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El pasado sábado 17 de febrero, Barcelona acogió el II Encuentro 40 Días por la Vida. El auditorio del Colegio Real Monasterio de Santa Isabel fue testigo de este encuentro, que contó con la presencia de Isabel Vaughan, activista provida y coordinadora de 40 Days for Life Birmingham, y Alberto Bárcena, doctor en Historia por la Universidad San Pablo CEU de Madrid.
Tras entrevistar a Isabel Vaughan en este medio, hacemos lo propio con el profesor Alberto Bárcena que impartió una conferencia titulada «Católico, despierta: la batalla cultural y el aborto».
¿Qué supuso para usted participar en el II Encuentro de 40 días por la Vida en Barcelona junto a una activista provida de reconocido prestigio internacional como Isabel Vaughan?
Fue una experiencia reconfortante: ver a tantas personas apoyando la lucha por la vida, el principal de los derechos humanos, sin el que resulta imposible construir cualquier declaración de derechos con vocación de permanencia y justicia; hablar con rescatadores que logran salvar a los más inocentes, cuando ya parecían condenados a no ver la luz, comprobar la alegría que experimentan al conseguirlo, y como, a pesar de la demoledora y omnipresente propaganda contraria, no se dejan engañar: saben que defienden la Verdad -la fe y la razón-, la ley de Dios y la dignidad de la persona humana, única criatura hecha a imagen y semejanza del Creador.
En cuanto a Isabel Vaughan, fue un honor conocerla; con su sola presencia dio mayor visibilidad al encuentro, convertida como ha sido, merecidamente, en ejemplo de valor y coherencia a nivel internacional; con sus palabras y sus declaraciones nos edificaba desde la fe y la esperanza, con la convicción, razonada, de que Satanás va perdiendo el combate; como ya sabemos que ha perdido también el definitivo, a pesar del daño inmenso causado a tantas almas, incapaces ya de distinguir entre el bien y el mal, entre legalidad y legitimidad; a pesar de tantas muertes de hijos de Dios, eliminados inicuamente en todo el planeta. «En la raíz de cada violencia contra el prójimo se cede a la lógica del maligno, es decir de aquel que era homicida desde el principio (Jn 8, 44) como nos recuerda el apóstol Juan…» nos decía San Juan Pablo II, hablando del aborto en Evangelium vitae. El aborto tiene sus días contados, como los tiene la influencia del ángel caído sobre el género humano.
¿Por qué en su conferencia llamó a los católicos a despertar y dar la batalla cultural frente al aborto?
Porque no podemos desentendernos del holocausto; la sangre de los inocentes nos salpica a todos; los que con nuestros impuestos pagamos, aunque no queramos verlo, su muerte; no podemos permitirnos ese fatalismo, como si esto no fuera con nosotros. Se nos pedirán cuentas de tanta maldad; el católico está llamado a ser luz en medio del mundo, no puede ser cómplice del mal, no podemos normalizarlo, ni permanecer mudos e impasibles cuando sistemáticamente y a diario se viola tan gravemente la ley suprema que debemos obedecer por encima de todo: la que Dios nos ha dado para nuestra salvación.
¿Cuándo fue el punto de inflexión en el que en poderosas convenciones internacionales se empezó a hablar de los nuevos derechos? ¿Qué son los llamados nuevos derechos, que no son tales?
Los mal llamados nuevos derechos se fueron gestando en las cumbres de la ONU, cuando ya el aborto se había ido introduciendo en la mayor parte de de Occidente, con deferentes matices y subterfugios; como si fuera una especie de mal menor. Se trataba, para los involucrados en esta operación de ingeniería social, de darle ya el rango de derecho universal; con el objetivo de reducir drásticamente lo que llaman «fertilidad» por razones económicas, de explotación egoísta de los recursos naturales al más bajo coste. Pero no solo; se trataba también de establecer un nuevo paradigma humano situando al hombre en el lugar de Dios, conforme al pensamiento masónico, de peso concluyente en todo el proceso; aunque para ello curiosamente proyectaran la eliminación de millones de personas, desde los no concebidos hasta los que, ya en el seno materno, serían privados de la vida por diferentes métodos, a cual más brutal. Necesitaban para llevar a cabo tamaño despropósito inventar una nueva religión, que sería panteísta.
