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Se fue Juan Carlos y echaron a Cayetana Álvarez de Toledo. Lo del primero era previsible, lo de la segunda era lógico. La monarquía española va de error en error hasta la derrota final. Aceptaron el modelo autonómico surgido de la constitución del 78, y el desmantelamiento del antiguo régimen, sin ningún tipo de limitación o salvedad, a cambio de inmunidad. Juan Carlos cumplió su palabra, los demás no y ahora le persiguen, cuando siendo puristas, solo cumplió con el papel que le habían asignado. Juan Carlos ha sido durante muchos años, el aliado más importante que ha tenido la izquierda de este país, su “blanqueador” y legitimador. El hizo posible que gran parte de la sociedad española bajara la guardia y aceptara a socialistas y comunistas, e incluso nacionalistas periféricos, como algo normal y civilizado. Firmo la ley de memoria histórica del 2008, que suponía su propia deslegitimación, la suya y la de sus herederos. Juan Carlos se va porque quiere, en una nueva y gravísima equivocación, que viene a ser la constatación de la debilidad de la institución. No es la primera vez que la monarquía española, antepone sus intereses personales, a los intereses de España, no es la primera vez, que piensan que la solución consiste en huir, dejando vendidos y sin argumentos, a todos aquellos que defienden una institución que se ha suicidado.
Cayetana Álvarez de Toledo, fue cesada como portavoz del grupo parlamentario popular, por haber tenido algunas intervenciones brillantes en el parlamento español, que molestaron más a sus propios compañeros de partido, que al gobierno. El que me gusten algunas de sus intervenciones, no signifique que me guste ella en su conjunto. Soy de los que opina que Cayetana esta en el partido que le corresponde, el problema, es que parece no darse cuenta, que sus opiniones, solo podía expresarlas en mítines, pero no en el parlamento español, pues eso incomodaba a sus colegas de bancada y al propio Pablo Casado. El Partido Popular gusta de engañar a sus votantes, dice una cosa y hace lo contrario. Cayetana pensaba que podía decir lo mismo en discursos electorales que en las Cortes.
Que nadie se lleve a engaño, Cayetana Álvarez de Toledo abogada por un gran pacto de estado con los socialistas, con Sánchez como presidente, pero sin PODEMOS, para salvar el bipartidismo que no España, pues no pueden salvar este país aquellos “gestores” que lo han conducido al desastre. Todavía quedan ingenuos que opinan que el problema es Pablo Iglesias y su “mermada” organización de perro flautas. Nada más lejos de la realidad. Pedro Sánchez se basta por sí solo para hacer el mal. Pablo Iglesias es solo un mamporrero que le viene muy bien a Sánchez, para que se queme, un escudo, un personaje prescindible al que dejaran caer cuando llegue el momento. Cayetana formaba parte de esa componenda socialdemócrata liberal en la que lleva inmerso el Partido Popular desde hace décadas. Lo que ha sucedido ahora, es que Cayetana se extralimitaba en sus excesos verbales, llegando incluso a pensar que el Partido Popular debía dar la batalla cultural contra la izquierda. No había entendido nada. Su organización esta para otra cosa, pero no para prestarse a ningún tipo de enfrentamiento ideológico de calado, más allá de cuestiones económicas o domesticas de perfil bajo o muy secundario.
El Partido Popular prescinde de Cayetana Álvarez de Toledo con un doble objetivo, contentar al sector pusilánime de la organización, a los más bizcochables, que en el fondo son los que siempre han llevado las riendas del partido y para congraciarse con la izquierda, pensando que con este gesto, socialistas y comunistas les tendrán en una mayor estima y consideración. Hablan de giro al centro, entendiendo por ello, ser el mejor aliado y apoyo del gobierno social comunista más radical de Europa. Si Sánchez es hoy presidente, no se debe a los comunistas de Iglesias, se debe a los populares de Casado y Cayetana Álvarez de Toledo. Cuca Gamarra se adapta mas al papel que el campeón mundial de lanzamiento de hueso de aceituna desea sea la cara visible de la organización. No existe ninguna batalla ideológica dentro de los populares, eso nunca estuvo en la agenda, es solo un cambio cosmético más de sumisión a propios y extraños.
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