17/05/2024 08:02
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Era mi segunda visita a la Antártida, esta vez a las islas Shetland…
En la Bahía Filden el barco de la Armada chilena lanzó sus anclas… y llegó el momento de vivir la emoción del desembarco…

El mar allá ésta frecuentemente encrespado… y las olas levantan las barcas balleneras… a veces hasta la altura de las bordas de cubierta… Hay que bajar con mucho cuidado esos metros por las cuerdas anudadas… lo que no es nunca tarea fácil…

La Base chilena Frei es de la Fuerza Aérea y allí los militares además de realizar sus investigaciones ejercen esa presencia de soberanía… que por proximidad y vecindad les pudiera corresponder… 

Estar en la Antártida es un regreso a lo ignoto… Yo estudio la cartografía de la isla y por sus dimensiones veo que podría cruzarla en esos días en los que el buque tardara en desembarcar alimentos y cantidades elevadas de vino chileno, añadiendo el tiempo de la navegación al otro extremo de la isla en donde está la base Prats de la Armada…

El cruce de la isla Rey Jorge
 

Tengo el equipo necesario… dos o tres sacos de dormir… alguna colchoneta ligera… hornillos y gas… Creo que con tres días será suficiente para recorrer esos territorios desconocidos y ejercer así mis misiones como explorador… viviendo por mí mismo la aventura en un ambiente primigenio tal y como la naturaleza lo creó…

La noche había sido muy dura… las olas levantaban el barco… y entre sueño y sueño… subías y bajabas soñando con naufragios… Era todavía de noche cuando el oficial de guardia me señalaba un bote de goma amarrado en la popa del barco…Tenía que descolgarme por las cuerdas como en la subida al buque… solo que por la popa el descuelgue tenía forma de desplome… tratando de acertar y caer en la balsa neumática que se movía de aquí para allá… como es fácil imaginar…

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Botas… mochila… cámaras de fotos… filmadora… todo sobre las espaldas de este explorador… pensando en esos momentos de violento balanceo… si caería bien… o sería un náufrago en las heladas aguas del océano enfurecido… 

Miré bien la estampa de la Bahía con los cielos blancos y morados en pleno amanecer… 

Era yo un explorador de otro siglo… sin ningún testimonio de encontrarme a finales del siglo XX… La Base chilena había quedado atrás y yo era ese “homínido” entre los grandes hielos que utilizaba su primitivo cerebro “reptiliano” para comer y buscar refugio, sintiéndome feliz mirando lo que me rodeaba… (Teoría de Mac Lean, los tres cerebros, el “reptiliano”… el “ lóbulo cortical” y el añadido de “neocortex”)

El ataque de la gaviota

Un enorme pájaro se va acercando a mí… Antes… lo había visto a unos veinte metros en una pequeña loma de hielo… tratando de juntar musgos… No pensé siquiera en hacerle alguna foto… pero sigo viendo como el pájaro gigante viene hacia mi… después de haber trazado dos círculos en el aire…

Y estoy tan absorto contemplándole… que no deduzco… ni pienso… que el pájaro viene a por mí… y he tenido que agacharme… quizás guiado por ese instinto que me ordena mi cerebro “reptiliano” para evitar su salvaje embestida… Mientras continuo absorto… mirando su vuelo… sin pensar en lo ocurrido…

Y el pájaro tras otro vuelo en círculo… vuelve hacia mí que estoy totalmente impresionado… tanto que no he buscado protección…

No… no estoy asustado… ni siquiera me he quitado la mochila para protegerme con ella mientras el gran pájaro (días después sabría que era o podía ser una gaviota antártica) remontaba su vuelo majestuoso y se lanzaba de nuevo contra mí…

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Ha sido este suceso tan inesperado que… ni siquiera he sabido reaccionar como una persona del siglo XX… aunque también ningún pájaro en el siglo XX arremete o ataca o arremete contra un hombre…

Estoy absorto mirando como la proa del pájaro… sus ojos y su fuerte pico… se van acercando vertiginosamente a mí… Y tengo el tiempo justo para volver a tirarme al suelo… como me ha ordenado mi mente primitiva… ya que en esta vez no hubiera sido suficiente agacharme…

Estoy tendido sobre la nieve… y seguidamente sin planear nada me he levantado y he salido corriendo impelido por mi instinto de hombre reptiliano sin pensamiento alguno… por simple sentido de conservación… El pájaro es más fuerte, vuela y ataca… miro hacia tras y veo que no me persigue… lo que me hace sentirme otra vez feliz,… y sigo caminando… subiendo y bajando pequeñas colinas como referencia si la niebla me cubriera…

Días después… ya en la base Prats… los estudiosos biólogos me explicaron que las gaviotas antárticas “larus dominicanus” son unas aves de 70/ 80 centímetros de longitud… llegando a superar los dos metros de envergadura… dotados de un pico muy fuerte y algo curvo… con el que capturan a sus presas… ávidas y hasta feroces disputando sus alimentos a los preteles gigantes y a las skuas…

Aquellos estudiosos me dijeron que el “larus dominicanus” era un pájaro salvaje y totalmente antisociable… que en época de celo se lanzaba contra quien fuere intruso en su territorio…