Así en la Cumbre de Río, o de la Tierra, celebrada en 1992, se acordó la redacción de La Carta de la Tierra, cuyo redactor más destacado, Mijaíl Gorbachov, declaraba en 1997: «Necesitamos encontrar un nuevo paradigma que reemplace los vagos conceptos antropológicos… El mecanismo que utilizaremos será el reemplazo de los Diez Mandamientos por los principios contenidos en esta Carta o Constitución de la Tierra». En el programa de Acción de Río ya se hablaba de controlar la producción, el desarrollo y la reproducción. Huelga decir que desde el primer momento se percibía que el principal escollo de aquellos ingenieros del Nuevo Orden Mundial lo encontrarían en la Iglesia Católica, y como enemiga sería tratada en adelante.
En la Cumbre de El Cairo, sobre Población y Desarrollo, de 1994, ya se trataba de imponer el aborto como derecho; con la mayor insistencia de la delegación norteamericana, totalmente apoyada por el presidente Clinton; pero también de «redefinir» los nuevos modelos de familia, desde la ideología de género, que sería ya la guía constante de todas las reformas en las cumbres siguientes. Es muy significativo que fuera designado como secretario de dicha cumbre el doctor Fred Sai, representante de Ghana y presidente de Planned Parenthood Federation, la mayor central abortista del planeta.
En el borrador de El Cairo ya se establecieron estrategias para llevar a cabo el gran lavado de cerebro conducente a cambiar el «modelo de familia deseada». Un año más tarde, en 1995, se celebraba la Cumbre de Pekín, para el empoderamiento de la mujer, y retomaron la agenda del año anterior. Como denunció la señora Glendon, que presidía la delegación de la Santa Sede, no se contemplaban en absoluto ni la vocación de la mujer a la maternidad ni sus compromisos familiares; solamente se trataba de potenciar su promoción laboral y su equiparación con el hombre a todos los niveles. Por fin, en 2001 se firmaba en Ginebra el Tratado de los Comités de derechos Humanos de las Naciones Unidas que trataba de eliminar de las legislaciones nacionales toda referencia a los derechos de los padres en materia de educación y salud -muy especialmente la reproductiva- de los menores, según el designio del Gran Oriente de Francia. Los «Nuevos Derechos», eran ya una realidad virtual que a partir de entonces se iría introduciendo en dichas legislaciones.
¿Quién está detrás de la imposición de este cambio de paradigma sin precedentes?
En resumidas cuentas, el entramado que configura la Gobernanza Mundial, tal como la describió magistralmente Mons. Reig Pla, en su carta pastoral «Llamar a las cosas por su nombre», explicando los motivos por los que el Partido Popular retiraba su proyecto de reforma -que no derogación- de la ley del aborto: «Ha llegado la hora de decir con voz sosegada pero clara que el Partido Popular es liberal, informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e infectado, como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios por el lobby LGTBQ; siervos todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada gobernanza mundial al servicio del imperialismo neocapitalista que ha presionado fuerte para que España no sea ejemplo para Iberoamérica y Europa de lo que ellos consideran un retroceso en materia abortista».
¿Se puede hablar de unas leyes que son evidentemente contra Dios y contra el hombre?
