21/11/2024 14:55
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Las izquierdas socialistas y podemitas y sus adláteres etarras y separatistas se disponen a aprobar la «Ley de Memoria Democrática». Se trata de la culminación monstruosa de una norma anterior: la Ley de Memoria Histórica 52/2007 instaurada por el socialista José Luis Rodríguez Zapatero y asumida por Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. 

En la Ley de Memoria Democrática en ciernes no sólo se afianza el relato oficial antifranquista y frentepopulista impuesto por la Ley de Memoria Histórica de Rodríguez Zapatero. En la nueva norma Bildu y Podemos añaden su relato, asumido por el PSOE: los terroristas marxistas de ETA, GRAPO y FRAP serán convertidos en los «mártires» de la democracia.

Para la Ley de Memoria Democrática el período 1976-1983, correspondiente a la Transición y al triunfo electoral de Felipe González, se erige como la continuación del franquismo por otros medios. De este modo los años más sanguinarios de ETA (1976- 1983), los de la “Amnistía” de Adolfo Suárez que excarceló a 1232 terroristas marxistas (600 de los cuales volvieron a atentar), los de mayor criminalidad etarra (388 asesinatos y más de 1200 crímenes) serán considerados «etapa franquista» y los terroristas como «la resistencia» democrática.

La ley impone sanciones que van desde los 10.001 hasta los 150.000 euros para todos aquellos que contra el monstruoso relato oficial planteemos libremente nuestro pensamiento sobre el Alzamiento del 18 de Julio de 1936, la Cruzada de Liberación Nacional y el Estado Nacional regido por Francisco Franco entre 1939 y 1975.

Además de instaurar delitos de pensamiento y de abatir las libertades fundamentales de ideología, de expresión o cátedra, la Ley de Memoria Democrática se abre a la ilegalización de la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos y de la Fundación Nacional Francisco Franco.

Destruir el significado histórico, reconciliador y cristiano del conjunto monumental del Valle de los Caídos, cambiarle el nombre por “Valle de Cuelgamuros”, desacralizarlo, expulsar a la comunidad benedictina y, a no mucho tardar, volar la Cruz más alta del mundo, son los fines a que se lanza esta Ley repugnante. 

Tras estas reflexiones sobre la Ley de Memoria Democrática corresponde dar la batalla por la Verdad histórica: por la Verdad del Alzamiento Nacional del 18 de Julio y del Estado Nacional regido por Francisco Franco desde 1939 a 1975…

En la arena parlamentaria, desde las izquierdas atizan la revancha, loan sin ambages a la catastrófica y tiránica II República y elevan como mártires y héroes a socialistas criminales y golpistas como Largo Caballero o la Pasionaria. 

Desde las derechas no hay odio, pero tampoco hay mártires ni hay héroes que reivindicar; la victoria de Franco sobre el bolchevismo fue la victoria de unos sobre otros, sin más. Para las derechas sólo fue el triunfo del ‘mal menor’ que impuso una “dictadura menos mala” que la bolchevique.  

Para las derechas no hubo una empresa espiritual que redimiera a España; no hubo nombres teñidos de heroísmo que capitanearan banderas militares e ideológicas. Y por supuesto no hay reivindicación del 18 de Julio de 1936 como Alzamiento Nacional justo, necesario, legítimo y merecedor de orgullo. ¿Cómo haberla? ¡Si el mentor contemporáneo de la derecha española llamado José María Aznar condenó, apoyándose en su mayoría absoluta parlamentaria, el Alzamiento del 18 de julio y el franquismo! Lo hizo un 20 de noviembre de 2002.

La izquierda española, esta izquierda ya “woke” que dejó la bandera roja para tomar la bandera rosa y arcoíris, es mamarracha hasta la náusea pero toma las banderas de sus «héroes» de entonces. Creen en algo, algo asqueroso y criminal, sí; pero en algo. Las derechas en nada, salvo en parchear su posición con las palabras “reconciliación” y “Transición”, y en disimular con oleadas de datos históricos –cargados de razón- sobre las maldades frentepopulistas su neutralidad, su “ ni frío ni calor”. Y ya saben lo que Jesucristo dijo acerca de los tibios…

Para los que creemos en algo y sabemos que sólo un bando tenía razón, el 18 de julio de 1936 fue la fecha emblemática del Alzamiento Nacional contra el autoritarismo de la II República española y contra la revolución marxista inminente.

El autoritarismo es la bastardía y la carencia de escrúpulos legales y morales con la que gobierna el que no tiene Autoridad, por muchos votos que lo secunden, sean legales o fraudulentos. 

