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Esta es la última parte de la serie sobre Desde mi Aldea, de Martinez de Bedoya.

 

XXXII Futuro democrático español (mayo 1952-noviembre 1963)

 

En el último capítulo de sus Memorias, Martínez Bedoya hace principalmente una referencia al libro que había escrito como despedida política. El capítulo cubre un decenio y se puede considerar su testamento político: ha hecho por España lo que ha podido (y le han encargado y dejado hacer). Al final de sus memorias, años 60, España estaba ya madura, en su opinión, para emprender el camino hacia un régimen liberal.

 

Dimitido de todos sus cargos públicos, Bedoya se dedica a la escritura. En principio le gustaría escribir libros “serios”, pero por motivos económicos, comprensibles, escribe una novela, El Torero, que tuvo mucho éxito y además fue convertida en serial radiofónico de los de entonces.

 

También escribió un guion para Orson Welles sobre Goya, pero los Alba se opusieron a su realización porque se atribuía la locura del pintor a la duquesa Cayetana. Seguro que a los de ahora les está pensando, que no hay publicidad mala.

 

En mayo del 1955, Girón, ministro de Trabajo le convenció para que fuera a Ginebra como delegado del Gobierno en la Asamblea Internacional del Trabajo. Su último trabajo. Curiosamente el delegado de la URSS les ayuda mucho. 

 

“Por cierto que como delegado del Gobierno español tuve que asistir, con los delegados de los demás países, a un servicio religioso en la sinagoga de Ginebra…  Safran se esforzó en convencer a los representantes universales del trabajo, allí congregados, que en la Sagrada Escritura no se convierte al trabajo en un castigo, porque el sudor de la frente para comer el pan es solo un reflejo del cuerpo perecedero, pero el Espíritu de Dios, cuando se insufla en nosotros como un soplo, puede permitirnos hacer el trabajo con gusto y por vocación, convirtiéndole en un verdadero placer, como el que sienten todos los que cuidan de sus propios jardines y “sacan el agua con alegría”. (p. 370)

 

Esto es un ejemplo de la retorcidísima lógica talmúdica, capaz de darle la vuelta a cualquier argumento. Si es por eso, podemos añadir que sudar se relaciona con el ejercicio cardiosaludable y baja la tensión sanguínea: bueno para la salud, etc.

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“Desde luego tengo que reconocerlo: las palabras de Safran me emocionaron mucho…  recordé a todos los judíos que había conocido con su cortejo de peticiones y victorias dramáticas, de consejos y de ayuda suyas, siempre puestas sus esperanzas de una forma u otra en la probabilidad de perpetuarse: en su alianza con el Dios Único…  Y pedí a Dios que los judíos supieran construir el gran Jerusalén donde ellos, los islámicos y los cristianos nos encontremos en la casa del Padre, con esa familiaridad que, para las cosas de Dios, sabe tener el espíritu hebreo.” (p. 370)

 

Atención a lo que le cuenta un tabernero vecino de la Costa del Sol en noviembre del 53. Clarividente:

 

“Vamos para lo bueno. Ya lo verá usted porque el orden siempre da sus frutos, y abundantes. Pero, cuando la piel se estire, por la bondad en el comer y en el reposo, vendrá seguro la quebrancia en las ingles políticas, la ingle de la derecha o la ingle de la izquierda. Eso está más que cantado. Y más todavía cuando los que nacieron en el 36 comiencen a hablar como hombres, sin haber conocido la guerra civil: pedirán la luna, pedirán el mañana cadañero, sin remilgos y sin sudarlo. No lo dude; ¡si ya los padres de estos jóvenes están criticando a Franco, porque dicen que no tiene prisa!; olvidan que las papas es al final cuando se ponen a rendir. ¡Serán necios que hasta le critican que inaugure tantos pantanos! (p. 371)

 

En la legislatura de 1959-1963, Franco quiere que forme parte de la comisión de Leyes Fundamentales de las Cortes, pero al final no le llaman. En 1962 se siente obligado en conciencia escribir a Franco ofreciéndole una idea para su salida. La “carta abierta” resulta en un libro: “Los problemas de una Constitución. Futuro de una política democrática española».

 

“La mayor parte de los amigos disgustados me vinieron de la defensa que hice de los partidos políticos en el capítulo 3, considerándolos como elementos de integración social, de formación ciudadana, de expresión de una vocación mayoritaria y de fomento de una técnica depurada de la oposición; en una palabra, verdaderas familias del espíritu, se cumplían con todas estas características que justifican su función”. (p. 374)

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Esta es la teoría amable de los partidos que vende el liberalismo y que vemos que Bedoya suscribe con total ingenuidad.

 

“El libro salió a la calle en noviembre de 1963. Fue una auténtica encampanada. Se vendió bien la primera edición. Carrero Blanco no salía de su asombro de ver editado un libro con este contenido, según me contó José Antonio Álvarez Alonso. El libro, a pesar de todo, no tuvo la menor repercusión en la trayectoria oficial. Como ya ha quedado dicho, perdí muchos amigos y gane muy pocos.” (p. 375)

 

 Así acaba el libro:

 

“Y definitivamente me vine Aldeamar, en todos los aspectos que este lugar y esta palabra encerraban para mí y aún hoy día guardan vigentes; es decir, me vine a habitar, en Aldeamar, la claridad meridional, la simplicidad de las almas burlonas que no se dejan entrar por las ambiciones, la fuerza que tienen los hombres por su mero acto de presencia en la vida, la manera española de ver el mundo, la magia de la naturaleza cantando de día y de noche al Espíritu de Dios y la infinitud de la libertad humana.”

 

La “infinitud de la libertad humana” es otro de esos mitos liberales, de este jonsista a fuer de liberal, como le definimos al empezar esta serie. Descanse En Paz.

 

Aquí está la serie sobre el libro de memorias de Martinez de Bedoya, Desde mi Aldea.

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