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De un tiempo a esta parte, cuando precisamente Marruecos arrecia en sus agresiones contra España, salen de sus cloacas algunos de los que desde posiblemente siempre han trabajado para el sultán actual y/o su difunto padre. Nos referimos a Rodríguez Zapatero, Bono, López Aguilar, Moratinos y más recientemente María Antonia Trujillo, todos los cuales integran lo que se denomina eufemísticamente “lobby promarroquí”, cuando en realidad lo que son es una red de traidores; conste que hay más, muchos más, tanto en la izquierda como en la derecha, sin descartar al emérito ni, por lo que hemo visto recientemente, al propio Pedro Sánchez con su mujer.
Marruecos viene creciéndose desde la “marcha verde” sólo porque nosotros venimos, desde entonces también, menguando, y lo hace en la misma proporción e incluso más. Su fortaleza actual y su consiguiente audacia no se deben a su mérito, sino a nuestro demérito. Mohamed VI, como en su día su padre, nos conocen y tienen bien cogida la medida, mientras que, por el contrario, nosotros ni un ápice a ellos. Marruecos sabe lo que quiere (Ceuta, Melilla y las Canarias) y está dispuesto a lograrlo dedicando a ello cuántos esfuerzos de todo tipo considera y tiene a su alcance, lo opuesto que nosotros. Rabat no sólo defiende lo que cree suyo, sino que lucha por expandirse a costa, por supuesto, de nosotros, que no sólo no defendemos lo nuestro, sino que nos dedicamos a tirar piedras sobre nuestro propio tejado, a dispararnos en el pie, a traicionarnos.
Con tales propósitos, Mohamed VI ha logrado ampliar y elevar hasta cotas inconcebibles toda una red de traidores que, sin tapujo, ni rubor, ni vergüenza alguna, traicionan a su patria, a España. Lo peor, además y por si no fuera poco, es que aquí nadie, ni tampoco la oposición sin excepción alguna, denuncia a tales individuos por el delito de lesa patria que es en el que están incurriendo porque con su labor en favor de Marruecos, nuestro declarado enemigo del sur, ponen en riesgo la seguridad exterior de España, nuestra integridad territorial y soberanía –porque Ceuta, Melilla y las Canarias son España– y además se ciscan en la Constitución con un enorme agravante: todos ellos han sido altos cargos de nuestra Administración por lo que tienen conocimiento de materias, estructuras y secretos especialmente sensibles. ¿Quién dice que no las están ponidendo en conocimiento de nuestro enemigo del sur?
Marruecos está en guerra permanente contra España con el objetivo de apropiarse de dos ciudades y un archipiélago. La guerra que lleva a cabo está en su primera fase con gran éxito empleando armas tales como la presión migratoria (de marroquíes y subsaharianos), la diplomacia (consiguiendo el reconocimiento sobre el Sahara de parte de los EEUU e Israel), acciones económicas (acuerdos varios entre ellos el último es uno con Rusia para la construcción de un central nuclear en la costa frente a Canarias y el mantenimiento y reparación de los pesqueros rusos que hasta ahora se hacía en nuestras islas afortunadas), la explotación de las riquezas que guarda la plataforma marítima canaria, la asfixia de las ciudades de Ceuta y Melilla (además de los macro puertos en sus cercanías, ya construye en la zona declarada como “tierra de nadie” a escasos 500 metros de Melilla), sin faltar el exponencial desarrollo militar y armamentístico de la mano de norteamericanos e israelíes, y todo ello no sólo sin que respondamos con la contundencia que se merece, sino peor aún porque seguimos aportándole sustanciosos fondos con cualquier excusa.
¿Hasta cuándo vamos a seguir así? ¿En qué lugar del mundo se permite que unos traidores como los mencionados, y otros más, sin contar los que permanecen ocultos, campen a sus anchas? ¿Podemos caer aún más bajo? ¿Se está cociendo la entrega de Ceuta y Melilla e incluso la concesión a las Canarias de algún tipo de estatus especial que otorgue a Marruecos influencia sobre ellas?
Con todo, que ya es bastante, lo más indignante e increíble no es la actitud de nuestros políticos sin excepciones, pues ya sabemos de qué mala pasta están hechos, sino el pasotismo, la inhibición y el no darse por aludidos ante tamaña afrenta por parte de nuestras Fuerzas Armadas que voluntariamente han jurado defender lo que Marruecos pretende y ataca… ah, y lo mismo hay que decir de los españoles.
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