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El primer efecto económico de la pandemia de Covid-19, el primero fue un fuerte shock de demanda, consecuencia de la incertidumbre generada por la rápida expansión de la enfermedad respecto del futuro de la economía. Golpeó con fuerza, en primer lugar, al turismo, que en España representa el 12% del PIB y el 13% del empleo (la Agricultura no llega al 3%) y afectó muy tempranamente al trasporte aéreo, al sector del petróleo, para extenderse después al resto de sectores, con diferente intensidad y a diferente velocidad. Las bolsas descontaron pronto la crisis con caídas importantes, la de Nueva York registró la mayor desde 1933. Estas caídas, además de ser un indicador respecto de la evolución esperada de la economía suponen, para los inversores, su empobrecimiento y para las grandes empresas no poder recurrir a la bolsa como fuente de financiación de sus inversiones futuras.
Las crisis de demanda son problemas conocidos por las economías de mercado, la mayor fue la de1929 que fue resuelta con políticas enérgicas de gasto público (Roosvelt y su programa del «New Deal») de acuerdo con la interpretación teórica de Keynes sobre las crisis. El gasto público masivo, autopistas y, sobre todo «el rearme» alemán, fue también el remedio que resolvió la crisis económica de la Alemania de los años 30 (Hitler fue keynesiano sin saberlo). El mayor intervencionismo del Estado en los países de economía de mercado llegó con intención de quedarse. Superada la crisis, los altos niveles de gasto público respecto del PIB se mantuvieron o aumentaron, el miedo a una nueva crisis sirvió de justificación. Las políticas de inversión publica más el seguro de desempleo (pagar a la gente por no trabajar), gasto sanitario, enseñanza para todos, investigación, vivienda gratuita o casi, etc., permitieron que el Sector Público, que nunca quiebra, aumentase su peso en la economía y garantizase un suelo de gasto muy superior al previo a la crisis. Fueron los años dorados de la socialdemocracia.
En los 70 surgió un fenómeno nuevo: inflación, pero con paro: crisis del petróleo, etc. El teórico que la explicó y propuso el remedio fue Friedman, defensor de la economía de mercado frente al protagonismo del Estado como agente económico. Fue galardonado en 1976 con el Nobel de Economía. Su receta fue estabilidad de precios, tipos de interés bajísimos y control del déficit público. Thatcher y Reagan fueron los políticos que la pusieron en práctica. Se perdió una «ocasión de oro» para integrar a Rusia y a China en el club de economías de mercado, cuando aún era posible asumir el coste.
En los años anteriores a 2008, se produjo un crecimiento disparatado del crédito (hipotecas de alto riesgo), auspiciado por la globalización de los mercados financieros, y el manejo imprudente de las nuevas técnicas informáticas que la hicieron posible.
El icono del fenómeno fue la quiebra, en septiembre de ese año, de Lehman Brothers, cuarto banco de inversión de los EE. UU, dando origen a la última crisis mundial, primero financiera, inmediatamente después, económica.
Lo que tenemos ahora es nuevo, y lo que es peor, mucho más grave.
A la crisis «espontánea de demanda», desencadenada por el MIEDO a nivel mundial por la pandemia, se le añade, en el caso de España, y de otros muchos países: RU, la UE y EE. UU., etc. una crisis de oferta brutal y de efectos inmediatos, desencadenada directamente por muchos gobiernos quienes, para frenar la expansión de la Covid-19, han impuesto a la mayoría de la población, la reclusión en sus domicilios, impidiéndoles salir a la calle, salvo casos de necesidad, frenando así la actividad productiva de sectores enteros, (shock de oferta), cortando en seco los ingresos de millones de familias y agravando el shock de demanda, anteriormente indicado. El shock de oferta, inducido desde el Estado, tendrá justificación, aunque difícil, por razones de política sanitaria, (como se ha indicado, otros países se están enfrentando con éxito a la pandemia con medidas preventivas y sin necesidad de recluir a tan drástica política) pero supone un alto coste, no solo en términos de libertad individual sino también por la pérdida de bienestar derivada un fuerte aumento del paro junto con la caída de la producción, del consumo y, por supuesto, de la inversión, que es el cauce a través del cual se aumenta la capacidad productiva a la vez que se incorporan la nuevas tecnologías .
La suma de ambas crisis, de oferta y de demanda, ha generado la mayor crisis experimentada por las economías occidentales en los últimos 80 años. A los parados el seguro de desempleo les permitirá mantener un consumo de subsistencia, aunque con una importante caída de sus niveles de bienestar; para los funcionarios la crisis tendrá también efectos negativos, aunque mucho menores pero, para los pequeños empresarios, sus rentas a corto plazo podrían situarse por debajo del nivel mínimo de subsistencia, colocando a familias al borde de la hambruna. Las residencias de ancianos ya han puesto de manifiesto la mala gestión de la crisis y de como una parte importante de la población ha visto ya caer en picado el consumo de bienes y servicios (falta de una mínima atención: alta mortalidad, cadáveres en las residencias, etc.).
