18/05/2024 04:27
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Cuatro años después, el fenómeno futbolístico más esperado, el Mundial, volvía disputarse. Dentro de que el fútbol nunca ha sido precisamente la afición más elevada y erudita, podía considerarse sana, entretenida y agradable. Ahora bien, como todo lo que toca el sistema lo convierte en ponzoña, el fútbol-negocio se ha impuesto para convertirse en una herramienta más al servicio del Poder, desapareciendo cualquier atisbo de fútbol de verdad. En esta tesitura es más fácil entender por qué un Mundial de fútbol puede disputarse en Catar y en pleno diciembre. Y que Marruecos sea ya campeona a pesar de quedar eliminada.

Dejando a un lado el debate de celebrarlo en Catar, porque en un mundo sin principios solo manda el poderoso caballero Don Dinero, toca centrarse en la sucesión de acontecimientos desde que comenzó el Mundial. Apareció Marruecos liderando un grupo aparentemente llamado para Bélgica y Croacia, y el azar cruzando a España en su camino en octavos. El “ay ay ay” pasó a convertirse en tragedia no solo futbolística, sino de orgullo, cuando los jugadores españoles (con los que se identifica entre poco y nada cualquier patriota) fueron de uno en uno fallando sus penaltis.

A unos les dolió la derrota en lo deportivo y a otros en lo anímico. Pero unos y otros recordarán con espanto – o eso se espera – las celebraciones que llevaron a cabo miles de marroquíes. Ojo, hablamos de marroquíes aficionados, porque únicamente ocho de los jugadores habían nacido allí. En fin, cantidad de calles españolas fueron tomadas por diversos grupos que celebraron según sus costumbres el pase de ronda. Es decir, subidos a farolas, con robos y con provocaciones a quienes tranquilamente marchaban por las calles que habían tomado. La celebración continuó unos días más tarde con la eliminación a Portugal y finalizó en semifinales.

Si bien no se dieron disturbios serios, más allá de algún detenido, se dejó ver la difícil situación que atraviesa España con respecto a sus vecinos. No es sostenible esta tesitura con los ciudadanos marroquíes, habitualmente con intereses contrarios a los que tiene o debería tener España. En definitiva, que aunque no ardiesen las calles por norma general en las celebraciones, sí que se adivinó una vez más el sentido absolutamente marroquí de quienes lo han recibido todo en España. Aunque sea a costa del perjuicio de esta.

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Independientemente de lo que suceda ahora, quede tercera o cuarta, Marruecos ya es campeona. Impuso su ley dentro y fuera de los estadios y dejó a cientos de españoles perplejos. Quienes sienten cierto respeto por su país o, simplemente, quienes tienen cierto sentido común, han quedado al menos preocupados por lo que pueda llegar a pasar. ¿Qué sucede si un día toman las calles no por un Mundial, sino por una rebelión? ¿Qué pasaría si iniciasen su particular reconquista?

En cualquier caso, con esa demostración de fuerza, con esa capacidad de unión y de convocatoria, Marruecos es campeona. Comenzando por el simple hecho anormal de que las calles de un país se llenen de celebraciones por insulsos logros ajenos. Con la citada demostración de fuerza, vence el Nuevo Orden Mundial y la farsa y la atrocidad de la multiculturalidad. Y el odio a una España que queda hundida y no precisamente por estar eliminada en octavos.

Autor

Luis Maria Palomar
Luis Maria Palomar
Joven periodista zaragozano nacido en 1996 y profesional desde 2019.

Defensor de lo bueno, lo bello y lo justo; de Dios y de la auténtica España.

Solo la verdad puede hacer libre a la persona, y para ello escribo.

No te preocupes por el mañana, que mañana seguirá reinando Dios.
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