21/11/2024 15:31
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Este artículo presenta dos reflexiones suscitadas por las memorias de Martinez de Bedoya Desde mi Aldea, aquí reseñadas.

 La “cancelación” no es esa persecución mezquina a que fue sometido por parte de los “legitimistas” de la Falange de Madrid, que puede comprenderse como un simple desquite, algo tan viejo como el mundo. Fue excesiva por lo prolongada en el tiempo, pero poco más. Tampoco se refiere a una vida profesional truncada -que no fue el caso-, sino al ocultamiento y la tergiversación actual de la política de socorro con que el Estado Nacional de Franco dio refugio a miles de judíos.

 

El alcance de esta supresión queda de manifiesto haciendo un par de búsquedas de su nombre, “Martinez de Bedoya” o “Javier Martinez de Bedoya” en Internet. Se le puede añadir la palabra falange. En Google, “Martinez de Bedoya” da 53.000 resultados en total, e incluye a otras personas, probablemente familiares suyos. Si se añade “falange” se reducen a 7000. Si se buscan imágenes, se encuentra solo una foto-retrato suya. La causa necesariamente está en la actual falta de interés por el personaje. Su esposa, Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Onésimo Redondo, con gran protagonismo en el Auxilio de Social y el Instituto Nacional de Previsión, no sale mejor parada en las búsquedas de Internet.

 

Pero no solo eso. Lo que más llama la atención es que Martinez de Bedoya no sea citado en relación con el asunto indicado: la política de socorro a los judíos por el Estado Nacional, muy debatido actualmente. No es citado porque se pretende asentar la tesis de que no se trató de una política del gobierno, sino de la actuación individual de algunos diplomáticos, al margen o incluso en contra de la política del Estado Nacional. Hagamos la prueba:

 

La búsqueda de “Martinez de Bedoya” y judíos da 5500 referencias. Las dos primeras son nuestros artículos en ECDE, reciben publicados. La cuarta muestra la tergiversación indicada arriba: Espada se equivoca: España salvó judios a regañadientes. La búsqueda del archifamoso Sanz-Briz da 20,000 referencias.

 

Desde luego, hay personajes que tienen mejor prensa que otros. Sanz-Briz es un caso de esos. Pero hay más: siendo el tema muy debatido y habiendo quien afirma y sigue afirmando que la actuación de Sanz-Briz y otros diplomáticos fue solamente un asunto personal suyo, sin intervención de las autoridades del Estado Nacional, incluso contra ellas, ¿por qué no se cita a Bedoya tratándose de una prueba concluyente. Por cierto, ya me explicarán cómo pudo un diplomático de segundo rango  actuar tan ricamente contra la voluntad de un dictador que nos pintan como “fascista y genocida”. Pero la discusión continúa; y las especulaciones falsarias y delirantes de periodistas e historiadores siguen circulando…

 

El artículo que citamos antes (Espada se equivoca: España salvó judios a regañadientes), rechaza el testimonio de Martínez de Bedoya sin más:

LEER MÁS:  Mis recuerdos, de Francisco Largo Caballero – Comunistas y socialistas contra la presidencia de Caballero; mayo del 37 y dimisión - Parte decimotercera. Por Carlos Andrés

 

… se basa en las memorias escritas cincuenta años después de los hechos de Javier Martínez de Bedoya, un falangista colaborador del mencionado ministro. No hay ni un solo archivo o fuente documental que apoye esta tesis.

 

¿De verdad no existe ninguna fuente documental que apoye esa tesis? Bedoya indica el código que da a los informes que envía a Jordana y después a Franco… ¿Han desaparecido? No sé. Aunque hayan desaparecido, no se puede rechazar su testimonio sin analizarlo, sin mostrar alguna contradicción con los hechos, etc. Por ejemplo, Bedoya escoge como secretario a un judío, Bacharach, y se refiere a una reunión con diversos representantes de asociaciones judías, etc. No se puede descartar un relato sin más, porque no haya confirmación documental cuando parece coherente y sin contradicciones.