En España, nuestra situación política agrava el impacto de la crisis ya que los partidos que gobiernan no parecen estar interesados en recuperar la economía para devolver su gestión al sector privado, están dando pasos en sentido contrario, aprovechando la crisis para justificar la sustitución de la empresa privada y del mercado como gestor de la producción y el consumo, por una economía planificada que no funciona, ni ha funcionado nunca en ningún sitio, y ello pese a los terribles sacrificios exigidos a la población para su implantación.
Los españoles gozamos, desde hace sesenta años de un nivel de vida en continuo desarrollo lo que hace de nuestro país un destino apetecible para muchos europeos, no solo del Este, africanos e iberoamericanos. Pero es un sistema económico muy complejo cuyo funcionamiento depende de que el resto de países, sobre todo los de la UE, estén dispuestos a seguir aceptando la compra de nuestros bienes y servicios (no solo turismo y partidos de futbol) y a proporcionarnos el soporte financiero, y político imprescindible que lo haga posible.
¿Tiene remedio la grave crisis económica en la que ya estamos inmersos, aunque lo peor esté por llegar?
En mi opinión, sí, y además garantizando la supervivencia tanto de nuestro régimen democrático como del económico, durante la crisis y después de la crisis, dos elementos fundamentales para nuestras libertades individuales y nuestro nivel de vida. Al término de la Segunda Guerra Mundial, Alemania quedó destruida, pero un plan de ayuda inteligente y generoso, «El Plan Marshall», propició, en poco tiempo la recuperación: «El Milagro Alemán». Nuestra crisis, pese a su gravedad, será mucho mas corta y se mantendrán intactos el capital humano y el físico. Pero será también imprescindible un a modo de Plan Marshall en el que la participación de la UE será imprescindible
Ello exigiría:
1.- Concesión de un seguro de desempleo generoso, cuya cuantía no puede ser aplicada de forma lineal, sino teniendo en cuenta circunstancias económicas anteriores a la crisis. Ello no supone garantizar a cada familia el nivel de vida anterior a la crisis.
2.- Un programa especial de ayudas a los autónomos, que no solo les garantice un nivel de vida «adecuado», aunque inferior al anterior a la crisis, sino la reanudación de su actividad como empresarios cuando la crisis finalice. En este caso, parece conveniente canalizar las ayudas a través de préstamos renovables, con bajos tipos de interés y con garantía de una entidad pública.
3.-Un programa de ayuda a las grandes y medianas empresas, que evite su quiebra y garantice igualmente la reanudación de su actividad cuando la crisis termine. Evidentemente, por poner un ejemplo, «El Corte Inglés» no pude subsistir con las ventas en sus supermercados, pero sería un disparate permitir su quiebra por los efectos devastadores en la economía española, que van mucho más allá de los que soportaría su numerosa plantilla (95.000 empleados).
4.- Un programa enérgico de reducción del gasto público, (gastos de personal, subvenciones) a fín de limitar el inevitable déficit que se producirá como consecuencia, tanto del aumento del gasto público contenido en los anteriores apartados, como de la caída de ingresos públicos que supone la crisis (reducción del consumo y de la renta de las familias, mas los derivados de la reducción de la actividad empresarial).
5.-Una moratoria fiscal con carácter urgente, que corrija el disparate de exigirle a los autónomos el pago del impuesto que grava una actividad empresarial que el propio Estado ha prohibido.
Reforma profunda del sistema fiscal en sus componentes: estatal, autonómico y local (Ayuntamientos y Diputaciones).
Dentro de este apartado, de reformas merece atención especial el sector de las residencias de personas mayores a la vista de los graves fallos que la Covid-19 ha puesto de manifiesto.
En este sentido, por ejemplo, la propuesta del líder de la oposición, P. Casado, parece insuficiente. Pedir, por ejemplo, la exención del impuesto de transmisiones «mortis causa» únicamente a los herederos de las víctimas del covid-19, resuelve bien poco. Resultaría mas eficaz, pedir la abolición del impuesto, al menos en un plazo no inferior a cinco años, incluida la imposición sobre la plusvalía. De no hacerlo, se produciría un enriquecimiento extraordinario y obsceno del Sector Público (ayuntamientos, CCAA) debido, precisamente, a la alta mortalidad de la covid-19.
Es también urgente, en esta circunstancia, presentar un proyecto de ley que simplifique los farragosos y carísimos trámites administrativos a los que se ven obligados los deudos de los fallecidos, con coronavirus o sin coronavirus.