La II República fue un puro autoritarismo. Autoritarismo para encarcelar, aplicando estados de alarma de excepción y leyes de defensa de la República, a los adversarios políticos e imponer destierros sin juicio. Para secuestrar y cerrar más de 100 periódicos. Para suprimir la libertad religiosa, prohibir la enseñanza católica y destruir la riqueza artística y monumental obedeciendo a directivas soviéticas. Para suspender en su práctica totalidad la Constitución de 1931 que ellos mismos habían proclamado como código fundamental. Para ocupar 3000 fincas extremeñas el 25 de marzo de 1936 a través de 60.000 campesinos envenenados por la prédica del socialismo. Para crear, desde 1932, campos de concentración donde fueron encerrados miles de desempleados o alcohólicos tildados de “vagos y maleantes”.

La II República fue también revolución: un estado de subversión y golpismo permanente para concluir en una revolución marxista. O dicho de otra forma: la reproducción a escala española de lo sucedido en la Francia de 1789 para acabar en la Rusia de 1917. La única diferencia es que tanto en Francia como en Rusia los Reyes fueron ejecutados y en España la monarquía de Alfonso XIII cayó como cáscara muerta en 1931 y la familia real abandonó el país proclamándose, en el vacío de poder, la II República. 

El proceso revolucionario en la II República consistió en continuar la senda golpista de la huelga de 1917 y de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 para en octubre de 1934 producir una rebelión comunista y separatista. 

En los comicios de febrero de 1936 fue organizado un pucherazo electoral, marcado por la destitución posterior del moderador institucional–Alcalá Zamora-, sustituido por Manuel Azaña: el resentido, el de ‘España ha dejado de ser católica’, el organizador de la masacre de Casas Viejas, el de la fraudulenta e inútil “Reforma agraria”, el creador de la tiránica “Ley de defensa de la República”, el impulsor del Estatuto de Cataluña y aliado de la rebelión marxista y separatista de Octubre de 1934.

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Con la decadencia espiritual y el atraso cultural de masas sociales enteras, con el analfabetismo a niveles decimonónicos, con el desempleo de más de 700.000 españoles sin poder llevar un mendrugo de pan a sus familias, con el terrorismo campando a sus anchas en provincias donde se exigía un impuesto revolucionario a los viajeros, con la lucha de clases desbordada y convirtiendo el campo español en ríos de sangre como sucedía en la Francia revolucionaria de 1789 en los castillos, las fincas y las bastillas…Con la oposición política al Frente popular encarcelada cuando no sacada de sus hogares y asesinada de madrugada (José Calvo Sotelo), como durante el Terror revolucionario francés de Robespierre en 1793… Con el PSOE, el partido socialista de mayor alcance, promulgando el 2 de abril de 1936 que “socialistas, anarquistas y comunistas” debían formar “a cara descubierta”, “conjuntamente” y en “todas partes”, las “milicias del pueblo”.  

Con el Partido Comunista de España clarificando una vez más, el 5 de marzo de 1936 y en “Mundo Obrero”, la necesidad del “derrocamiento del orden burgués y la implantación de la dictadura del proletariado en la forma de soviets”. Con el líder socialista Largo Caballero, el Lenin español, llamando a la guerra civil contra las derechas, señalando al régimen republicano como “incompatible con el socialismo” y anhelando «las rojas banderas de la revolución socialista». Con las frías consignas rusas empapando el alma de miles de jóvenes mientras desfilaban puño en alto frente a los cuarteles y formaban milicias armadas que implantaban el pánico en los pueblos. Con casi 3000 asesinatos por razones políticas en cinco años.

Contra este estado de revolución comunista inminente estalló el glorioso Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936. Se alzó la fecunda bandera de la liberación nacional, de la defensa de los valores cristianos, de la España eterna, y del heroísmo de falangistas, requetés y soldados.

Los militares que se rebelaron contra la tiranía y capitanearon a las fuerzas vivas del Alzamiento del 18 de Julio fueron fieles al espíritu de nuestros mejores, a la gallardía y al honor. La misma gallardía y el mismo honor que habían demostrado los capitanes Daoiz y Velarde cuando un 2 de mayo de 1808 se negaron a aceptar las órdenes de Capitanía y se alzaron contra el invasor napoleónico para liberar a España. 

Pues “por encima de la disciplina está el honor. No lo olvidéis, nunca”.

