21/11/2024 11:46

La final de la Copa de la Reina celebrada en La Romareda de Zaragoza, devengó una sonora pitada aldeanista contra la Corona y el Himno Nacional antes de iniciar el partido. Es el resultado de la cizaña sembrada por Pedro Sánchez que con sus modos torticeros se asegura de sacar beneficio a río revuelto, aunque a este paso las turbulentas aguas que ha provocado terminarán tragándolo por su descomunal corrupción a poco que funcione con deseable eficacia el denostado Estado de Derecho.

Lo cierto es que la reina Letizia aguantó el chaparrón con elegantes modos y tomando conciencia del momento en que los aficionados del Barcelona y de la Real Sociedad propiciaban una animosidad que se tradujo en un abucheo generalizado.

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El resultado de esta odisea de rencores que se inspira desde La Moncloa, es que la reina no hizo acto de presencia en la imposición de medallas cuando en el campo y sin subida a ningún palco, las medallas se repartieron como chuches intrascendentes para dejar constancia a las aficiones de  que importan un bledo los equipos en liza.

¿Una elegante omisión de la Corona que dejó patente el rechazo a las aficiones, a las jugadoras y a los equipos en el campo de juego; una mera representación de intrascendentes y catetos aficionados…?

¿O quizá fue un protocolo descuidado y la reina encajó con tal elegancia el despropósito que hasta hubiese impuesto las medallas por su propia mano? En todo caso, en el campo se vivió el desconcierto propio que desparrama la política sobre el deporte español.

El Barcelona ganó por ocho a cero a la Real Sociedad, aunque, ya sabemos lo importante que es la cuota de género,  eso es lo de menos.

 

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Redacción
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