Sin duda. Contra el hombre y contra Dios. Se trata de imponer una tiranía mundial por parte de ese imperialismo neocapitalista del que hablaba Don Juan Antonio Reig Pla, teniendo como guía y máscara «benéfica» los objetivos y metas de la Agenda 2030. Uno de los rasgos más preocupantes de nuestro tiempo es el descarte de la ley natural del que habló Benedicto XVI ante el Parlamento Federal alemán: «La idea del derecho natural se considera hoy una doctrina católica más bien singular, sobre la que no vale la pena discutir fuera del ámbito católico, de modo que casi nos avergüenza hasta la sola mención del término», advirtiendo, con cita de San Agustín: «Quita el derecho y, entonces ¿Qué distingue al Estado de una gran banda de bandidos? (De civitate Dei, IV, 4,1)». Para concluir: «¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho solo aparente? […] el principio de la mayoría no basta». Principio disolvente, heredado de la Ilustración: en el Contrato Social, nos dice Rousseau que solamente las convenciones son fuente legítima de los derechos; estamos por tanto a merced de los distintos acuerdos que, según los equilibrios políticos, se establezcan.
El Santo Padre Benedicto XVI ya lo denunció con contundencia y altura en un discurso en 2011 ante los miembros del cuerpo diplomático acreditados ante la Santa Sede. ¿Qué podríamos destacar de este discurso providencial?
De aquel histórico discurso ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede (enero de 2001), en el que denunciaba los ataques a la libertad religiosa, en países lejanos pero también en la misma Europa, destacaría dos citas de Benedicto XVI que resultaron ser proféticas, ya que los males que empezaban a aquejar a las sociedades occidentales se irían agravando hasta llegar a la intolerable realidad actual: «No puedo dejar de mencionar otra amenaza a la libertad religiosa de las familias en algunos países europeos, allí donde se ha impuesto la participación en cursos de educación sexual o cívica que transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón.» Precisamente para eso, entre otras cosas, se firmó el Tratado de los Comités de Derechos Humanos de Naciones Unidas: suprimir la patria potestad a fin de instruir en los nuevos derechos a los más jóvenes, convirtiéndoles al credo del Anticristo -término acuñado por el mismo papa- con absoluto desprecio de la fe sus padres; en contra de las mismas más bien.
De ahí la famosa frase de la ministra Celaá: «los hijos no pertenecen a los padres» como advertencia al Gobierno de la Comunidad Autónoma de Murcia que establecía el pin parental precisamente para poner a los menores a salvo de la invasiva medida del Gobierno de Sánchez. Respecto a esos falsos derechos Benedicto XVI dijo en aquel mismo discurso: «Todavía menos justificables [que otros ataques a la libertad religiosa] son los intentos de oponer al derecho a la libertad religiosa unos derechos pretendidamente nuevos, promovidos activamente por ciertos sectores de la sociedad e incluidos en las legislaciones nacionales o en directivas internacionales, pero que no son, en realidad, más que la expresión de deseos egoístas que no encuentran fundamento en la auténtica naturaleza humana». Conviene recordar que entre esos «nuevos derechos» está el aborto.
¿Cómo los diferentes gobiernos del mundo han ido siguiendo estas directrices y en qué momento estamos?
El presidente Macron se ha empeñado en llevar nada menos que a la Constitución francesa el derecho al aborto. Y no le faltan apoyos: en junio de 2021 el parlamento europeo aprobaba la resolución conocida como «Informe Matic -por el eurodiputado socialista croata Predrog Matic- titulado «Informe sobre la situación relativa a la salud y a los derechos sexuales y reproductivos en la Unión en el marco de la salud de la mujer», que solicita se garantice el acceso al «aborto seguro» en todos los Estados de la Unión europea, elevando el aborto a la categoría de «derecho fundamental de la mujer», llegando a negar el derecho a la objeción de conciencia, contrariamente a lo dispuesto en el artículo 10.1 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea -y contra la Declaración de Derechos Humanos de 1948-, considerando tal objeción como «denegación de asistencia médica». Así es como comienzan estos procesos que pueden acabar en la imposición de tales «deseos egoístas» en las legislaciones nacionales.
¿Qué armas tenemos para resistir en esta batalla humanamente tan desigual?
