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Leer a Juan Manuel de Prada nunca tiene desperdicio. Recién anunciada una nueva recopilación de sus artículos en prensa, no dudamos de que Una enmienda a la totalidad (Homo Legens, 2021) servirá en el futuro para juzgar con mayor perspectiva esta época marcada por la crisis sanitaria. No pretendemos hablar sobre un libro que todavía no hemos leído, pero los antecedentes del autor con La nueva tiranía (Libros Libres, 2009) y Dinero, demogresca y otros podemonios (Planeta de Libros, 2015), sobre las etapas de Zapatero y Rajoy respectivamente, nos invitan a creer que será una buena continuación para orientar a todos aquellos que cuestionan los relatos oficiales inspirados por la superstición del progresismo más políticamente correcto. Y aunque no deba considerárselos como libros de Historia, no vendría mal que los investigadores de los años venideros tengan en cuenta las columnas semanales recogidas en estas recopilaciones si desean tomar el pulso a este siglo XXI.
En una reciente entrevista concedida a Nius[1], Juan Manuel de Prada despacha numerosos asuntos ahondando en la raíz de los problemas. No podía faltar la cuestión del Covid-19. Y las respuestas, más que confirmarle como icono «negacionista», van más en la línea de quienes hemos señalado tanto la gravedad de la amenaza sanitaria como la incapacidad de la clase política para gestionar el problema. No tienen desperdicio sus referencias a los presuntos expertos[2], la existencia de las epidemias desde tiempos inmemoriales[3], la situación de los no vacunados[4] [5], el pasaporte Covid[6], la fe ciega en la medicina[7] o el papel de las instituciones[8]. Nada que ver la sensatez de lo expuesto por Juan Manuel de Prada con, por ejemplo, un Alvise Pérez que públicamente apela a la ciencia para manifestar su rechazo a las recientes campañas de vacunación pero ha llegado a manifestar que la libertad de no vacunarse debería estar por encima incluso aunque estuviéramos ante una vacuna anticovid que impidiera contagiarse[9], es decir, que prioriza su concepción ideológica de la libertad por encima del bien común de los españoles. Porque, a fin de cuentas, el joven influencer que convierte a Santiago Abascal en todo un ejemplo moral por no responder a si ha recibido la vacuna anticovid, bajo la excusa de no presionar así a nadie[10], es rehén de su rígido marco liberal, que prácticamente podríamos definir como pseudoreligioso, mientras que el escritor zamorano, en la línea tradicional del catolicismo, llama a aceptar que el hombre está sometido a estas desgracias por el simple hecho de existir y a no creer en las milongas de los falsos profetas de turno. Y no debemos olvidar ese refrán que invita a que entre un original y una imitación, siempre resulta preferible el original.
Muy probablemente estas declaraciones le supongan un aluvión de detractores entre esa minoría ruidosa que ha hecho de las redes sociales su altavoz no sólo para difundir teorías muy cuestionables desde la más básica salud mental, sino también para enfangar todavía más los símbolos católicos y españoles en algún caso[11], y que ha querido explotar el prestigio literario de Juan Manuel de Prada en beneficio de una absurda campaña que, en el fondo, delata que estos presuntos antisistema comparten el mantra progresista de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y, por ello, les resulta imposible asumir que una enfermedad pueda poner patas arriba el mundo entero. No obstante, quienes tenemos muy claro que el norte es la Verdad y la Justicia comprendemos por dónde van los tiros y si algo lamentamos es que declaraciones como las recogidas a pie de página no tengan más repercusión mediática que la propaganda del Gobierno, ebria de triunfalismo hasta límites que superaron el ridículo haya ya demasiado tiempo.
[2] «El abuso y omnipresencia de los expertos y presuntos científicos en los últimos años ha demostrado que son ciegos conduciendo a otros ciegos, como dice el Evangelio. Hace unos meses nos decían que las vacunas nos inmunizaban, por ejemplo«
[3] «Lo que sí sé es que los virus se debilitan cuando pasa el tiempo. Pero ahora se nos pretende decir que la menor virulencia del coronavirus está asociada a las vacunas, y no digo que no sea así, pero fundamentalmente es por la debilitación del virus. Ha ocurrido en todas las plagas que han existido«
[4] «Pero no estoy diciendo que la vacuna no haya otorgado protección. Pero sí creo que tenemos que ser serios: no podemos excluir a los no vacunados de la comunidad política. Lo que tienes que hacer es convencerles de que se vacunen, y no se les convence convirtiéndolos en perros apestados»
[5] «Hay que encontrar una vía de convivencia fundada en la prudencia y en el respeto. Yo, que estoy vacunado, me voy a hacer una prueba antes de las comidas de navidad. Es muy positivo que a la gente, con buenos argumentos, se le anime a la vacunación«
[6] «No me parece bien, primero porque no sirve, porque los vacunados contagian y se contagian. Lo que habría que hacer es una campaña seria para que la gente perciba que vacunarse es algo bueno, y eso no se está haciendo bien. Lo más lógico es que se recomiende prudencia, mejor que imponer restricciones absurdas«
[7] «Lo que no es positivo es pensar que la medicina va a eliminar totalmente la enfermedad (que es lo que le pedimos hoy a la medicina), porque eso genera desesperación. Porque cuando no elimina nuestra enfermedad, le pedimos que nos elimine a nosotros. Ese es el problema del endiosamiento humano«
[8] «Pasa lo mismo: se pide que nos proteja totalmente y eso es grotesco. La vida es riesgo. Es peligroso al final porque el estado puede tiranizarnos. Es la invitación a la discrecionalidad y arbitrariedad más absoluta. Nace de esa desesperación que nos da una confianza ciega en la ciencia, que nos hace creer que hay un control del mal que ronda nuestra vida. Es una visión nefasta«
[9] N. del A.: Por desgracia, no hemos encontrado la publicación donde Alvise Pérez exponía semejante planteamiento. No obstante, estamos convencidos de haberla leído y animamos a los lectores de El Correo de España a que la remitan en caso de localizarla o, de ser necesario, a que la desmientan de haber incurrido en un juicio erróneo.
[11] N. del A.: Aunque la propaganda oficial insiste en vincular el «negacionismo» con la «extrema derecha», este fenómeno, como todos aquellos donde se manifiesta la estupidez del ser humano, es transversal. Pero, como es comprensible, los «negacionistas» a priori próximos resultan más molestos que los antagónicos.
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