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El 27 de marzo de 1983 moría a causa de una bomba etarra, uno de los mayores expertos en desactivación de explosivos en España, el cabo de los TEDAX de la Policía Nacional, Aniano Sutil Pelayo, de 26 años, natural de La Hiniesta, Zamora, casado y con una hija.

A las 2 de la madrugada del 27 de marzo de 1983, explosionó un artefacto que estaba colocado junto a un comercio llamado Portobello, en el barrio de Gros, de San Sebastián. La explosión mató al cabo Sutil Pelayo e hirió de gravedad a su compañero TEDAX, Juan Manuel Martínez Aguiriano, (natural de Álava), que sobrevivió aunque perdió una pierna.

En aquella época la mayoría de los explosivos etarras se desactivaban ya con robots dirigidos a distancia pero en ocasiones, como en ésta, seguía siendo necesario que los TEDAX lo hicieran manualmente. La calle donde estaba colocada la bomba, compuesta por un kilo de Goma 2, era estrecha y había riesgo de que se produjera una  explosión que causara grandes daños.

El cabo Sutil era una de los mayores especialistas de los TEDAX. Desde 1979 servía en el País Vasco, a donde había ido voluntario. En 1981 había desactivado 65 explosivos y en los 3 primeros meses de 1983 había llevado a cabo otras 13 intervenciones con éxito.
El 27 de marzo de 1983, Sutil había logrado desactivar el primer dispositivo trampa que tenía la bomba pero cuando trataba de neutralizar los cables del segundo dispositivo trampa que tenía el artefacto, éste hizo explosión.

El funeral del cabo Sutil, en la Catedral del Buen Pastor de San Sebastián, al día siguiente, fue triste, ya que el sacerdote prohibió que el féretro fuese cubierto con la bandera española, siguiendo consignas del tristemente célebre obispo Setién, que prohibía la bandera nacional en los templos argumentando que en los funerales de los etarras no se permitía poner la ikurriña en los féretros ( equiparando así a agentes con etarras).

El ministro Barrionuevo que presidió el funeral junto a otras autoridades civiles y militares, permitió con indignidad que esto ocurriera. Eso sí, la bandera se colocó al salir el féretro de la Catedral, donde un nutrido grupo de personas aclamó a las Fuerzas de Seguridad y dio vivas a España.

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Sutil Pelayo recibió eso sí, un cálido homenaje en el funeral celebrado en su localidad, La Hiniesta,en Zamora, que le nombró Hijo Predilecto. Años más tarde, en 2015, La Hiniesta le brindó un nuevo homenaje y se le dedicó una calle en el pueblo.

En el homenaje de 2015, su hija Tania, que en 1983 tenía 3 años declaró que recuerda a su padre como un héroe pero que la auténtica heroína fue su madre, que la crío sola y «nunca rehizo su vida porque sigue enamorada de mi padre».

Ningún etarra ha sido juzgado por este atentado que es uno de los casi 300 asesinatos etarras que permanecen impunes. No obstante, se sospecha de la implicación de los etarras Félix Badiola y José Gárate Ascasibar, que murieron el 19 de abril de 1983 en Mondragón, cuando manipulaban un artefacto explosivo.

El cabo Sutil recibió en 2000 la Medalla de Reconocimiento a las Víctimas del Terrorismo, a título póstumo y en 2005 por Real Decreto de 18 de marzo, recibió el ascenso a oficial a título póstumo. Por ese Real Decreto muchos agentes asesinados en los años del plomo recibieron ascensos de empleo póstumos.

Descanse en paz el oficial Sutil, cuyo recuerdo y el de tantas víctimas del terrorismo olvidadas políticamente hoy en día, es más necesario que nunca.

Autor

Rafael María Molina
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