Nuestras armas, en primer lugar, son espirituales. Solo Dios, como nos recordaba recientemente Mons. Munilla, puede cambiar la historia. Por tanto, debemos intensificar la oración, el ayuno y la adoración, tal como se plantea la resistencia en estos 40 días por la vida. El resultado de nuestras peticiones al Señor de la Historia puede no ser inmediato, aunque en ocasiones no ha tardado en verse. Recordaba el pasado sábado el caso de Austria, liberada de la dominación soviética precisamente después de la Cruzada Reparadora del Santo Rosario, organizada por el Padre Petrus Pavlicek.
Se organizaron turnos a lo largo de todo el país de manera que a cualquier hora había austríacos pidiendo a la Virgen la liberación de su patria. Hubo multitudinarias procesiones de antorchas y el propio Gobierno estuvo implicado. Llegaron a formar parte de aquella cruzada unas 500.000 personas cuando en 1955 súbitamente se anunció la retirada de las tropas soviéticas que abandonaron el país en el mes de octubre.
Otro precedente más remoto, pero más conocido es el de la batalla de Lepanto en la que las señales de la intervención divina fueron abundantes; la Cristiandad entera estaba en peligro cuando el Papa San Pío V logró organizar, con grandes dificultades la Liga Santa, y el propio pontífice, dando ejemplo, se entregó al rezo del Santo Rosario. En agradecimiento por la victoria estableció la fiesta de la Virgen de las Victorias el 7 de octubre; más tarde su sucesor cambió la advocación mariana y estableció la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.
Aparte de rezar, debemos emplear nuestros talentos. Cada uno en el lugar que esté puede hacer más de lo que puede parecer; el testimonio ante parientes, amigos, y compañeros de trabajo es una forma de evangelizar y llevar a otros hacia Dios; aunque el ambiente pueda parecer poco apropiado. Dios es sorprendente y actúa a través de quienes se ponen en sus manos con toda confianza. En todo caso, pienso que tenemos que poder decir con San Pablo: «he combatido el buen combate, he concluido la carrera, he conservado la fe».
Autor
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Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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De acuerdo salvo en aquello de que «nuestras armas son espirituales». La persuasión es importante pero la modificación de las condiciones materiales y sociales que han llevado a la expansión de la práctica del aborto, así como a la renuncia a la paternidad o maternidad no es un asunto menor. La desurbanización reduciría el aborto a casos criminales anecdóticos. Pedir que se pueda construir en terrenos agrícolas bajo ciertas condiciones no es mucho pedir pero sí demolería las bases de la pirámide financiera de las hipotecas en las ciudades y, con ello, todo el sistema financiero actual. La gente común, cuando tiene espacio y alimento, en la naturaleza o en el campo, tiene hijos, bajo un palio institucional u otro. e Es verdad que a la Iglesia, con la «Desamortización» de Mendizabal la despojaron de muchas tierras pero no por ello debe perder de vista que la mejor manera de restaurar un modelo cultural es apoyarse tanto en la persuasión como en la modificación de las condiciones materiales que subyacen a las expresiones culturales colectivas. Incluso prohibir la construcción de viviendas de menos de 6 dormitorios acarrearía, además de una positiva caída del precio de los terrenos urbanos, la formación de familias estables a medio plazo. No es que, de pronto, un buen día, la gente haya cambiado de parecer porque los malos, el demonio o los marxistas les hayan soplado algo al oído. Es que se han visto obligados a modificar sus creencias y posturas para adaptarse a una cierta realidad material. Los amos del mundo, los mismos que quieren una sociedad de masas sin familias y sin recursos propios, sin padres conocidos, lo saben.
A propósito: Mes Aïeux – Dégénérations youtubePUNTOcom/watch?v=JvcEP0EjqIc
No, el derecho natural no es una doctrina que haya quedado circunscrita al ámbito católico. Bajo otras denominaciones, existe, mal que bien, mejor o peor formulada, en toda sociedad que reconozca que el ordenamiento jurídico es de origen divino o de origen sobrenatural. Por ejemplo, en el hinduismo o en el mismo Islam. La misma proclamación de la independencia de los EE.UU. habla de derechos dados por Dios al hombre. Incluso el dominionismo anglo también apuntaría a lo mismo. También los ortodoxos estarían en esa misma línea. Otro asunto distinto es que la tradición católica haya recogido la idea pagana, griega, clásica y filosófica de derecho natural como teleología, como no lo hacen otras tradiciones más o menos exóticas.
