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En el verano de 1834, con la primera guerra carlista en marcha y bajo la regencia de María Cristina, una epidemia de cólera llegó a Madrid, las autoridades de entonces, -el gobierno de Martínez de la Rosa-, habían negado la existencia de la epidemia en primera instancia. Pero que los miembros de la casa real abandonasen Madrid para refugiarse en el palacio de La Granja en Segovia, alimentaba los rumores y había miedo de salir a la calle. Sin embargo, la prensa madrileña, dominada por el liberalismo, se afanó por disimular la situación real, no informando de todos los partes diarios de muertos y tratando de transmitir a los lectores la impresión de que la situación no era grave por el momento.

Los bandos y de edictos ordenando algunas medidas higiénicas para frenar la epidemia llegaron ya tarde: Traslado de los corrales del ganado a lugares alejados de la ciudad, obligar a los vecinos a depositar las basuras en medio del arroyo para que puedan ser barridas, construcción de aseos públicos para evitar que la gente haga sus necesidades e n la vía pública o la prohibición de hacinamiento en las viviendas. Más polémica fue la quema de los núcleos de chabolas de los mendigos, por considerarlos un foco de la epidemia y la expulsión a sus lugares de origen de aquellos que llevaban menos de 10 años en Madrid. No evitaron que 3.564 personas muriesen durante el mes de julio y en agosto 834.

El 17 de julio, el cólera estaba en su punto álgido y su contagio amenazaba a todo Madrid. A pesar de todo, las autoridades se negaron a declarar de forma oficial la epidemia. Los liberales radicales aprovecharon la situación para librar su rabia contra la religión, haciendo correr el bulo de que la causa de la epidemia era el envenenamiento de las fuentes públicas. Los responsables eran los curas y frailes, partidarios de la causa carlista. Ellos depositaban un veneno en las fuentes y pagaban a otros para que lo echaran en los cántaros de los aguadores.

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Se desata la furia del populacho. Fanáticos liberales aprovechan para asesinar a partidarios del absolutismo. A las 12 del mediodía, en la Puerta del Sol tiene lugar el asesinato de un joven ex realista y celador de los jesuitas. Poco después, en la Plaza de la Cebada, un conocido realista es increpado y asesinado. Después viene la caza del cura y el fraile por todo el centro de Madrid. Milicianos urbanos y algunos miembros de la guardia real dirigen a la chusma contra el Colegio Imperial de San Isidro, regentado por jesuitas, 14 frailes son muertos a sablazos. El convento de Santo Tomás de los dominicos, el convento de San Francisco el Grande de los franciscanos y el convento de San José de los mercedarios también son asaltados. Más de 100 religiosos mueren linchados.

Al día siguiente, Martínez de la Rosa ordena la detención y destitución del general Martínez de San Martín, quien a pesar de contar con una tropa de nueve mil hombres no evitó los asesinatos ni los asaltos. A su vez, el corregidor de la Villa, el marqués de Falces, y el gobernador civil, tuvieron que dimitir al comprobarse su pasividad.

Pensaran nuestros lectores lo poco que hemos aprendido de los errores pasados. En efecto, el gobierno de Pedro Sánchez minimizó y se negó a declarar la alerta sanitaria por el coronavirus para satisfacer sus intereses políticos con las manifestaciones feministas, disfraza las enormes cifras reales de muertos y casi dos meses después de declarar el estado de alarma ha sido incapaz de prever el suministro de mascarillas y test de diagnóstico rápido. Además, el gobierno ha suspendido la ley de transparencia y oculta a quién compra el material sanitario, lo que ha levantado entre muchos ciudadanos la sospecha de que un monstruoso acto de corrupción pueda haberse producido, aprovechándose la desgracia y la muerte para el enriquecimiento de algún amigo socialista. Sabiendo que se iban de mariscadas, putas y coca a costa de los parados andaluces, a nadie le puede extrañar que haya mal pensados.

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Para tapar semejante mala fe, negligencia, pasividad e incompetencia, el gobierno busca desesperadamente los “frailes” a que culpar de que España sea uno de los países del mundo con peor respuesta a la crisis del coronavirus. No lo decimos nosotros, lo dice la Deep Knowledge Group, valorando la eficiencia de cuarentena, la eficiencia de gestión gubernamental, el seguimiento y detección del virus y la preparación para el tratamiento de emergencia entre todos los países del mundo.

De momento han encontrado sus frailes en todos aquellos que critican la desastrosa gestión del gobierno, los envenenadores de bulos, que son perseguidos por no aplaudir juntos para salir de esta y censurados bajo la dirección de Maldita.es y Newtral. Más tímidamente intentan achacar la culpa a los recortes sanitarios, no cuela, basta mirar los presupuestos de sanidad de Corea del Sur (4,84 % del PIB) y España (6,24 % del PIB) o al envejecimiento, tampoco cuela, basta también mirar los datos de Portugal (6,3 % de la población mayores de 80 años) y España (6,2 % mayores de 80 años). Lo qué si influye, y mucho, es tener o no en el gobierno a una pandilla de zopencos y sectarios.

Ahora, de lo que no les quepa ninguna duda, es que, si los papeles se intercambiasen entre los partidos de gobierno y la oposición, los medios al servicio de la izquierda estarían en plena campaña de linchamiento, incitando a las turbas a salir a la calle para asaltar sus sedes y desalojar del poder a los “fachas asesinos”.

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REDACCIÓN