre de que muchas de las leyes actuales de cada país – sobre todo las referidas a vida, familia y rollos de género – están redactadas en las logias masónicas, diez o quince años antes de que sean votadas en los diversos parlamentos títeres. Vuestros. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.