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Se sabía. Más tarde o temprano llegaría aquí la oleada del compromiso militante de moda: el antirracismo destructor de monumentos. Ahí están y ellos mismos se denominan como “movimiento antirracista y decolonial de Madrid”. Fue una especie de performance ridícula, mezcla de carnaval tercermundista y reunión de amigos. Unas cuantas banderas indigenistas multicolor, una mapuche, cuatro pancartas, pintura roja y un poco de humo frente al Monumento a Cristóbal Colón en la capital del Reino de España.

Los medios que recogieron el acto hablaron de “varios colectivos antirracistas, decenas de activistas y colectivos de migrantes y personas racializadas manifestándose contra el supremacismo blanco y el orden colonial”. Es decir, una acción heroica contra una estatua de piedra.

Un puñado de participantes, en su inmensa mayoría mujeres jóvenes, hablaron de “heterocolonialidad” (sic), explotación, borrado y genocidio de los pueblos originarios, expolio histórico y saqueo de sus territorios y de la Madre Tierra, imperialismo español, pasado de muerte y sangre, etc., etc… Nada nuevo bajo el sol de la leyenda negra, salvo algún neologismo trasnochado.

Estos colectivos antirracistas -por lo visto en cuanto al número de asistentes cada uno de ellos sería un colectivo- están compuestos por “personas racializadas”, es decir que hablamos de antirracistas racistas. En fin, se retratan por sí solos.

Pero cuidado, recogiendo algunos testimonios vemos que detrás de cuatro indocumentados hay alguien, seguramente en las sombras, que tiene alguna cosa algo más clara: «la identidad nacional española se cimenta sobre la esclavitud y la explotación, el borrado y genocidio de los pueblos originarios. También sobre el expolio histórico y el saqueo de sus territorios. Apuntar a Colón como genocida es destruir un símbolo que es uno de los componentes estructurantes de la identidad española«.  Ahí está la clave, la identidad, lo que buscan y necesitan destruir: nuestra identidad, española, europea, occidental es con lo que sueñan acabar.

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Los que advierten del problema, lo primero que deberían hacer es identificar lo que es la identidad. Luego reconocerla, preservarla y con orgullo manifestarla sin complejos ante los que intentan borrarla y remplazarla por la nada uniformada del mundialismo. Si se consigue eso no les será nada fácil acabar con nuestra historia y nuestra cultura, que es lo que las élites pretenden moviendo estos peones.

Hoy son los indigenistas de tres al cuarto, antirracistas racializados. Mañana serán otros, detrás de otros falsos símbolos sin historia. Si hoy están aquí o del otro lado del Atlántico es porque un audaz a las órdenes de los Reyes Católicos les llevó cultura y religión, la misma que hoy pretenden destruir suicidándose de forma ridícula.

Podrán derribar ocasionalmente un monumento de piedra, pero lo que no podrán es mirarse al espejo y no ver su piel morena o su mestizaje, ni dejar de oír la lengua que hablan y escriben, ni de ver los nombres y apellidos de sus documentos escritos en español. Lamentablemente para ellos.

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José Papparelli