Es la consigna que Francisco Franco había pronunciado solemnemente en la Academia Militar de Zaragoza ante sus cadetes.

Franco era el mejor de todos; por eso se convertiría en el Capitán de la Cruzada de Liberación y en Generalísimo de los Ejércitos…La Autoridad es esa cualidad sublime y heroica de Francisco Franco que siempre le acompañó, que no necesitó para imponerse ni de ademanes ni de gestos ni de proclamas autoritarios. Su Autoridad era la encarnación del orden, la prosperidad y el progreso.

Su Autoridad nacía del heroísmo demostrado cruzando el Rubicón por el Estrecho de Gibraltar en julio de 1936 para salvar a España; en África, años atrás y como Comandante y legionario para salvar a Melilla de las cábilas rifeñas; al erigirse en el General más joven de Europa por méritos de guerra; liberando el Alcázar de Toledo ante las ojos asombrados del mundo entero. 

Su Autoridad fue la que le llevó a afirmar, ante la superioridad militar, económica e industrial de las autoridades frentepopulistas, ante una guerra que estaba materialmente perdida: “es verdad, lo tienen todo, menos la razón”.

Su Autoridad le llevó al mando supremo, político y militar, de la España nacional el 1 de octubre de 1936. Esa Autoridad fue la que liderando a falangistas, requetés y soldados venció al bolchevismo en los campos de batalla el 1 de abril de 1939.

Fue una guerra de Liberación contra la invasión del bolchevismo. Entre la Libertad Nacional y la esclavitud comunista, entre Franco y Stalin, España sería hoy una reproducción de lo que son Rumanía, Bulgaria y cualquiera de las naciones sometidas al comunismo desde 1945 si Franco no hubiese derrotado a Stalin. España habría sido la Primera República Soviética en el Mediterráneo Occidental de la que Stalin no habría aceptado desposeerse jamás. Se habrían cumplido dos grandes aspiraciones antaño de los zares y luego del tirano rojo: asegurarse un puerto de aguas cálidas en el Mediterráneo para los buques militares y mercantes rusos huyendo de la gelidez del Báltico, y la segunda: cerrar la tenaza comunista estrujando a la Europa Occidental desde el Estrecho de Gibraltar hasta la Puerta de Brandenburgo.

Gracias a Francisco Franco Stalin cayó derrotado el 1 de abril de 1939. Con ello fue salvada la Civilización Occidental, impidiendo el cepo comunista que habría amenazado a Europa. Tan es así que Churchill y De Gaulle afirmaron, siempre, que “la Civilización Occidental tiene una deuda impagable con el General Franco”.

Ochenta y tres años después los españoles lo han olvidado. Como han olvidado, a algunos nadie se lo enseñó, que el Estado Nacional surgido del Alzamiento del 18 de julio de 1936 fue legal y legítimo al derribar la tiranía y al devolver a España el sentido nacional y la base material de justicia social.

La España que Francisco Franco legó a los españoles en 1975, tenía otro rostro y otra piel. La ruina y el desgarro de la división territorial, del atraso cultural y de la lucha de clases habían desaparecido, y el obrero de alpargata y tartera había pasado a ser la clase media dotada de vehículo utilitario, electrodomésticos y apartamento.

Desde el Fuero del Trabajo de 1938, el Seguro de Enfermedad dictado en 1943 o la ley de Bases de la Seguridad Social de 1963. Hasta la España octava potencia industrial en 1975, la de los 3500 dólares de renta por habitante frente a los 200 dólares de 1935, la de los más de 500 embalses levantados (en 36 años de franquismo se alzaron el 70 por cien de los embalses construidos en España desde el primero, alzado en el siglo XVI hasta el último, terminado en 1983), el pleno empleo, el déficit público 0 y los impuestos más bajos de Europa. La del millar de ambulatorios y los 292 grandes hospitales. La de las 22 Universidades Laborales y el más de medio millón de alumnos en ellas, hijos de obreros. La del Estado unitario, sin autonomías regionales de opereta, ni “nacionalidades” ni desvertebraciones territoriales. La que no admitió el régimen de partidos políticos disgregadores.

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Era la España que a fuerza de proteger al pueblo, de garantizarle una vida digna a bordo de 5 millones de viviendas sociales, de procurarle las cosas del comer premiando la natalidad, de blindar al obrero frente al abuso garantizando pagas extraordinarias y magistraturas laborales, de evitar la lucha de clases y procurar orden público total con la población reclusa más baja del último siglo (8440 reclusos en 1975; en 2010, 73.832)…La que por ser pura y confiada tenía en su estructura de gobierno, a los traidores.

