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La autodestrucción del Pp no puede sorprender a los lectores de Donoso Cortés. Cuando uno lee a Donoso, le quedan meridianamente claras muchas cosas otrora dubitativas o confusas. Entre ellas, que sólo hay tres principios para ordenar lo político: el principio liberal, el principio socialista y el principio católico. De esos tres principios, sólo los dos últimos poseen sustancia teológica, sólo ellos son radicales y, por tanto, poseen la fuerza doctrinal e ideológica que vincula y cohesiona a los mílites, o como decía Donoso, a sus “falanges”: el socialista y el católico.
¿Por qué desapareció UPyD, por qué ha desaparecido Ciudadanos y por qué está en vías de desaparecer el Pp? Por idéntica razón. Los tres partidos, al constituirse sobre el principio liberal, carecen de teología, y por tanto se mueven únicamente por el negociado, el “quítate tú, que me pongo yo”. Y ya nos alertaban nuestros barrocos de que quien se mueve por lo rentable, por lo mensurable, por lo mundano, edifica sobre arena. Sánchez, a diferencia de Casado, y como anteriormente Zapatero, goza en su partido del poder aplastante del tirano porque sirve escrupulosa y ardorosamente a una teología, y para sus votantes, su militancia y su corte de partido o su corte mediática, esa servidumbre teológica fundamenta su indiscutible y loado liderazgo, al margen de su valía política, intelectual o moral, que pasa a no importar en absoluto. En cambio, no se encontrará en el Pp ninguna autoridad análoga en toda su historia como partido.
El Pp, desde el mismo Fraga, ha sido un partido compuesto de diversos liderazgos enfrentados o cuestionados entre sí, de procurados armonismos, de luchas orgánicas a muerte cuando el armonismo, asentado sobre la transitoriedad de los intereses, se frustraba, y de sabotajes al que destaca, en plena sintonía con la “mediocrecracia” que caracteriza a la sociedad liberal, su ínsito resentimiento por el aristoi. No es esto, tampoco, algo desconectado de lo teológico. La base social del liberalismo prendió, exactamente igual que en la revolución marxista, en el odio de clase, que excepto en casos sinceros y deliciosos como el de León Bloy, es otro “quítate tú, que me pongo yo” pero a nivel sociológico. El liberal destruyó la sociedad tradicional no por amor a la libertad, sino por ser él el ocupante del privilegio, al igual que el comunista lo es no por un afán genuino de transformación social, sino por el deseo de ser él el burgués.
Pero, además, el Pp representa otra quimera teórica, que es la de unir los valores liberales a los valores conservadores. Esa quimera ya vemos que fenece en toda Europa. Los partidos liberalconservadores ya han muerto o están en vías de morir en varios países, algunos tan importantes como Francia e Italia, y como todo lo que sucede en la historia, no es ni mucho menos casual. El principio liberal sólo funciona en política cuando el medio económico es boyante, y la llenazón de los bolsillos vuelve filisteas las conciencias. Cuando el ser humano empieza a carecer de seguridad y sus cojines dinerarios decrecen, entonces se demuestra, paradójicamente, que el hombre es todo menos un homo economicus, y vota al que le promete teología en vez de al que le promete, habiendo experimentado su engaño, dinero y buena gestión.
Por eso decía uno que al pueblo no le han movido nunca más que los poetas, es decir, los teólogos, y ay de los que no sepan generar, frente a una poesía que destruye, una poesía que fecunde.
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