21/11/2024 11:34
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Juan Carlos Monedero es licenciado en Filosofía por la Universidad del norte Santo Tomás de Aquino. Escritor. Argentino. Autor de 4 libros. Docente y padre de dos hijos. Está preparando su siguiente libro titulado “Manual de maniobras para los combates culturales».

¿Cómo valora la película “Sound of Freedom”? ¿Cuál es su relevancia por los temas que denuncia?

Es única en su género. Retrata de manera muy frontal una problemática que, en el mejor de los casos, otras producciones toman como una ficción: se han filmado películas donde un personaje de acción irreal enfrenta distintos peligros para salvar niños… pero aquí es la historia real de Tim Ballard, su heroísmo (pues él va más allá de su deber) y la compleja red de complicidades y omisiones que hace posible esta organización criminal que es el tráfico sexual de infantes.

Sin duda estamos ante un filme que hace y que hará mucho bien. Primero, porque alertará a los padres a que estén más atentos sobre los lugares a los que llevan a sus hijos. Segundo, porque nos ilustra sobre un sub-mundo respecto del cual nuestra comodidad burguesa nos invita a ignorar una y otra vez. Es muy saludable que esta faceta del crimen organizado -poco conocida porque poco se habla de ella- quede expuesta y totalmente al desnudo.

Destaca usted, en un artículo de su autoría que ha publicado recientemente en su sitio web, que -por duro que sea el tema- es tratado con mucho pudor, algo que es de agradecer…

Sí, me pareció importante porque son demasiadas las producciones audiovisuales (películas, series) que ofenden la dignidad –particularmente la dignidad sexual- de las personas, al exponer su secreto. Su cuerpo es su secreto. Y lo cierto es que un secreto que todo el mundo sabe pierde sentido. Así, por ejemplo, cuando un cuerpo femenino desnudo se convierte en algo que cualquiera puede ver por menos de 1 dólar (que es lo que cuesta una conexión a internet en un local) pierde totalmente su valor -incluso su valor simbólico, ese que nos deslumbra- y queda reducido a un mero “trozo de carne”. Afortunadamente, Sound of Freedom ha logrado recrear la oscura atmósfera del tráfico sexual sin ofender la dignidad de sus actores, que por supuesto son niños. En efecto, hay una gran cantidad de niños que actúan a lo largo de toda la película.

Me gustaría agregar que también son peligrosas las imágenes y escenas violentas. De forma creciente se viene advirtiendo una mayor violencia en las escenas de las producciones audiovisuales en general: cada vez más explícitas, más sangrientas, más inhumanas. Algo totalmente innecesario pero que forma parte de un programa destinado a bestializarnos. En ese sentido, si bien es una película dura, el filme de Verástegui y Caviezel no comete este tipo de conductas, no cae en eso.

Es muy positivo que “el tridente profamilia” (Mel Gibson, Jim Caviezel y Eduardo Verástegui, como tú los llamas en tu artículo) hayan unido sus fuerzas para denunciar un tema que atañe directamente a algo tan degradante y que es una de las mayores lacras de la sociedad…

Yo creo que se ha juntado lo mejor de los tres. La notoriedad pública de los tres, unida a la excelente formación de Gibson, su compromiso con las causas de la fe y de las patrias, el testimonio de Caviezel (un actor que viene sufriendo una agresiva campaña de invisibilización desde La Pasión de Cristo), el valor para volver, 20 años después, a incursionar en otra película polémica… y el aval de Verástegui, cuya participación en la película es más bien ocasional, casi como buscando pasar desapercibido. Se nota que tanto Caviezel como Verástegui no han querido que sus personalidades descuellen, ambos mantienen un perfil bajo para que el centro sea la historia, el argumento. No es fácil para el ego de un actor esto. Y se logró.

Esta película martillea en la línea de flotación de un tema delicado, condenando con contundencia la pedofilia, frente a otras películas como Cuties… o programas de televisión argentinos como Bailando por un Sueño Kids, que la fomentan…

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Tu pregunta me habilita a señalar dos grandes focos de corrupción, uno propio de mi país y otro de escala internacional. Cuties no es otra cosa que un filme donde la protagonista –una preadolescente- se propone el “noble” objetivo de convertirse en una bailarina de espectáculos indecentes. Bailando por un Sueño Kids fue una de las actividades lanzadas por un empresario argentino llamado Marcelo Tinelli, en donde niños de 9, 10 y 11 años realizaban coreografías promiscuas e inmorales. Remito a mi artículo para más datos. Pero, como tú dices, Sound of Freedom señala una clara línea roja que no debe traspasarse. En sentido contrario, hoy existe un sinfín de empresarios, animadores, cantantes, ideólogos, políticos, etc. que trabajan –por ahora con bastante prudencia y disimulo- por borrar esa línea.

Y desgraciadamente esa es la tendencia en Disney y en plataformas como Netflix…

En cierto sentido, todo pecado es un pecado contra la niñez. Pero contra la niñez en un sentido muy particular: la propia. Entiendo que por eso, supo decir el Padre Leonardo Castellani: «Hay un sólo pecado realmente…matar igual que Herodes al niño Dios en mí».En un sentido místico, si se me permite, toda falta a la ley de Dios constituye una forma de atentado al niño que hemos sido hace muchos años. O dicho de una manera mucho más terminante: nuestro joven yo de 7, 8 y 9 años seguramente reprobaría nuestros propios pecados de adulto. Por eso es sano conservar la inocencia. Y por eso es definidamente demoníaco el crimen y el delito que toca lo más sagrado que hay: la infancia. El tráfico y esclavitud de los niños es el colmo pero hay muchas otras prácticas y actividades, como por ejemplo la ESI (Educación Sexual Integral), que participan de un grado de perversión semejante. Ganar dinero corrompiendo a los menores de edad, como hace Disney y Netflix, ya casi no admite palabras.