Juan Carlos de Borbón, al ser nombrado por Franco sucesor a título de Rey en 1969, había jurado ante el Caudillo, ante Dios y ante los Evangelios, lealtad a Franco, a las Leyes fundamentales y a los Principios del Movimiento Nacional. De igual forma había manifestado, ante las Cortes españolas, “que recibía la legitimidad del 18 julio surgida entre tantos sufrimientos y sacrificios…”

Los mismos juramentos habían hecho quiénes mercadearon con las instituciones del Estado para presentar en 1976 y como “Reforma política” la Ley que en realidad era una ruptura, la que entrañó convertir fraudulentamente en Asamblea Constituyente a unas Cortes ordinarias, y con ello se abrió la puerta a los partidos políticos separatistas, socialistas y comunistas.

El Partido Comunista fue legalizado en 1977 y una “Amnistía” a medida de la izquierda y el separatismo puso en la calle a 1232 terroristas de las organizaciones ETA, FRAP y GRAPO. De ésos, el 55 por cien volvieron a atentar y cometer acciones criminales entre 1978-1984, cuando más sangre se derramó: más de 1300 atentados y 365 asesinatos.

La Constitución de 1978 fragmentó España en 17 autonomías, convertidas hoy en “nacionalidades históricas” reconocidas en Estatutos propios con competencias paraestatales.

Hoy la ETA política (Bildu) es declarada “partido constitucional” y ostenta mando en la dirección del Estado imponiendo el relato oficial en la nueva ‘Ley de memoria democrática’. Los responsables catalanes de un golpe de Estado separatista el 1 de octubre de 2017 son indultados, dirigiendo la Generalidad catalana, eliminando el derecho al idioma español para los niños de esa región española, y orgullosos de habitar en un estado de desobediencia permanente incumpliendo, incluso, las sentencias de los más altos Tribunales españoles sobre la lengua común.

¿Podía haber habido otra “Transición” tras la muerte de Franco? ¿Podía, la clase política de la época, en vez de optar por la traición (salvo excepciones), haber optado por seguir las previsiones de la Ley Orgánica del Estado de 1966 para hacer evolucionar al régimen sin romper con sus valores primigenios del 18 de julio como eran la Unidad de mando en la jefatura del Estado, la democracia orgánica fundada en la participación de obreros, empresarios y estudiantes, la institución del referéndum para la aprobación de leyes fundamentales, el sindicalismo vertical que armonizaba a trabajadores y empresarios en la comunidad productora nacional o la unidad política e histórica indivisible de España? Hubiera sido posible. 

No había mejor carta de posibilidad para evitar la ruptura y la traición que haber alcanzado la posición de fuerza y respetabilidad internacional que España ya tenía, y que habría proseguido, de haber continuado presidiendo España el afán soberanista demostrado por el presidente de gobierno Luis Carrero Blanco: decidido a impulsar el programa nuclear que nos llevó a un paso de la bomba atómica, que se negaba a convertir las bases norteamericanas en portaaviones para la guerra de Yom Kippur, que abominaba del liberalismo y que jamás habría aceptado la miserable cesión del territorio español del Sahara o una “Transición” democrática pilotada desde EEUU.
Si la clase política franquista de entonces, toda ella, hubiera tenido el afán del Almirante Carrero Blanco y no las babuchas liberales, la Ruptura no se habría producido.

Para que se produjese la ruptura, para culminar una “Transición” tutelada, de desvertebración nacional y legalizadora del comunismo, fue indispensable el asesinato de Carrero Blanco y la presencia en las instituciones de los que estaban dispuestos a ejecutar la ruptura disfrazándola de “Reforma política”. A la cabeza de éstos se encontraba el Rey Juan Carlos I. 

En 5 años, para 1980, la inflación más alta de Europa, el desempleo al 12 por cien, la fiscalidad confiscatoria del IRPF -Impuesto de la Renta- recién creado y el terrorismo etarra en apogeo, se habían apoderado de España.   

En julio de 2022 una Ley tiránica de “memoria democrática” abre la cacería contra los que en el verbo y en la pluma tenemos presentes la Verdad sobre Francisco Franco y el glorioso Alzamiento Nacional. 

La ley tiránica será desobedecida, que es a lo que estamos llamados como católicos y como españoles.
Ni un paso atrás.

¡Viva Franco!, ¡Viva el glorioso Alzamiento Nacional!¡Arriba España!

 

Autor

Jose Miguel Pérez
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