El programa de austeridad, difícilmente evitable, tendrá que afectar a la Administración Central, a la Autonómica y, por supuesto, a los Ayuntamientos. El programa deberá incluir una reducción importante de los muchos gastos superfluos del Gobierno y de los órganos de representación popular: Congreso y Senado.
Trump ya está aplicando con cierto éxito su plan económico para reducir los efectos personales y sociales de la crisis. La política de Trump, enérgica y rápida, respecto de la crisis económica desencadenada por la covid-19, estaría justificada por, al menos, tres razones:
1.- Ideológicas. Trump ha sido siempre defensor de la economía de mercado, El partido Republicano al que pertenece, es enemigo del control excesivo de la economía, defiende el libre mercado por su eficacia y como garantía de la libertad individual. Por ello, cuanto antes se recupere la economía, antes podrán los ciudadanos disponer de mayores cotas de bienestar y de libertad.
2.- De interés personal. Trump se enfrentará próximamente, en noviembre, a una elección que creía ganada. Si consigue haber recuperado la normalidad para esa fecha, tanto en el área de la sanidad como en el de la economía, saldrá reforzado su liderazgo.
3.-Trump no depende del apoyo internacional para poner en práctica su programa. En definitiva, Trump, por ese orden: Quiere, sabe y puede.
Desgraciadamente, ese no es el caso de España:
1.-. El gobierno español, está sobredimensionado, integrado por una larguísima lista de ministros, que, salvo excepciones, tienen escasa experiencia en tareas de gestión, tanto pública como privada. Es un gabinete fuertemente politizado. Representan a muchos partidos con pocos votos cada uno, pero a quienes les une obtener réditos personales y políticos a cambio de apoyar a un presidente débil, y por ello dispuesto a concedérselos con el fin de mantenerse en el poder. El Gobierno fue eficaz a la hora de gestionar operaciones como el desenterramiento de Franco, en el que pusieron gran empeño, pese a la irrelevancia práctica de la medida, útil sólo bajo la perspectiva de mantener abiertas las heridas de una guerra civil de hace 80 años. También lo fueron en la concesión de beneficios personales a políticos independentistas que, pese a no representan a la mayoría de los votantes ni tan siquiera a escala regional, han obtenido importantes cotas de poder.
Que Sánchez, para conseguir el poder en Navarra no dudase en aceptar el apoyo de partidos afines a la ETA, pese a no necesitarlo: rechazó la oferta de los constitucionalistas (Navarra Suma), refleja que Podemos es una pieza útil al servicio de la política del presidente y no al revés, como hábilmente se pretende demostrar.
La gestión de la crisis sanitaria de la envergadura de la planteada por la covid-19, y que no era imaginable, no está resultando brillante. La de la crisis económica en la que ya estamos, es más difícil y el Gobierno no podrá contar con poderes extraordinarios, como hasta ahora.
2.- A diferencia de Trump, para el Gobierno español mientras dure el «estado de alarma» tendrá garantizado un alto control de la economía, pese a la contrastada ineficacia del modelo, tanto en lo que se refiere a los niveles de vida como a los de libertad individual.
Ese es el objetivo declarado de Podemos que, no hay que olvidar, es el socio predilecto de Sánchez, pese a que, durante su campaña electoral, garantizó repetidamente a sus votantes que no pactaría con él.
3.- La puesta en marcha, con carácter urgente de un programa similar al recogido en los cinco puntos anteriores, no pude ser, a diferencia de los EE. UU, acometido individualmente por España, exige, inevitablemente, el apoyo de las instituciones de la UE. España no dispone de nada parecido a la Reserva Federal porque es parte de un sistema financiero supranacional, es el BCE quien financia la actividad económica de los países miembros y quien respalda las emisiones de deuda de los Estados integrantes de la UE.
España, además, sufre el impacto de la crisis de la covid-19 en muy mala situación económica. Antes de la pandemia, su deuda alcanzaba ya el 100% del PIB; su déficit fiscal ya era superior al límite del fijado por la UE y, lo mas preocupante, el Gobierno estaba empeñado en aumentar el gasto público, lo que supone un aumento del déficit público. En esas circunstancias, y con un gobierno sobredimensionado, cuya capacidad de gestión de la covid-19 dista de haber sido eficaz, como lo demuestra la tasa de mortalidad ya comentada, la respuesta de países como Austria, Holanda, etc. difícilmente podía ser favorable a las demandas de ayuda por parte del gobierno español. Teniendo en cuenta la urgente necesidad de esa ayuda, sin la cual España no puede afrontar la grave crisis en la que está inmersa, es seguro que la UE acabe concediendo las ayudas pero a cambio de imponer un duro plan de austeridad.
Madrid, 15/04/2020.
José L. Lancho de León.
Economista del Estado.
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