Debería estar penado por las legislaciones de los países. Las multas deberían ser enérgicas e inmediatas. Por desgracia, no hay un “Defensor de la Infancia” que tenga el poder para esto. Sí hay, en cambio, una Policía del Pensamiento de matriz orwelliana que vigila que nadie hable contra la ideología de género, contra el aborto, contra la cultura de la muerte, a favor del bando nacional en la Guerra Civil Española, contra la teoría de la evolución, contra el Poder Mundial… Ahí sí funciona la censura y la represión del pensamiento. ¿Y con la inocencia de los niños? Con su inocencia no, destrúyanla, hagan lo que quieran. Es lo que está pasando.

Incluso muchos partidos políticos empiezan a querer normalizar la pedofilia en aras a la llamada libertad sexual…

En España, un reciente intento de esta normalización estuvo claramente encabezado por la Ministro de Igualdad, Irene Montero. Y cito: todos los niños, las niñas, les niñes (sic) de este país tienen derecho, tienen derecho, a conocer su propio cuerpo, (tienen derecho) a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren, y que eso es una forma de violencia. Tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas -eso sí- en el consentimiento. Y esos son derechos que tienen reconocidos”. Traduzcamos: Montero dice que los menores de edad pueden consentir relaciones sexuales con mayores de edad. Listo. Adiós a la inocencia.

Por lo tanto es muy indignante, aunque esperable la censura de YouTube… y que se castigue denunciar la aberración, mientras la aberración queda impune…

Pero nosotros, si nos organizamos, podemos gravitar en la realidad y provocar que estas aberraciones no queden sin castigo. Al menos que sean social –y económicamente- castigadas. Hay antecedentes de campañas masivas que han lastimado los bolsillos de empresarios inescrupulosos. No es imposible. Hay mucho que podemos hacer. Aprovecho para recomendar al respecto un libro titulado “La Acción”, de Jean Ousset. Ousset desarrolla ahí todos sus fundamentos, proponiendo un justo medio virtuoso por encima del activismo y de la desesperación que nos lleva a cruzar los brazos.

Aunque muchas personas, por el tema sensible que toca, no quieran ver “Sound of Freedom”, ¿es una película recomendable para estos tiempos? ¿Por qué?

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Recomiendo que sea vista, permíteme instar a la asistencia en los cines. Como hemos dicho, ciertamente no es el primer filme en la que los personajes están involucrados en redes de tráfico sexual de menores de edad. Todos recordaremos al celoso padre de Búsqueda Implacable pateando el trasero de los criminales que habían raptado a su hija adolescente. Pero en este caso hay algo cualitativamente nuevo: se ha llevado a la pantalla grande una historia real, totalmente verídica. Por eso todo nuestro reconocimiento y respeto a Tim Ballard, el policía estadounidense que se infiltró en las redes de pedófilos y traficantes para luego organizar redadas y poner sobre ellos todo el peso de la ley.

En mi opinión, la sensibilidad de la gente no debería convertirse en un argumento para no ver la película: hoy muchos ven cualquier barbaridad en términos de violencia, ¿y justo con este filme se van a preocupar? Por lo demás, las escenas de Sound of Freedom son sumamente sobrias y en ningún momento lesionan la dignidad del cuerpo humano. Entiendo yo que se ha evitado una producción cinematográfica “espectacular” para que la atención del público no se desvíe de lo esencial: existe una red mundial de tráfico, explotación y esclavitud sexual de niños. ¡Padres, tengan cuidado! Este es el nervio de la película, me parece.

¿Qué mensaje final nos puede dejar?

Hay que aprovechar el impulso de Sound of Freedom, apoyar la película, defenderla en las redes y doblar la apuesta. “Doblar la apuesta” significa ir más allá del natural horror al tráfico y esclavitud sexual de niños. Ir más allá del filme. Lo cierto es que la gente se puede alarmar más por lo que se denuncia en la película… pero no por las clases de ESI -en las narices de los padres-, no por el impacto de la industria de la música en la mente de sus hijos. Es espantoso que un niño sea secuestrado y raptado, pero también que sea sexualizado por letras de canciones grotescas e indecentes.

Maldito sea el secuestrador de menores de edad, pero, ¿no merece una buena maldición también aquellos que se lucran matando la inocencia de adolescentes? Se abandonó la danza clásica, de pasos femeninos y delicados, por todo tipo de bailes inmorales. Tenemos que fomentar lo primero y fustigar lo segundo. Condenar el tráfico sexual de infantes, sí, con toda la fuerza, pero también la escoria del reggaetón y todo tipo de idioteces e imbecilidades. Finalmente, comenzar a explorar los vínculos entre esta red mundial de esclavitud sexual y los políticos, los centros de poder financiero, las grandes multinacionales, los dueños de los medios de comunicación, etc. El caso Epstein es un ejemplo. Pero hay que llegar hasta el fondo, volver transparente lo oscuro, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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