 

Como indicado, la carga de la prueba corresponde a quienes afirman que los diplomáticos de un estado “fascista” actuaban contra la voluntad de aquel dictador tan autoritario. Por lo demás, el artículo en cuestión -de un historiador declaradamente antifranquista- tiene datos incorrectos (Bedoya no era “un falangista”; lo fue, no le gustó lo que vio y se marchó) y razonamientos averiados: el que una operación fuera dirigida por el Nuncio, o Sanz-Briz no esperara a recibir una autorización concreta para actuar no quiere decir que no estuviera aplicando la política de su gobierno. Pero la palma se la lleva esta afirmación:

 

Sólo cuando el Congreso Judío Mundial, a través del embajador español en los Estados Unidos, pide ayuda a Madrid para salvar a los judíos húngaros cambia la actitud de España. Y es entonces, entre los días 20 y 24 de octubre de 1944, cuando el nuevo ministro de Exteriores, Lequerica, indica a Sanz Briz que proteja a tantos judíos como sea posible. Precisamente en el momento en que se ve inevitable la derrota de Hitler. Pero la dimensión concreta de esa protección tuvo que ver, en mi opinión, exclusivamente con el compromiso personal de Ángel Sanz Briz.

 

¿Es incapaz este historiador “antifranquista” de ver la contradicción en que recae? Allá el.

 

Como vinos en las reseñas efectuadas de las memorias de Martinez de Bedoya (a partir del capítulo XIX de las memorias), la política de socorro fue consecuencia de un pacto de caballeros con varias asociaciones judías que el Estado Nacional concertó, por su propia iniciativa. Varios miles de judíos húngaros pudieron refugiarse en edificios de la embajada española en Budapest y unos 17.000 cruzaron los Pirineos hacia España, como destino temporal. Como contrapartida, se pidió explícitamente que Hollywood no realizara ninguna película contra España -como hizo contra Alemania, Italia y Japón- y que el personal diplomático en Hungría no fuera molestado. 

 

Quizás algún alma cándida, o malintencionada, condene que el franquismo negociara con las vidas de los judíos. La condena habría que aplicarla en primer lugar a las asociaciones judías que negociaron con el Estado Nacional. En todo caso, los judíos salieron ganando, y cortaron la cooperación cuando tras la guerra España no tenía ya nada que ofrecerles y después se negó a apoyar el establecimiento de un estado judío en Palestina.

LEER MÁS:  Queipo de Llano: gloria e infortunio de un general – Vuelta de Cuba y matrimonio; a Marruecos – Parte segunda. Por Carlos Andrés

 

Relacionado con lo dicho, y con más detalles: Los judíos protegidos por Franco o la recurrente tergiversación antifranquista (en respuesta a un artículo de El País). Por Francisco Torres García

 

* * * * *

 

El otro tema es la falseación (llaménosle así) de un hecho de su biografía en la Wikipedia. No es que nos extrañe. Es sabido que la Wikipedia está muy sesgada hacia lo que antes era llamado el “consenso cultural socialdemócrata” y que ahora ha explotado en las más disparatadas ideologías rojas, verdes, arcoíris y de todos los colorines. La versión española se supera a sí misma y es el no va más. En concreto, la entrada sobre Martinez de Bedoya está escrita por una víbora venenosa; el reptil que la perpetró debió de coger carrerilla y no se detuvo ante la falsedad. Afirma, por ejemplo,  que Bedoya habría ido a Nuremberg al congreso del Partido Nacional-Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSAP):

 

En septiembre de 1937 asistió invitado al congreso de Núremberg celebrado por el Partido nazi.

 

En sus memorias indica que en esas fechas estuvo en Potes, de donde procedía la mitad de su familia. No es creíble que Bedoya acudiera durante su estancia en Alemania como estudiante, porque no siendo una figura política nunca hubiera recibido una invitación. Desde luego, si Martinez de Bedoya hubiera omitido ese hecho, estaríamos ante una muy grave ocultación en sus memorias. Pero hay que descartar que lo haya ocultado, porque en cambio escribe que visitó Alemania en el séquito de Salvador Merino, invitado por el jefe del Frente del Trabajo, como delegado de los sindicatos españoles.

 

Por cierto, la fuente que cita la Wikipedia sobre la asistencia al congreso de Núremberg sería un tal Preston.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés