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Dejémonos de tanta palabrería liberal, se nos dijo. Y en eso deberíamos estar. Estar, porque el proyecto político que se diseña tras el fallecimiento de Franco fue un auténtico contrafuero. Incluso la Constitución es ilegal, pues las Cortes que la aprobaron no fueron convocadas como Cortes constituyentes.

Cuarenta y cinco años de simulación es demasiado tiempo para seguir ocultando que el verdadero proyecto del separatismo y de la izquierda es hacer desaparecer España como sujeto colectivo. Posibilidad a la que no sólo da carta de naturaleza la propia Constitución, que ni siquiera fija el techo competencial a las Autonomías, virreinatos al servicio de los partidos políticos que se comen ingentes sumas de dinero del pueblo que trabaja, sino que legitima el sistema, reconociendo que los enemigos de España tienen derecho defender ese proyecto. Por eso la cuestión de los indultos es simplemente la guinda del pastel que los constitucionalistas –también, por supuesto, los que convocaron en Colón- han confeccionado. Siendo que lo de menos es que unos digan que sí y otros que no, porque la cuestión no es en el fondo esa.  

Pastel, la situación actual de España, confeccionado con el aporte necesario del Ejército, que volvió a  traicionar a España el 23 de febrero de 1981. Siendo así que España ha sido traicionada y vendida por todas las instituciones del Estado. Y en esta traición y venta no se queda atrás la jerarquía de la Iglesia, que ha renunciado a su labor y contribuido a la desaparición de la unidad católica y de su labor evangelizadora.

Tanto para el Partido Popular como para el PSOE el mentor político es Manuel Azaña –masón, pendenciero y maricón-. Así se comprende que lo que no pudo hacer la II República, durante sus cinco años de vigencia, sí ha  sido posible en estos cuarenta y cinco años. Deshacer instituciones básicas de la nación como la Iglesia, la Familia y el Ejército.

Hay que seguir insistiendo en tres cosas. La primera, que este régimen putrefacto se diseña en Londres. La segunda, que la responsabilidad de lo que ha sucedido y sucede nos corresponde a todos los españoles, porque todos tenemos la obligación y el deber de conocer la verdad. La tercera, que el “mal menor”, tan sostenido, termina siendo el peor de los males.

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En España hemos rebasado todos los límites. De la legalización de la “cultura de la muerte” estamos llegando a las últimas consecuencias de la tesis contractualista y voluntarista, siendo que los partidarios de la “nueva moral” la sostienen centrada en la praxis o el activismo, que conceptualizan de pura liberación política, degradando la condición humana hasta reducirla a cenizas. Que es la más terrible derrota de la razón.

Por lo que respecta a los testículos cuadrados del Presidente decir que hizo caer al Gobierno de Rajoy sobre una argumentación falso, que sostuvo un Gobierno sin apoyos durante meses, que tiene como socios a la chusma rufianesca catalana y los terroristas vascos, que sacó a Franco del Valle de los Caídos, que ha gestionado de forma nefasta la crisis del Covid-19 y que ahora quiere indultar a los golpistas. ¡Vaya para de gemelos!

Y respecto a la polémica sobre lo que puede firmar el Rey, decir que una cosa es la monarquía y otra sus apariencias. Porque la monarquía es mucho más que la Corona. Y es que, como dijo Blas Piñar en Medina del Campo: “Hoy no tenemos una monarquía auténtica, sino una Corona desprendida de la institución monárquica y puesta sobre un régimen político que nada tiene que ver con aquella institución”. Por lo que Felipe VI el vano firmará todo lo que se le presente, y algunos dirán que cumple con su misión.  

Tenía toda la razón José Antonio cuando define la patria como “una unidad de destino”. Y es así, porque la patria no es un todo social simultáneo sino que es un todo social continuo en el que se integran las generaciones pasadas, presentes y futuras.

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A eso estamos llamados los patriotas, con o sin Ejército, con o sin jerarquía eclesiástica. Por las buenas o, si llegase el caso que todo se derrumbará, por las bravas.