30/09/2024 00:32
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Ahora que llevamos más de 2 años sufriendo al virus de la covid y otros tantos soportando los constantes desatinos para hacerle frente de nuestra clase política, puedo afirmar, sin riesgo a equivocarme, que ambos se han comportado de forma previsible.

El virus, muy letal en sus orígenes, pronto se dio cuenta de que, con tan altas tasas de letalidad, pronto moriría él también al no encontrar huésped al que infectar. La estrategia del virus fue mutar a variantes menos letales. Con esta sencilla, natural y previsible forma de comportarse el virus ha campado a sus anchas una y siete olas infectando más y más, pero matando aparentemente menos.

Nuestra clase política, muy torpe al principio de la pandemia porque adoptó la simplona estrategia basada en unos pocos casos, a sabiendas de la que nos venía, no ha sido capaz de mutar como también eras previsible para ganarle la partida al virus.

Sin duda alguna, este comportamiento de quienes tenían la obligación de dar lo mejor de ellos mismos para protegernos también era de esperar.  Primero la inacción cobarde y a continuación los reproches mutuos. Ninguno de los numerosos políticos que mantenemos fue capaz de alterar, informar y tomar medidas en los primeros meses del año dos mil veinte. Primer error al que seguiría otro igualmente dañino.

Me refiero al hecho de culpabilizar al otro, al rival político, al que lo ha hecho igual de mal. El paradigma de esta estrategia alcanza su máxima expresión con el dúo Ayuso-Sánchez. Dantesco espectáculo el dado durante la pandemia consistente en intentar cargarle el muerto al otro, sea dicho con todos mis respetos a los fallecidos.

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El resultado ha sido la sucesión de olas hasta un total de siete, de momento. Más de cien mil muertos, de momento. Uno puso sobre el tablero al Dr. Simón con sus acreditados desatinos en las previsiones, que por cierto ningún Consejero, por miedo, descalificó abiertamente, especialmente al inicio de la pandemia.

La otra para mostrar su diferencia a propios y extraños, movió el peón de la economía. Enfrentó salud a economía con el resultado de más muerte y fiasco económico. Eso sí, protagonismo, primer plano, marketing, prima donna al máximo. Por el camino de las olas le dio tiempo a la muy diva  a cargarse al amigo mentor, como si España, Madrid no tuvieran otras prioridades que sus propias ambiciones.

El resultado es que no hemos acabado con la pandemia y digo “hemos” porque al final somos los españolitos los que sufrimos la enfermedad, soportamos las medidas, nos vacunamos y revacunamos, nos hemos arruinado.

Ellos, los del desacierto, nos vendieron la sexta ola como el final de la pandemia. Por si acaso dejaron de informar abiertamente sobre datos de incidencia y muerte, sólo los referidos a mayores de sesenta años. Una absoluta falta de transparencia premeditada y consciente para no sabemos muy bien qué, pero cuyo resultado estamos empezando a sufrir.

Nos dijeron que había que gripalizar la covid a sabiendas de que la covid no es la gripe. Nos incitaron a abandonar las mascarillas a sabiendas de que se facilitaría la transmisión y la enfermedad. Nos invitaron a fiestas, conciertos, a ir a trabajar estando infectados a sabiendas de que aumentaría la incidencia y la mortalidad. Nos invitaron a contagiarnos. Nos dijeron que la vacunación era la panacea sabiendo que no había inmunidad de rebaño y que la eficacia frente a las nuevas variantes era más que dudosa.

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Después de dos años y medio de pandemia, ¿Quién responde? No hay derecho a tener que soportar tales agresiones y no me estoy refiriendo a las del virus, que al fin y al cabo es un fenómeno de la naturaleza, supongo.

Pongo un ejemplo. ¿Qué pasaría si, por razones económicas, un responsable ministerial decidiese suprimir el límite de velocidad en carreteras y dicha acción se acompañara de un notable incremento de la mortalidad atribuible a dicha acción? No soy jurista, ni tengo formación adecuada, pero me temo que podría ser imputado o sería imputado por presunta imprudencia temeraria con resultado de muerte o figura jurídica semejante.

Termino, no se preocupen los que se sientan aludidos, pueden seguir haciendo su vida completamente normal con barrabasadas incluidas. Con el tema de la covid habría tantos presuntos imputados que llegaríamos al juicio final y no habría sentencia. Eso si, como no os vais a ir de rositas quedáis emplazados para dicho día, el del juicio final, porque de la Justicia Divina no os libra ni San Pedro.

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REDACCIÓN