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La evolución del régimen de Franco, muy asentado gracias a su consolidación internacional  con el Vaticano y con USA en la muy benefactora “guerra fría”, tendría un punto de inflexión en 1956. Había que cambiar el escaparate (que por otra parte ya había sufrido visibles transformaciones desde sus orígenes) y ajustarse a los nuevos tiempos. La elaboración de planes que homologaran en cierta manera a España con el occidente capitalista exigía de reformas socioeconómicas y así llegaría un plan de estabilización para engrasar la maquinaria del capitalismo contenido que se desenvolvía por nuestra Patria. Había que llevar a la trastienda ciertas formas que eran de poco recibo para nuestros vecinos de Europa y una nueva mudanza trasladaba muchos elementos fuera del mundo visible,  lo que para Europa resultaba impresentable y para el régimen antiguallas.

 

El franquismo  no había tenido problemas serios para mantenerse y, salvado el túnel del 45 al 48, no se vislumbraban alteraciones preocupantes. Por más que los comunistas un día tras otro dijeran que caía, no solo no caía sino que se afianzaba, lo que no era obstáculo para algunos brotes de descontento.

 

Comienzo de los sesenta fue un tiempo  de revueltas de cierta preocupación en algunos sectores del trabajo en España. Algo se estaba moviendo. El régimen había renunciado hacía años  a su aspecto más ideologizado e intentaba hacerse más presentable. El Frente de Juventudes daba paso a una OJE “despolitizada y neutra” (en términos del que fuera militante del FES y Presidente de la Asamblea Nacional de Jóvenes, Jesús Ferrero Olmedo). Años en donde se confirmaría para algunos falangistas la desafección-“traición” en los más lenguaraces- del régimen hacia el falangismo- lo que daría lugar a fugas de alcance limitado de las organizaciones de militancia falangista del régimen. Unos a su casa, algunos a la oposición y otros a buscar nuevos cauces dejando una pierna de apoyo en los antiguos por si… Pero el descontento era patente y de ahí  la expresiva frase de Manuel Fraga (con quien Ceferino no se llevó nunca mal),viendo lo que ocurría,: ”los carlistas se han ido al Aventino y en un monte próximo empiezan a marcharse no pocos falangistas”.

 

Quizás  por eso, buscando una pureza que no había existido, pero que se hacía más patente ahora, aparecieron los Círculos doctrinales José Antonio con deseos de revitalizar el falangismo del régimen ya de capa caída, muy caída, con una competencia feroz de técnicos muy preparados a los que la camisa azul les resultaba poco atractiva. A los Círculos se apuntaron muchos, entre otros Ceferino. Fue en 1961 cuando aquella agrupación se creaba para  la interpretación y actualización  de las tesis doctrinales de José Antonio. Como Presidente aparecía el doctor Luis González Vicén (lo que hoy llamaríamos un “radical”) y, junto a él,  gentes de prestigio o por lo menos con nombre en el mundo de la Falange como Patricio González de Canales o Carlos Juan Ruiz de la Fuente. En la Junta de Gobierno  otros muchos falangistas que habían estado en puestos de responsabilidad limitada en la SGM como Chozas Bermúdez, Ruiz Jiménez, Labadíe Otermin, Salas Pombo, Jesús Suevos, Gaspar Ledesma, Carlos Ruiz Soto, Eduardo Navarro … o falangistas sin responsabilidades pasadas como José Briz o Ceferino Maestú. Aquel entramado acabaría siendo, para que se entienda, una especie de apéndice- a veces un pelín molesto- de la Secretaría General del Movimiento,  con influencia escasa. El 24 de Abril de 1963  Ceferino, por encargo del Círculo y porque no se callaba jamás, dio  una conferencia sobre “Sindicalismo falangista” en el gran salón del antiguo Instituto Nacional de Previsión. En ella afirmaba  realidades evidentes pero molestas (Pues si amarga la verdad, quiero echarla de la boca…) como que la Organización sindical era una estructura en la que se volvía a los antiguos  sindicatos clasistas reunidos en una central sindical exteriormente única, que lo realizado recientemente no era más que una modificación formal para contentar al juego político internacional y juicios de este tenor. Ante aquel auditorio les contó verdades que no querían oír, que la OS no era lo mejor y que, desde luego,  nada tenía que ver con lo expuesto por José Antonio Primo de Rivera. Leyó textos, adujo razones, tiró de las orejas a los presentes. A muchos, que eran funcionarios sindicales y hombres de gran compromiso con el régimen, les espetó:“¡Qué lejos está este sindicalismo de lo actual y de los que nos echan como baldón totalitario los enemigos de la Falange! Intentó remover las conciencias “¿Verdad que el mensaje de José Antonio está vivo? Aquellos aldabonazos  no fueron  muy del agrado de los presentes, Ceferino recuerda pocos saludos al finalizar la conferencia y una frase de un destacado  dirigente del sindicato franquista: “Todo esto es muy bonito, pero utópico”. O sea, concluía Ceferino, que a aquel falangista-¡curioso!- no le valía el pensamiento del fundador de la Falange. Remitió el texto a destacados camaradas que no habían podido asistir. Unos le respondieron  que lo leerían, otros que no estaban de acuerdo y algunos como Suevos,  Molina Plata o Narciso Perales mostraron su favorable parecer e incluso este último su mayor  entusiasmo. José María de Llanos, en proceso de conversión, o convertido ya, a la militancia de una nueva religión “cabeza abajo” (sin abandonar, que nunca lo hizo,  la suya histórica) respondía con acritud a cualquier intento de revitalizar el falangismo. 

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Y no podrían decir que no sabían por dónde se movía Ceferino porque sus tesis eran conocidas.  El 24 de Abril de 1963  Ceferino fechaba La Falange y los sindicatos obreros, una obra de 45 páginas y que es un texto escrito donde se sintetiza el obrerismo jonsista y falangista. Aquella obra ciclostilada, de divulgación semiclandestina, concluía con una reflexión: “ Si en rigor aquellos meses del 36-37, hasta la creación del Movimiento nacional, llamado Falange Española Tradicionalista de las JONS constituyeron un momento crepuscular de aquella Falange que se hundió en la clandestinidad en marzo de 1936, unos meses antes del 18 de julio, lo que vino después poco tiene que ver con la empresa gigante, moderna, limpia y revolucionaria propuesta por José Antonio..”

 

Y  lanzaba una llamada al compromiso” Camaradas: Si los demás movimientos obreros se sienten fuertes porque tienen historia, porque detrás de ellos están años de lucha, hombres que murieron por su ideal, sacrificios y renunciaciones, también nosotros tenemos un bagaje que nos impulsa, exige y condiciona. Que el recuerdo de García Vara, de Montesinos, de Orellana, de Moldes, de Manuel Mateo, con José Antonio Primo de Rivera y con todos los muertos de la Falange y de sus sindicatos, nos obliguen a conseguir con paz o con violencia, la Justicia y la Libertad de Nuestra Revolución”.   

Poco tiempo después  Ceferino sería expulsado del Círculo José Antonio junto con Patricio González de Canales, el proponente de que hubiera ido a leer la cartilla.   Acicate para continuar luchando:   “inicié un periodo de predicación rebelde y de militancia social activa”.  “Mi vida importa poco pero tenía necesidad de contar…mi evolución de rojo a falangista rojo, para terminar fracasado. A otros muchos también les ocurrió como a mí”

CONTINUARÁ…