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Creo que en general nadie es partidario de los golpes de estado. Implican que algo no funciona siendo síntoma de sistemas no consolidados y muchas veces de realidades políticas aún peores. Es obvio que el del 18 de julio de 1936 lo fue, pero no contra el poder legalmente establecido, sino contra el irregular e ilegalmente constituido. Así lo han demostrado en su libro “1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular” – Editorial Espasa, 2017 – los profesores e historiadores de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García, en donde señalan, y demuestran, las numerosas irregularidades cometidas por los seguidores del Frente Popular, sin las cuales es más que probable que el resultado hubiese sido otro.

Este tipo de libros a la izquierda le pone de los nervios, y por regla general los contestan con manipulaciones y descalificaciones más que con razones y pruebas. Andan diciendo que los autores son revisionistas fascistas. Ya se sabe que todo lo que no le gusta a la izquierda lo tachan de fascista, ninguneándolo y desacreditándolo. Pero los hechos son los que son y los datos y pruebas que aportan los autores son irrefutables.

Otra de las estrategias de la izquierda es obviar y minimizar aquellos actos por ellos llevados a cabo que no les interesa que se sepan, o como mucho que se sepan poco y mal. Este es el caso del golpe de estado que ellos dieron en octubre de 1934 contra el gobierno legítimo de la República, y que tuvo en la llamada Revolución de Asturias y en la proclamación del Estado Catalán, sus más conocidas visualizaciones. Ese golpe fracasó. Pretendía la proclamación de una Republica Social Comunista en España y, en Cataluña, su independencia, y tuvo en el PSOE a uno de sus principales protagonistas.

Volvamos al 18 de julio. La izquierda quiere vendernos que la Republica era un modelo de vida pacífica, idílica y democrática, y que de repente llegaron fascistas y militares, y acabaron con ello. Nada más ajeno a la realidad.

Lo cierto es que España estaba, desde el punto de vista político, dividida en dos mitades irreconciliables, y ni las izquierda ni las derechas eran muy democráticas que se diga, cada cual iba a lo suyo. Las derechas al retorno de la monarquía importándoles bastante poco la gran miseria, subdesarrollo e incultura existente, y las Izquierdas a cargarse España, acabar con el catolicismo, la libertad, y proclamar un estado socialista soviético. Por supuesto que en ambos bandos hubo excepciones, pero en todos los casos poco pudieron hacer frente a lo que se les vino encima.

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El pueblo más que seguro aspiraba a llevar una vida digna, con trabajo y orden, a vivir en paz, a ver crecer a sus hijos, y a pasarla lo mejor posible. Y claro que los más desfavorecidos, que eran muchos, querían progresar ¿pero a costa de una guerra? Como pasa siempre con esa mayoría silenciosa, no se la supo escrudiñar y todos juntos caminaron hacia el desastre.

Lo cierto también es que desde la estafa electoral de febrero de 1936 se produjeron en España una continuada sucesión de actos violentos. 160 iglesias totalmente destruidas, 251 asaltadas, 269 asesinatos y 1287 heridos, así como múltiples ataques a sedes políticas, sindicales y culturales. La convivencia era ya imposible y por lo tanto la guerra se inició y los principales culpables de esa dinámica violenta, por mucho que nos quieran contar ahora con sus leyes de memoria ¿histórica? y ¿democrática?, fueron socialistas, comunistas y anarquistas.

La incivil guerra del 36, aunque no declarada hasta el 18 de julio, ya estaba incrustada en la medula misma de la nación, fue algo irreversible. Por eso más que un golpe fue una acción de rebeldía cívico militar contra la destrucción y la barbarie, un hasta aquí hemos llegado, un o hacemos algo o desaparecemos. El tramposo poder surgido de las elecciones de febrero caminaba a pasos agigantados hacia la revolución y sus líderes así lo proclamaban abiertamente. Ilusos como Azaña creían poder controlar al marxismo sin embargo la realidad es que el marxismo les controló a ellos.

Y en medio Falange Española de las JONS, el pequeño y minoritario partido surgido de la unión voluntaria de la Falange Española de José Antonio y las JONS de Ramiro Ledesma Ramos, que proclamaba la unidad de destino de España como historia y como proyecto, la Justicia Social como necesidad, y un sistema de valores basado en el personalismo cristiano como norma de conducta. Difícilmente, decía José Antonio, pueden amar a España los que carecen de pan.

Los falangistas fueron las mayores víctimas de la violencia izquierdista. Su lista de asesinados fue tremenda, al igual que impagable su entrega y sacrificio. Sin embargo ahora los hacen los culpable de todos los males, sumándose hasta las derechas en la interminable carrera de echar culpas. Por poner dos ejemplos, dicen muchos socialistas y agachan la cabeza las derechas o cuando no asienten, que fueron falangistas los asesinos del Teniente Castillo y del poeta Federico García Lorca. Menos mal que prestigiosos investigadores han demostrado lo contrario. Al teniente Castillo lo asesinó un grupo de Requetés y quienes trataron de impedir la muerte en Granada de García Lorca fueron los hermanos Rosales, ambos falangistas, estando ya acreditado que los instigadores de su muerte, y sus asesinos, fueron miembros de la CEDA de Gil Robles.

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Los falangistas pagaron hasta con su propia independencia, y alguna persecución, su generosa contribución al conflicto. Buscaban ganar la guerra para después ganar la paz y el bienestar de los españoles. Obra de falangistas fueron las grandes conquistas sociales del franquismo, la seguridad social, las vacaciones, las pagas extra, el sistema de pensiones, la vivienda, la banca oficial y el crédito barato, etc. etc.  Inclusive gracias a las mujeres falangistas el auxilio social llegó a muchísimos hogares, así como la cultura, y hasta las modificaciones del código civil en aras de la igualdad se consiguieron.

José Antonio en Alicante, poco antes de su muerte, dejó escrita una de las frases más bellas y reveladoras de sus sentimientos y pensamiento: Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas cualidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia“

Estoy convencido que ese sigue siendo el pensamiento de la mayoría, incluido el mío, el que ojalá no se vierta nunca más sangre alguna en discordias civiles.

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REDACCIÓN