Si siguen insistiendo ustedes en la falacia de «derechos buenos o naturales» frente a «derechos falsos o satánicos», arrojarán aún mucha más confusión. Y eso no lo quiere Dios, para el que no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto. El Señor ya dejó sus Evangelios como guía de vida para todos, síganse y profundícese en ellos meditándolos a menudo, todos los días, y no en derecho de ningún tipo, que es humano y mundano, engaño de muchos, aparte de vano, por mucha falsa fe con la que se le quiera disfrazar.
Lo que tiene que prevalecer son los mandamientos de Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero, la Palabra de Dios contenida en los santos Evangelios y el NT, así como las revelaciones de santos y santas. Es el mismo Señor Jesucristo el que nos conmina una y otra vez a confiar en Él. Hay que sustituir las leyes humanas, los preceptos de hombres, se crean «justos o buenos» o de auténticos anticristos, por la Palabra del Señor transmitida por sus apóstoles y sus sucesores, los santos y santas de todos los tiempos. La Palabra de Dios, las Sagradas Escrituras y el Magisterio de los santos y santas, elegidos de Dios, no puede ser sustituido por derecho alguno, por muy «pro-vida» o «justo» que se crea (con o sin engaño), pues es seguro que obedecerá a intereses políticos disfrazados como lobos con piel de cordero, que no a una fe sincera y fiel nacida del corazón del hombre, que es donde realmente reside la raíz de todo mal y de toda virtud.
Para acabar con el aborto, no basta la ley humana, hay que llegar al corazón de hombres y mujeres, hay que enaltecer la santa castidad. Y, aún así, la cizaña de la tierra no cejará en su empeño de engañar a los más desprotegidos por el Señor, a los que rechazan la fe en Cristo y, por culpa de ello, carecen de la gracia que otorga fortaleza para combatir en la lucha espiritual a la que asistimos. Si no se ataja la corriente de mal montaña arriba, no se pretenda contener el torrente cerca de la desembocadura. Hay que dejar bien claro a todo el mundo lo que supone de horrible atentar contra la santa castidad y no arrepentirse haciendo penitencia y pidiendo la ayuda de la Gracia con una vida de fe, para cambiar radicalmente de vida conforme a la Voluntad de Dios.
Por otra parte, no se puede pretender vencer al demonio, a satanás, por medio de sus propias armas, de la acción política, y, mucho menos, con la voluntad de la mayoría, cuando la mayoría va por el camino de la perdición, cuando la mayoría de ayer y de hoy grita sobre Cristo humillado y ensangrentado, ¡crucifícale!, cuando la mayoría siempre preferirá a Barrabás, al placer, al hedonismo, a la vanidad, a la egolatría, al narcisismo, a la comodidad, a la intolerancia total a la frustración, el dolor, el sufrimiento y la cruz, a la riqueza material se consiga como se consiga, al egoísmo enfermo y ciego, al demonio ofreciéndole todo si postrándose ante él le adoran, a una vida que ya no cree en la trascendencia ni en el juicio de Dios, que ya no tiene santo temor de Dios, de perderle eternamente, etc. La ingenuidad o la autojustificación de Eva sobre el engaño en que había caído, no sirvió para ser exculpada. Por eso no podemos confiar en los políticos, falsos doctores y profetas, no solo los del PP, sino en NINGUNO. La manzana de la discordia no es otra cosa que el afán de suplantar a Dios mismo, en detentar un poder que solo a Dios corresponde.
No se puede negar que un buen gobernante como Salomón o David, independientemente de que también sea pecador, pueda traer justicia a su pueblo (de hecho, el gobierno de toda comunidad sana, primero de la Santa Iglesia Católica Apostólica, y después del resto del mundo, ha de recaer en los santos y santas, elegidos de Dios, pues fue el mismo Dios encarnado, Jesucristo Nuestro Señor, el que eligió a sus apóstoles, y no éstos a Él por mayoría de dos tercios, por aclamación, por elecciones libres, secretas y voluntarias o como un primus inter pares entre los primeros «obispos». NO. Es Dios el que elige sobre todos y sobre todo, pues Él y solo Él es el Creador y el Gobernador de todo lo creado. Por tanto, todo sucesor de los apóstoles, debe ser elegido de Dios, un santo varón en la Iglesia y santas en órdenes femeninas, y santos y santas en el mundo no consagrado u orden temporal), pero en la actual democracia, eso es como afirmar que jugar en el casino puede hacer millonario a cualquiera. Por poder, poder….sí es posible (como que nos toque la lotería de Navidad). Eso en honor a la verdad no deja de ser cierto, pero la insensatez de acudir a esos tentadores antros del juego, lugar de ruina material y moral de incontables desgraciados enganchados al engaño tentador diabólico del juego, esclavos del demonio de una ciega idolatría enferma centrada en una vana esperanza de riquezas, es evidente a todo el que conserve un mínimo de cordura. Ya sabemos que no hay que tentar a Dios Nuestro Señor. Por ello, aunque es posible un gobierno democrático justo en el sentido verdadero del término, como el Señor estableció, según su Justicia, su improbabilidad es tal, la temeridad de confiar en lograrlo es tal, que lo cuerdo es no confiar nunca en la política (engaño y mentira) como vía para lograr hacer la Santísima Voluntad de Dios, suprimiendo aborto, eutanasia, manipulación de embriones, transexualidad, corrupción de menores en aulas, pornografía hasta en las guarderías, reducción de hombres, mujeres y menores a meros objetos sexuales, semen donado, vientres de alquiler, el devastador divorcio, la degradación del sacramento del matrimonio con su ridiculización equiparándolo a cualquier concubinato, amancebamiento o bestialidad, perversiones de todo tipo, etc. ¿Por qué? Pues porque la inmensa mayoría sí que quiere todas esas maldades, porque han perdido la fe, porque ya son esclavos del demonio. No ver esto, es no vivir la realidad, no vivir la verdad que nos rodea o vivir en una especie de burbuja u oasis de personas que no son como las del mundo (peligro de los seminarios, monasterios, parroquias sanas, etc., que juzgan que el mundo es como las comunidades allí. Ceguera ingenua). Y no hay mayor insensatez que negar el infierno y el demonio. De hecho, es necesario volver a ponerlos bien presentes, para que todos seamos conscientes de qué consecuencias tiene rechazar a Dios. Por tanto, no hay solución política y activista al aborto ni a ninguna de las otras muchas salvajadas satánicas que ha traído la democracia mundial. Solo Dios puede acabar con este infierno de iniquidad y crimen. Pero para que Dios actúe, en los corazones de los fieles debe estar Dios y su Revelación, es necesaria una conversión sincera, de corazón, con arrepentimiento sincero y disposición a no volver a la vida de pecado, haciendo y aceptando la penitencia que Dios nos mande, no la política y la propaganda farisea de colgarse medallas buscándose a sí mismo para atraer el voto a determinados grupos políticos (incluido VOX, facción del PP, dirigida por un orgulloso de ser bígamo adúltero). En un corazón que ama a Dios, que vuelve a Él como hijo pródigo, arrepentido sinceramente, es muy difícil que aborto o cualquier otro ultraje pueda cometerse contra el Sacratísimo Corazón de Jesús. Por todo ello, fuera política, fuera «doctrina social de la anti Iglesia» o DSI y fuera toda falsa doctrina o engaño diabólico. Y consagración al Sacratísimo Corazón de Jesús, al Inmaculado Corazón de María y conversión sincera. Ese es el primer y definitivo paso.